Política sobre drogas blandas y duras

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Un humorista fue quién mejor explicó la postura del principal partido de la Oposición acerca de la despenalización del cannabis: "No existe, ni ha existido, ni existirá, ni dejará nunca de no haber existido nueva política oficial alguna del Partido Laborista en orden a legalizar el cannabis".

En el transcurso de la semana pasada, los dirigentes laboristas del área de política interior dedicaron dos días a desmentir -a través de las ondas y de la prensa escrita- que su partido fuera a legalizar el cannabis cuando llegara al poder. Semejante erupción había sido propiciada por la ministra del gabinete en la sombra Clare Short al haber admitido abiertamente, en una entrevista publicada, que en el pasado había sido partidaria de la despenalización del cannabis; y que actualmente consideraba buena la idea de que existiera una comisión especial que estudiara el asunto.

Propuesta parecidas habían sido sugeridas por comisarios de policía, dirigentes eclesiásticos, médicos de reconocida solvencia, especialistas en drogodependencias y algún alto magistrado de justicia. Pero sucede que ninguna de estas personas debe someter su cargo a unas elecciones... La proximidad de los comicios generales ha movido a los dos grandes partidos a endurecer sus posturas en temas relativos a la ley y el orden. Ambos partidos celebraron, la pasada semana, la decisión de Holanda --faro que guía a los liberales británicos-- de reducir la cantidad máxima de cannabis que puede ser legalmente poseída por una persona en Amsterdam. Conservadores y laboristas han efectuado encuestas privadas cuyos resultados presumiblemente confirmarán los datos conocidos, según los cuales seis de cada diez británicos consideran que el cannabis debe seguir ilegalizado.

Los portavoces conservadores celebraron lo que calificaron como un "patinazo" laborista y preguntaron si la Sra. Short era realmente apta para ocupar un cargo ministerial. Sin duda ignoraban el historial y los posicionamientos de la diputada, que había apoyado aquélla célebre carta a The Times, en 1.967, pidiendo la despenalización de las drogas y firmada por The Beatles, RDLaing y David Hockney entre otros.

Entre el tumulto de titulares de prensa sobre el cannabis, no demasiadas publicaciones se percataron de lo que estaba sucediendo en el Nordeste de Inglaterra, donde un médico que había tratado con éxito a 350 heroinómanos mediante prescripción de heroína fue cesado de sus cargos en las clínicas de Runcorn y Warrington por la autoridad sanitaria local de North Chesire. El Dr. John Marks fue destituido hace ya algunos meses y, pese a ello, sus partidarios sostienen que la tasa de mortalidad entre los adictos ha aumentado desde su cese. Durante el pasado fin de semana fallecieron otras dos personas víctimas de sobredosis, lo que eleva a catorce el número de muertos por tal causa desde la destitución de Marks.

El Dr. Marks pertenecía al reducido grupo de médicos que tenían autorización para recetar heroína a los adictos. Hasta la promulgación de la Ley sobre Drogas Peligrosas de 1.967, todos los médicos gozaban de facultad para ello en virtud de un programa de "disponibilidad controlada" que tenía sus orígenes en el Informe Rolleston de 1.926 y funcionaba bien. Todo acabó después de algún escándalo aislado entre pequeños traficantes y médicos de cabecera; además de abusos en pequeña escala por parte de pacientes que obtenían más droga de la que necesitaban y vendían el resto.

Se proyectaron nuevos programas clínicos, pero pocos llegaron a cristalizar; y el mercado negro volvió a florecer. Las consecuencias fueron la aparición de los gángsters en escena y la menor disposición de los médicos a extender recetas. También el clima moral estaba cambiando, sobre todo merced a la influencia de las historias sobre el "Horror de las Drogas" procedentes de los Estados Unidos.

Marks llevó a efecto en North Chesire aquello que los reformistas de la década de los sesenta habían vislumbrado. Proveyó un servicio especializado para los drogodependientes. Su clínica se aseguró de no facilitar a nadie más de lo que necesitaba. La policía local se contó entre sus muchos defensores. Un estudio bienal publicado en 1.990 sobre parámetros de criminalidad relativos a adictos a largo plazo, antes y después de su paso por el programa de Marks, señalaba que el 93% recayeron en el robo y el atraco. Un inspector de policía declaró a The Guardian la pasada semana: "Podías ver como se transformaban ante tus ojos; llegaban en condiciones deplorables, teniendo que robar a diario para pagarse sus drogas ilegales. La mayoría llegaban a ser personas amistosas y razonables y ciudadanos legales".

Se dice que hubo tres factores que influyeron en la destitución de Marks. En primer lugar, la inexistencia de un amplio programa médico de investigación que pudiera demostrar los beneficios del proyecto. Segundo, la ambigüedad de la autoridad sanitaria local sobre su propia posición moral: ¿tenemos obligación de apartar a los drogadictos de la droga?. Tercero y probablemente decisivo con los presupuestos en discusión: el precio. Un programa anual de metadona tiene un coste estimado de 500 libras esterlinas, mientras que el mismo programa a base de utilizar heroína costaría diez veces más. Marks culpa de la inflación del precio al principal fabricante de heroína, dada su situación monopolística en el mercado.

Paradójicamente, los llamamientos en pro de la liberalización de la heroína tienen menos eco social que la despenalización del cannabis. William McKelvey, diputado laborista escocés y miembro del Comité de Asuntos Escoceses, investigó el narcotráfico en Strathclyde y pidió, a principios de año, que se suministrara heroína en Glasogw como parte de un programa experimental a largo plazo. El comité de investigación le respondió que Glasgow era la ciudad europea con mayor número de adictos a las drogas inyectables. Igual que en el caso de Short, la propuesta de McKelvey fue rechazada por los líderes laboristas, aunque con menos publicidad. Nada cambiará hasta después de las elecciones.



Este artículo apareció en la editorial del prestigioso diario médico THE LANCET en el ejemplar del 11 de noviembre de 1995 (Vol. 346, num. 8985) 
Así mismo apareció publicado también en: News - London perspective; Malcolm Dean pág. 1285

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