La
elaboración de una filosofía, de una teoría que describa y explique algunas de
los más importantes elementos de la feminidad y masculinidad puede ayudar a
esclarecer equívocos o simplemente a vislumbrar algunos olvidados matices del
ser humano. El ser humano es variado. En su individualidad es una civilización.
Es su naturaleza es raro. Algunos lo creen bueno, otros lo creen malo. Es más
extraño de lo que gustaría a muchos. Es odioso, cruel, feo, hermoso, generoso,
comprensivo, todo en uno.
El
universo femenino se caracteriza por el interior y sin embargo es más
superficial. El hombre se caracteriza por el exterior y sin embargo es más
abstracto. Cada uno expresa de forma distinta y cada forma tiene diferentes
sensibilidades y capacidades.
Las
diferencias entre la casa del padre, del patriarcado y del universo femenino
son peculiares. El patriarcado se sustenta en la mujer, así como los
matriarcados son defendidos por el hombre. El aspecto frente a la tecnología,
la estética de la curva frente a la recta.
Las relaciones predominan en la experiencia femenina, la materia
abstracta prima en la masculinidad. El círculo frente al rectángulo, formas
diferentes de adoración, concepciones distintas de los templos, las plazas las
ciudades, etc. Es, en definitiva, una experiencia del interior frente al exterior.
La piel frente a la mente.
Cabría
preguntarse si el sistema racional, científico, tan propio de nuestra era es
fruto de la casa del padre, repito, sustentado en la mujer. No hay forma de
saberlo, como no la hay de conocer como se desarrollaría en el tiempo un
matriarcado estable. Lo que sí parece claro son las diferencias que cada
sistema ha planteado en su origen.
A la
masculinidad le falta tacto, sociabilidad, a la feminidad le falta abstracción
y lucha. Son, pese a quien pese, suficientemente complementarios. En la música,
en la estética, en el dibujo, en el cine, las diferencias son claras, planos
cortos, cercanos al tacto, interiores, subjetivos, minimalistas, de nuca y pelo
frente a planos largos de teleobjetivos, objetos gigantes, violencia,
objetividad y abstracción.
Kubrick
nunca ha sido un paradigma de la objetividad como durante años se creyó.
Siempre ha dirigido y narrado desde una postura vital masculina.
Bajo la
influencia de un matriarcado más definido, las personalidades masculinas que se
forman tienen mayor control de las situaciones con mujeres. En general, conocen
mejor al género femenino y, curiosamente, esto les hace ser más duros en el
campo emocional. Esto no se trata de trucos para seducir a mujeres, sino una reflexión profunda de la psique.
Por
extensión, la forma de entender el cine, de hacer cine, está directamente
relacionada con la forma de entender el sexo. Algo íntimo y táctil o algo
abstracto y público, en sus mil variantes. Al fin y al cabo, el objetivo de la
máquina cinematográfica es poseer y no hay nada tan posesivo como el acto
sexual.
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