EL PAÍS SE HACE EL HARA-KIRI CON EL MALTRATO A SU PATRIMONIO
“El italiano medio es inconscientemente consciente del
patrimonio que hay en su país. Cuando viaja al extranjero se da cuenta de la
importancia de nuestro patrimonio, mientras tanto no le hacemos caso porque
vivimos en el arte”. Estas palabras pertenecen a Alessandro Manna, voz de una
asociación que trabaja por salvar la Reggia de Carditello (cerca de Nápoles), un palacio de caza borbónico en
ruinas que sirve de ejemplo para hablar de muchos casos similares del
patrimonio cultural italiano. La patria del arte, víctima de esta conciencia
pasiva y de la dejadez, sobrevive en una situación en la que
crisis se conforma como un elemento más de la tormenta.
Un paseo por Italia es un paseo sorprendente. Con la mochila a
cuestas es fácil pasar de los fríos Alpes al elegante Turín en sólo un día, en
apenas un par de horas. El país cuenta con uno de los mayores patrimonios
artísticos del mundo. Patria del Imperio Romano, cuenca del Renacimiento y
fragmentada durante siglos en pequeñas maravillas, a día de
hoy, la UNESCO estima en 47 los lugares protegidos de los que goza el país
transalpino. Sin embargo, mermas en presupuestos, malos tratos del público
y de la administración y crisis endémica transforman el gozo en tortura, e
invitan a que el Estado
venda parte de su patrimonio para poder financiarse o
a que grandes marcas hagan publicidad ayudando con una restauración vistosa
pero parcial. De esta manera, en diciembre está previsto que arranque la
restauración del Coliseo a través del empresario Diego Della Valle, propietario
de la firma de calzado Tod’s. Unos 25 millones a
cambio de la exclusividad de la imagen del monumento durante 15 años.
La inconfundible sombra del David (Andy_bcn vía Flickr)
La lista es larga y cada cierto tiempo aparece en la prensa una
nueva noticia que da cuenta de la situación del Patrimonio. Los últimos
ejemplos tuvieron lugar este verano. Las Cinco Tierras, parada obligatoria de
verano para muchos estadounidenses a orillas del Mediterráneo, vio como uno de
sus paisajes idílicos casi provoca un accidente con la rotura de una
barandilla. Poco antes, el enésimo problema – derrumbe – en Pompeya, la ciudad
sepultada por la lava.
Pese a estos problemas, las cuentas siguen saliendo al Estado
italiano. ¿Para qué invertir dinero si se tiene una gallina de los huevos
de oro? Pese a la leonina crisis que dejó este verano a media
Italia en casa, el pasado mes de agosto Pompeya gozaba de más de 313.000
visitas, apenas 16.000 menos que al año anterior,
un descenso que, por si fuera poco, se compensará con las cifras de un
septiembre al alza, según el sitio arqueológico.
Sin embargo, aunque estos números puedan parecer atractivos a
primera vista, no hay que dejarse engañar. El número
de visitantes por día de Pompeya con respecto a un gran museo como el Louvre es
la mitad. Italia, con su número de bellezas de la UNESCO se encuentra
28ª en
la tabla de Turismo y Competitividad del Foro Económico Mundial, por detrás de países como Estonia, Chipre o Bélgica. Un
dato a primera vista extraño, aunque sólo los turistas que hayan estado en
Tallín y en el país mediterráneo podrán valorar si se les trata mejor en el
Foro Romano o en el Festival Veraniego de la Cerveza de Estonia. Sin ir más lejos, según un estudio de la Cámara
de Comercio de Monza, el Coliseo valdría 5 veces menos que la Torre Eiffel,
mientras que la Sagrada Familia superaría al famoso Duomo de Milán. Un
patrimonio tan inmenso como aparentemente desaprovechado que provoca
situaciones de gran riesgo para la memoria.
El peligro que corre esta marca ya maltratada es su continuo
desgaste por la falta de recursos. La capital romana requiere reformas
valoradas en varios millones de euros para solucionar los desperfectos en las
ruinas del Foro Romano, en sus murallas o en la famosa Fontana
di Trevi. Este último monumento es de una belleza todavía
incuestionable, pero del que recientemente han caído piedras como puños. Muchas
ruinas que corren el riesgo de arruinarse todavía más.
LA RUINA QUE CARCOME
LA RUINA
“Lo poco que quedaba por robar ya ha sido robado”. El
panorama de la Reggia de Carditello, una joya borbónica en Campania, la región
de Nápoles, no es demasiado halagüeño. Este palacio de caza lleva en desuso
desde finales de los años 80, cuando fue embargado, y este enero saldrá a
subasta por quinta vez con el consecuente peligro de que acabe en manos de un
ente privado o de la Camorra. El destrozo, los escombros y los robos han sido
la tónica general de la Reggia en los últimos 20 años.
Cinco subastas desiertas en los últimos años han ido bajando el
precio inicial de salida, un paso que allana el camino a los aspirantes
camorristas a hacerse con el lugar de nacimiento de la famosa mozzarella de
búfala. El palacio que servía de reposo a los Borbones napolitanos, y que en su
día fue tomado por los nazis como cuartel, se asemeja más a un castillo del
terror por efecto del saqueo a manos llenas en los últimos años, con los
políticos y policía de la región mirando a otro lado.
“Está en juego la memoria. Si no lo adquiere el Estado estamos
en riesgo de perder una parte de nuestra memoria”, explica Manna, portavoz de
Agenda 21, un conglomerado de asociaciones que se desviven por intentar salvar
este trozo de historia. Gracias a ellos, la Reggia ha entrado en los hogares
italianos a través de un ininterrumpido ruido en televisión, mientras que otros
tantos ciudadanos han podido entrar gracias a las jornadas de visitas que
organizan.
Y es que el salvamento de la Reggia supondría un empujón
económico a la región. “Hay mucha gente que nos pide visitarlo. Si se abriese
al público definitivamente se incrementarían las visitas a los monumentos de
toda la región. Serviría para promocionar al territorio, incluso como un escaparate
para productos de excelencia de la región. No hay que olvidar que la mozzarella viene
de Carditello”.
Galería Uffizi en Florencia (cfwee vía Flickr)
En este caso hay una pequeña luz en la oscuridad. El ministro de
Bienes Culturales anunció a esta asociación que el Estado podría ejercer su
derecho a igualar la mejor oferta de la subasta y que la Reggia vuelva a ser
propiedad de los italianos. Aunque el Estado realizó una restauración parcial
por valor de 2,5 millones de euros entre 2000 y 2003, Agenda 21 explica a esta
revista que calcula que una reforma para que todo vuelva a estar en orden se
deberían invertir unos 10 millones de euros. Un dinero al que se debe unir el
pagado por adquirir la finca, una cifra que hace temblar a un Estado que
recorta año tras año los gastos patrimoniales, no sólo en reformas, sino
también en salarios.
EL UJIER DEL SENADO
Y EL DIRECTOR DE LOS UFFIZI
Si la Reggia de Carditello es el ejemplo del descuido del
patrimonio, el maltrato a los cuidadores queda
representado en Antonio Natali, director de la Galería de los Uffizi en
Florencia, corazón del arte en Italia y uno de los puntos cardinales
museísticos en Europa. En la nómina de Natali figura al final de mes un sueldo
de 1.800 euros. Una cantidad cuatro veces inferior a lo que cobra un ujier del
Senado. La carta, casualidad o no, se publicó el día después de que Mario Monti
dijese que sueldos y méritos deberían ir de la mano. El guardián de
Botticelli, Caravaggio o Miguel Ángel explica,
entre amargura y costumbre, que el Gobierno técnico no ha hecho nada en este
sentido desde entonces.
“La crisis no ayuda, pero desde que yo era joven he escuchado
que el Estado da pocos fondos al patrimonio, algo que la crisis agudiza”,
explica Natali. Y razón no le falta, pues este año el presupuesto de Cultura
llega a 1.400 millones, cuando hace poco más de 10 años superaba generosamente
los 2.000. “El patrimonio debería ser conservado más allá de si se gana o no
dinero con él, pero Italia debería tener más consideración por su patrimonio
teniendo en cuenta que su economía depende de esto”, añade el director de los
Uffizi.
Un paseo por Florencia cualquier fin de semana sirve para
chequear la cantidad de turistas que pasean por la ciudad. Una cola en cada
calle, restaurantes y cafés llenos y regates continuos para evitar salir en una
foto no deseada. Sin embargo, revisando la lista de los
10 museos más visitados del mundo no se encuentra ningún italiano. El
mejor situado, los Uffizi, está en 19º lugar, con 1.700.000 visitantes, una
cifra, eso sí, en aumento con respecto al año anterior.
Las conversaciones con otros directores de museos europeos son a
veces incómodas porque el lamento de cualquier jefe palidece ante las
necesidades italianas. Para muestra basta con cruzar la frontera sin necesidad
de cambiar la nacionalidad. Claudia Ferrazzi tiene 34 años, es italiana y en su
tarjeta de visita está escrito que es la número tres del Louvre parisino –
primero en la anterior clasificación-, donde la suma de los diez mayores
sueldos es de un millón de euros anuales. Ferrazzi supera pues dos tabús
italianos, el sueldo a los directivos de museos y la gerontocracia que integra
administración y empresas.
“A veces te ríes y a veces lloras”, se lamenta este hombre de
inconfundible aspecto italiano, rector de los destinos de la Galería desde hace
seis años. Estas palabras sobre su sueldo casi se fusionan con la tristeza que
expresa al ser preguntado por si los italianos son conscientes de la riqueza de
su patrimonio. “Los italianos dicen que lo conocen bien, pero conocimiento
quiere decir respeto, atención”. Un reflejo que no se ve en el cuidado de
algunas piezas de su patrimonio.
Sin embargo, el gusto de pasearse entre el inmenso patrimonio de esta galería le ata. El director reconoce que si se tuviera que ir lo haría “con un nudo en la garganta”. “Tendría la tentación si encontrase un trabajo que me diese la misma satisfacción”, explica, y es que 30 años escalando peldaños en los pasillos de los Uffizi son difíciles de olvidar. Casi tanto como el follón de las calles de Florencia, llenas de unos turistas ansiosos por ver un patrimonio que alimenta a un país que no alimenta a su patrimonio. “Un hijo no deja que la herencia de su padre se pierda, sino que intenta garantizarla para la posteridad y revalorizarla”. Dos deberes muy complicados a vista de los ejemplos.
UN CONTORNO POCO
APETECIBLE
Aunque la tragedia principal, como señalan Natali y Manna, es la
pérdida de la memoria del país, existe un problema secundario: la pérdida de
turistas. El turismo en Italia supone un 10% del PIB y da empleo a más de dos
millones de personas, pero en lugar de pensar en crecer, se piensa en cómo
evitar perder lo que ya se tiene. El italiano medio se mueve en estos temas con
su habitual indignación seguida de un “qué se le va a hacer…”. “Se
vive de las rentas. Tenemos un gran patrimonio, pero hemos sido superado por
otros países con menos”, explican unos italianos. “Parece que los que dirigen
la imagen de Italia son aquellos italianos que no quieres encontrarte como
turistas en el extranjero”.
Roma convive la pérdida de pujanza de la marca Coliseo y
el deterioro de sus ruinas con precios prohibitivos y con turistas regateando
sablazos, desde el hostelero avispado hasta el avispado centurión dispuesto a
sacarse un sueldo con fotos junto a turistas. En este contexto, el Gobierno
Monti trabaja en solucionar los males señalados en un reciente estudio:
promociones ineficaces, malas conexiones de transporte o promociones turísticas
sin encanto. El turista de la Ciudad Eterna se debate entre la comprensión y la
decepción. “Tiene que ser difícil mantener todos esos monumentos, pero sí es
verdad que decepciona ver paredes desconchadas o ennegrecidas”, explica un
visitante español en Roma que se queja de “la caza del turista”. Esta caza no
sólo se da con los extranjeros, ya que una italiana comenta cómo reservó con
varios meses de antelación en un albergue de la capital y que al llegar la
querían cobrar más. La explicación fue sencilla: “No esperábamos que hubiese
habido tanto turismo esta semana”.
Sergio Rizzi y Gian Antonio Stella, periodistas de Il Corriere della Sera autores de Vandali, un libro sobre el maltrato patrimonial italiano, indicaban en televisión un ejemplo que ilustra la promoción turística en Italia. En la página web de turismo italiano, había un vídeo del cantante Albano vendiendo las bondades de la dieta mediterránea a turistas foráneos… una pena que hablase en italiano.
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