Estar este año en la Feria
Alimentaria me hizo observar el estado anímico de las marcas, analizar en lo
que basaban hoy su estrategia de marca, reflexionar sobre cómo habían actuado
desde el inicio de la crisis y analizar cómo debía ser el futuro de las mismas.
Las nuevas formas de consumo, caracterizadas por la reflexión, la búsqueda de
opiniones y la comparación, imponen un cambio en la estrategia de las marcas.
Un año más la Feria Alimentaria
ha sido el gran protagonista de las noticias económicas, sociales y de
tendencias publicadas en todos los medios de comunicación del país. Esta
edición, el certamen se ha enfrentado a una situación, muy diferente a las de
años anteriores, marcada por la coyuntura económica, que azota los diferentes
sectores en nuestro país. Las marcas vienen con los ánimos bajos, muchos dejan
de ser expositores para convertirse en visitantes, menos gente por los pasillos
aunque más reuniones, acuerdos que se cierran, pocos productos expuestos para
los visitantes pero cuidadas vitrinas y semi lineales con las últimas
novedades.
A medida que se van celebrando
las diferentes ediciones de Alimentaria, observo como se aleja del concepto de
exposición propiamente dicho, para posicionarse como evento, convirtiéndose en
un gran atractivo para el público, la prensa y especialmente, las marcas. Numerosas
actividades reúnen a los mejores profesionales del país, atentos a las últimas
tendencias del sector, posibles nichos u oportunidades de mercado o incluso de
negocio. Los observas, escuchas y analizas como realmente el mercado de consumo
y servicios han dado un giro de 180º. Hay
un cambio del status
quo para
marcar una nueva era para las marcas, es la “era de la cercanía”.
Una cercanía marcada por el
diálogo, la comprensión, el entendimiento y acercamiento entre ambos sujetos:
la marca y el consumidor. Se compra desde la confianza, se exige la
máxima sinceridad en la comunicación que estas realizan sobre sus productos o
servicios. El consumidor necesita que la marca arrime el hombro, que entienda
lo que necesita, lo que motiva, lo que gusta y lo que se está dispuesto a
pagar.
Las marcas reaccionan y prodigan
el acercamiento emocional que marca la estrategia comercial que es capaz de
crear una empatía con el target. Qué fácil es decirlo y qué difícil resulta
aplicar la empatía en nuestras relaciones diarias, ¿verdad? ¿Se imaginan,
entonces, ante la dificultad que se encuentran las marcas?
Durante muchos años se ha estado
segmentado el mercado por valores cuantificables de edad, sexo; porcentajes que
nos decían a qué clase social o hábitat pertenecía; datos que venían
reforzados, en la mayoría de ocasiones, de resultados de test al consumidor,
que nos permitían conocer algo más de él y especialmente, de su intención de
compra. Con la crisis, la cosa cambia. La relación se vuelve puramente
comercial, las marcas del fabricante entran agresivamente en una guerra de
precios que viene condicionada por la política que llevan a cabo las diferentes
enseñas de la distribución, por todos conocidas como la MDD o MD.
La relación de noviazgo
se ha enfriado, ya
no existe esta complicidad marca – consumidor. Pero, ¿cuál es el motivo?
Una relación basada en acciones
de telemarketing o promociones agresivas en las que el precio ha sido el
principal vehículo conductor de la misma, conduce a unas ventas
inmediatas pero también a un sentimiento de alejamiento y desasosiego que gira
entorno al mismo efecto: “la marca ya no está a mi lado”, “esta no es mi
marca”. El individuo ya no siente que la marca esté cerca de él, teniendo la
sensación de que se trata de una relación puramente comercial, en la que el
dinero es lo más importante.
Las marcas llevan desde 2009
centrándose en el precio. La gran mayoría lleva meses llevando a cabo
estrategias puramente tácticas para poder mantener el volumen en ventas,
sacrificando así la ya citada vinculación emocional. Es cierto. El consumidor
centra su atención en cualquier variación de precios, pero este esfuerzo
comercial que realizan las marcas solo es una inversión a corto plazo, no se
construyen los pilares de la relación entre los dos agentes.
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