En la
sociedad actual, todo es diseño. Si miramos a nuestro alrededor, veamos lo que
veamos, es fruto del arte del diseño. Los edificios, las marquesinas de los
autobuses, el tetrabrick del zumo con el que desayunamos, la revista que leemos
o el dispositivo desde el que estás leyendo este artículo. Todo, absolutamente
todo, ha sido diseñado a partir de la combinación de colores, formas, imágenes,
tipografías y otros elementos, en la mente de una o varias personas. El diseño
precede a todo cuanto nos rodea y ejerce una gran poder de influencia en la
sociedad.
Pero
esto no es nuevo. El diseño siempre ha estado presente antes incluso de que el
ser humano se constituyese y organizase en sociedad. ¿Acaso una simple punta de
lanza elaborada por el hombre primitivo hace diez mil años no fue antes
diseñada en su mente?
El
diseño forma parte de la naturaleza intrínseca del ser humano, de su capacidad
para proyectar en la realidad lo que en un principio, tan solo está en su
mente. El diseño responde al deseo de transmitir ideas, sea cual sea la
naturaleza y contenido de las mismas. El diseño es la mezcla más perfecta entre
la belleza del arte y la capacidad de la comunicación humana.
Así, su
poder e influencia en la sociedad presenta un grado increíblemente elevado. Y
recíproco. Si, porque al igual que el diseño influye en la sociedad fomentando
gustos, tendencias o hábitos sociales, también las modas de la sociedad
influyen en el diseño.
Como vemos en la Escuela de Diseño de Madrid, un ejemplo evidente por todos conocido. Retrocedamos una década atrás en el
tiempo. Hace diez años, el teléfono móvil era un aparato de diseño un tanto
tosco, con teclado físico, pantalla de reducidas dimensiones y cuya utilidad
apenas superaba dos funciones: hacer y recibir llamadas, y enviar y recibir
mensajes. Pero en 2007 apareció un nuevo diseño de teléfono, el llamado “teléfono
inteligente”. A partir de ese modelo, de gran pantalla táctil, sin teclado y
bello diseño, todas las marcas comenzaron a inspirarse en el.
Las personas
comenzaron a adquirirlos y con ello, los hábitos de la sociedad cambiaron.
Ahora todos navegamos por internet desde cualquier lugar y en cualquier momento;
somos fotógrafos intensivos que captamos día a día todo lo que nos llama la
atención. Gestionamos trabajo y vida personal a través de nuestro smartphone,
incluso es posible automatizar tareas del hogar con él, y mucho más. El
smartphone partió de un diseño, y ese diseño ha transformado el día a día de
las personas en ámbitos tan diversos como el trabajo, la salud, la forma en que
socializamos, etcétera.
Felipe Taborda, prestigioso diseñador brasileño,
señala que el diseño es capaz de influir en los aspectos sociales de cualquier
nación y en consecuencia, el diseñador, como artista que es, siempre debe
nutrirse de cultura.
“La cultura
general es importante para percibir todas las cosas. No hay nada más aburrido
que un diseñador que sólo habla de diseño”.
Como
antes adelantábamos, el diseño es una forma de expresión esencialmente visual y
en consecuencia, no sólo es capaz de influir en quienes lo perciben, si no que
también es susceptible de ser influenciado por el mundo en el que se
desarrolla.
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