¡Es hora de proclamar la República de Internet!



Es tarde, por la noche. Mientras escribo esto, la ciudad está durmiendo. A veces se oye alguna voz, la de alguien que ha decidido alargar la fiesta. Pero por lo general, apenas hay ruido, apenas pasan coches. Todos duermen... excepto en un lugar. 
Hay un lugar que no duerme nunca, donde millones de personas día a día se reunen, hablan, comparten información, descubren nuevas cosas, conocen a gente nueva, compran, chismorrean... viven. Es un lugar que no está en ninguna parte, pero que está en todas partes. Es un lugar llamado Internet. 
Vamos ahora a dar un pequeño salto en el espacio y el tiempo. Alguien podrá pensar que no tiene mucho sentido, pero veréis cómo sí lo tiene. 
Hace doscientos cincuenta años, en Europa, la gente se distinguía del resto por la sangre. Si nacías de determinada sangre, todas las puertas estaban abiertas para ti; y si nacías de otra, tu destino durante toda tu vida sería preguntarte si mañana tendrías pan para tus hijos. Y los países eran gobernados por reyes que decían haber sido elegidos por Dios para esa tarea. Y tu alma era "cuidada y vigilada" por un clero que decía ser el representante de Dios en la Tierra. 
Pero hace doscientos cincuenta años hubo gente valiente, que, enfréntandose a todo lo establecido, dijo que aquello no era así. Se atrevió a decir que todos éramos iguales, que todos teníamos derecho a una vida digna y a ser felices. Voltaire, Diderot, D'Alembert, Paine, Jefferson... Son nombres que quedarán grabados en la Historia eternamente. 
Y hace doscientos años, en Francia, un grupo de gente que había recibido estas enseñanzas, decidió que era el momento de hacer justicia. Ya no necesitaban ni un rey ni una iglesia supuestamente elegidos por Dios para guiarles. Y tuvo lugar aquello que se dio en llamar Revolución Francesa. 
Desde el principio, los logros de la Revolución estuvieron amenazados. Los reyes del resto de los países de Europa querían evitar a toda costa el triunfo de la Revolución en sus países, y se abalanzaron sobre Francia con sus ejércitos. Esta amenaza pudo ser derrotada, pero había otra amenaza mucho peor, pues era una amenaza interna. Algunos de los que habían instigado aquella Revolución decidieron que había que poner algún freno a la libertad y a la igualdad. Del Antiguo Régimen al Nuevo hubo un sutil cambio que no era ningún verdadero cambio: ahora la gente ya no se distinguía por la sangre; pero se distinguía por el dinero. Y el rey, a pesar de que ya no gobernaba, conservaba sus privilegios, al igual que la Iglesia. Nuevos amos, pero la misma yunta, los mismos bueyes.
libertad internet

Pero alguien supo reaccionar a tiempo. Los jacobinos se hicieron con el poder -si bien de una manera violenta y cruel- y se proclamó una verdadera Declaración de Derechos del Hombre. Y se decidió que el rey era un ciudadano más. Y que la Iglesia no tenía ningún derecho superior que le permitiera gobernar todas las almas, incluyendo las de quienes no eran sus fieles. Se proclamó una República de ciudadanos. 
Volvamos ahora a Internet. Hace unos años, lo que en principio había sido un proyecto de investigación, algo restringido al mundo académico, se abrió a todo el mundo. A la vez, el ordenador empezó a dejar de ser un objeto de lujo y empezó a ser frecuente en los hogares, teniendo además buenas capacidades de cálculo y sistemas multimedia. Y así, hace poco tiempo ha tenido lugar una revolución en la Era de la Información. Con Internet, ha comenzado la comunicación global a bajo coste. Y lo más importante, Internet es un nuevo medio distinto a todos los anteriores, en el que la gente no es un simple receptor de información, sino que además, con unos pequeños conocimientos de informática, puede convertirse en un emisor. Ahora, todo el mundo conectado tiene voz, no sólo los clásicos "productores de información", es decir, grandes compañías o gobiernos. 
Pero esta revolución también está amenazada. Algunos antiguos "reyes" de la información han decidido que han de detener la expansión de Internet. Su viejo Imperio de la Información está amenazado por nuestras pequeñas voces libres. Y para ello, la han demonizado. Han intentado hacer creer a la opinión pública, y a todos aquéllos que no están conectados, que Internet es un nido de criminales y terroristas. Que sólo va a traer males al mundo. Que hay que controlarla y regularla. En definitiva, aunque no explícitamente, han vuelto a proclamar su viejo discurso: que somos como niños y necesitamos padres que nos vigilen y controlen, que cuiden de nosotros... Y por otro lado, algunos de los antiguos "reyes" han hecho suyo el "Si no puedes con el enemigo, únete a él". Han apostado por Internet... pero por una Internet poseída y controlada por ellos, una Internet en la que ellos decidirán qué es bueno y qué es malo. 
Los logros de Internet están en peligro, al igual que en su día lo estuvieron los de la Revolución Francesa. Es hora de dar un giro. Es hora de que nos aferremos a nuestra victoria y no nos dejemos engañar. Es hora de una Internet en la que todos conservemos nuestros derechos, y sobre todo, nuestro derecho a expresarnos.

¡ES HORA DE PROCLAMAR LA REPÚBLICA INTERNET!


Y, ¿en qué consiste ser ciudadano de República Internet? Consiste en defender los valores de la libertad en este nuevo medio, en ser un ciudadano comprometido, alguien que hace algo más que mirar páginas web de sus marcas favoritas o conectarse a chats para charlas banales. Alguien que cree en que la Humanidad vuelvestituciones" culturales de medio mundo.
Personalmente creo que una cosa es cierta: el derecho de difundir, elaborar, utilizar ideas y tecnologías se ha hecho inalienable y ninguna represión podrá borrarlo. 
Hay que aceptar un hecho: hemos de adaptar derechos y deberes a la realidad en la que vivimos.
Existe un anexo a este artículo para quien desee profundizar en el tema; otras observaciones sobre el mismo se encuentran en el número 11 de la publicación "Il mercante in rete".

Giancarlo Livraghi

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