De la foto única al Ensayo


Habitualmente los fotógrafos suelen abordar un tema buscando aquella imagen única que sintetiza un momento o que logra expresar el sentido más profundo de lo que se quiere mostrar. Se elige el tema, el punto de vista, el ángulo y el instante. En esos cuatro elementos del acto fotográfico queda sintetizada la búsqueda de la fotografía. Pero lo cierto es que el Ensayo, como un género de la fotografía, sea probablemente a lo máximo que se puede aspirar como realización.

La mayoría de las veces una foto puede llegar a mostrar el instante más significativo de un hecho, y de eso se nutre el fotoperiodismo, donde cada tema es ilustrado con una imagen, a veces dos, dependiendo de la importancia del suceso.

fotografía ensayo


Los programas especificos de edición permiten visualizar las imágenes como si fueran planchas de contacto, y eso nos da una idea general de la secuencia de imágenes realizadas.

En algunas circunstancias, como puede ser un vuelco espectacular de un coche en una competencia automovilística, una jugada magistral en el fútbol, es mejor disponer de una secuencia de imágenes que muestra el desarrollo inmediato del hecho, los momentos previos, el instante preciso y las consecuencias.

A veces, quizá las menos, se realiza algo que suele llamarse “fotorreportaje”, constituido por un conjunto de imágenes que muestra un hecho de manera más completa, ya sea realizado por un solo fotógrafo como por un grupo de fotógrafos que son enviados a cubrir un evento de mayor trascendencia, como pueden ser las exequias de un ex-presidente, las elecciones, un terremoto, en fin, hechos que por su dimensión o incidencia social requieren, para ser ilustrados de manera más completa, de varias fotografías.

En cambio, el Ensayo Fotográfico, si bien puede tener, como de hecho las tiene, un anclaje o relación con el fotorreportaje en su concepción básica, es mucho más que contar una historia recurriendo al poder narrativo de la fotografía. El Ensayo no es narrar sino que se basa en mostrar y opinar sobre algo.

Ha sido definido como “una colección de imágenes que, colocadas en un orden específico, cuentan la progresión de los acontecimientos, las emociones vividas y los conceptos que se desean trasmitir a través de la historia que se captó primeramente y se relata con su presentación”. Pero esa definición es aun incompleta y se adapta mejor al fotorreportaje. En su texto “El Momento Decisivo”, Henri Cartier-Bresson lo explica: “El reportaje plantea los elementos de un problema, fija un acontecimiento o unas impresiones. Un acontecimiento es siempre tan rico que uno gira alrededor mientras se desarrolla, buscando una solución. A veces se la encuentra en pocos segundos y otras veces exige horas y días; no hay solución estándar, no hay recetas, hay que estar preparados como en el tenis; los elementos del tema que hacen saltar la chispa, frecuentemente están separados; uno no tiene el derecho de unirlos por la fuerza; fabricar una puesta en escena sería trampear. De ahí viene la utilidad del reportaje; la página reunirá esos elementos complementarios repartidos en varias fotos”. Una curiosidad en el Cementerio donde una cruz solo dice: "José Miguel Turismo a Pata". Al preguntarle a un lugareño, me contó que esta enterrado un hombre muy pobre, que se ganaba unos pesos mostrándole la ciudad a los turistas, lo cual hacía caminando.

Si bien el principal corpus de su trabajo gira en torno a la foto única, Cartier-Bresson fue el autor de varios ensayos paradigmáticos: “De una China a la Otra”, “A propósito de la URSS” (fue el primer periodista occidental que pudo visitar la Unión Soviética tras la muerte de Josef Stalin), y tantos otros.

Sin dudas, la idea o el concepto del Ensayo deviene de la literatura, constituyendo probablemente el mayor punto de contacto que tiene con la fotografía. La idea del Ensayo pertenece al mundo de la antigüedad, cuando los filósofos pensaron en poder clasificar los diferentes géneros de la literatura. Hoy esa idea se conserva como lo fue en un principio, y es así que en la cubierta de los libros se suele ver una indicación respecto al género o linaje de la obra: poesía, novela o narrativa, cuento, teatro, ensayo...

El catedrático de literatura José Luis Gómez-Martínez es muy específico: “El ensayo es un escrito en prosa de extensión moderada que se caracteriza por ser una cala profunda sobre un tema que no se pretende agotar. El ensayo es una reflexión desde la perspectiva personal de un autor implícito que se presenta como proyección artística del autor real”.

También puntualiza otros conceptos que calzan perfectamente en la idea del Ensayo Fotográfico, y es que “se busca influir en la opinión del lector; pero no lo hace dando ideas hechas (como en un tratado o como en las obras didácticas). El ensayista desea que el lector adopte su modo de pensar (o lo comprenda como un posible modo de pensar)” y, además, suele hacerlo “con temas de actualidad en conexión con la condición humana. Por eso, en los mejores ensayos, lo actual transciende lo temporal. Muestra diversas perspectivas que transcienden lo particular cultural”. El fotorreportaje, en cambio, está demasiado anclado en lo que es la noticia, el hecho de actualidad. En el Ensayo se abordan temas más universales, atemporales y por sobre todo de interés social. Tampoco es una búsqueda de la verdad como un ente absoluto, sino que lo que se pretende es mostrar la realidad desde la visión del autor, es decir, el ensayo no pierde su esencia subjetiva ni es prueba de nada. Es un hecho estético que profundiza en la realidad, a la que toma como materia de reflexión. No puede ni debe ser dogmático ni tiene por que seguir un orden cronológico ya que no es una secuencia. Por eso, en el Ensayo es esencial el compromiso de su autor, la necesidad de involucrarse en el tema.

Para entenderlo, lo mejor es apreciar la obra de fotógrafos como Adriana Lestido quien, probablemente en Argentina, ha llevado al género a su expresión más acabada, o los trabajos de Marcos Zimmermann sobre el Río de la Plata, así como el ineludible “Mar del Plata ¿Infierno o Paraíso?” de Ataúlfo Pérez Aznar, o el más lejano en el tiempo como lo fue “Humanario” de Sara Facio y Alicia D’Amico, con texto de Julio Cortázar, autores que cada uno con su estilo, han desarrollado en nuestro país este género.

El Ensayo es probablemente lo máximo a lo que un fotógrafo debería aspirar en relación a generar una obra. Y esto lo vemos en las exposiciones, muchas de las cuales no dejan de ser un conjunto de fotografías que tienen en común la técnica de realización –a veces ni siquiera eso- tomadas en un período de tiempo por una sola persona, en tanto que otras muestras, las más interesantes, se basan en el desarrollo de un tema, sobre el cual se muestran sus diferentes facetas desde distintos ángulos y momentos, permitiéndonos comprender el compromiso en la mirada del autor. Es distinto, y cabe hacer la aclaración, la muestra retrospectiva, donde el énfasis está puesto en la trayectoria del autor pero, para eso, además de talento hace falta años en el oficio.

Realización de un Ensayo


En la década de 1950, Jack Delano, quien por entonces era el director de la Televisión educativa de Puerto Rico, decidió hacer un documental sobre Pablo Casals, quien estaba exilado en la isla desde la asunción del franquismo al poder en España. Según relata Delano, comenzó a seguir sus actividades cotidianas con una cámara de 16 mm pero, en un momento, Casals, lo increpó: “Veo que me anda filmando en todo momento pero, ¿tiene un guión?”, a lo que Delano le respondió que lo iba a escribir después. “Usted es músico, ¿no es cierto?” siguió diciéndole Casals, “Y sabe que la música tiene una estructura, un comienzo, desarrollo y conclusión. Pues bien, quiero que primero escriba un guión y me lo trae”. Esa misma noche Delano casi no durmió escribiendo el guión para su documental y al otro día se lo presentó a Casals, quien le dio una rápida lectura y lo aprobó, permitiéndole seguir con su documental.

Pues bien, un Ensayo debe sustentarse en una estructura formal, equivalente a un guión, por lo que el autor debe pensar en las imágenes antes de realizarlas. Eso no significa producir las imágenes, algo que es contrario al Ensayo, sino en establecer un plan de acción para lograrlas e ir descubriendo todo lo que la realidad le ofrece.


Por lo tanto, lo primero que se debe elegir es el Tema, que debe estar establecido de manera clara para que el trabajo no se convierta en un conjunto de fotografías más o menos relacionadas entre sí.

Naturalmente, el tema debe ser de interés social si se desea lograr éxito en la propuesta, si bien hay fotógrafos que tienen el suficiente “talento” como para inventarse un tema y luego imponerlo, a fuerza de su propio prestigio, haciéndonos ver una frivolidad intrascendente como algo importante.

La segunda instancia es investigar el tema. Hoy en día, gracias a esta inmensa e inagotable biblioteca que es Internet es posible obtener información sobre cualquier tópico pero, de la misma manera, se corre en riesgo de caer en sitios, especialmente los blogs, cuyo contenido puede ser de dudosa seriedad.

Por lo tanto se tienen que tomar como fuentes los sitios pertenecientes a instituciones conocidas o de autores de prestigio. Esta etapa es muy importante, y no estaría de más tratar de entrevistar a personas que sean conocedoras del asunto que pensamos abordar.

La etapa de la investigación debería coincidir con la planificación, ya que existen relaciones que inciden en ambas cuestiones. La planificación es esencial, y la misma incluye el listado de lugares o de situaciones que no deberían faltar.

En la planificación se debe tener en cuenta la época del año, las condiciones generales de la luz, determinar a priori cuáles son las mejores horas de trabajo, en fin, lo que hace al ensayo en sí mismo.

La penúltima etapa es la realización, sin dudas la más apasionante de todas junto a la edición final. En ella volcamos toda nuestra experiencia de fotógrafos y al tiempo que nos ajustamos a la planificación no debemos dejar de sorprendernos –y fotografiar- las incidencias que puedan ir surgiendo. Es el momento de ejercitar nuestra inteligencia visual en plenitud.

Roy Stryker, el jefe de la Sección Histórica de la Farm Secutity Administration (FSA), cuyos fotógrafos realizaron en la década del 30 el mayor ensayo imaginable sobre la sociedad estadounidense a lo largo y ancho del país durante la Gran Depresión, le enviaba notas a sus fotógrafos donde les decía: “Cuando entres a la casa de un granjero, fíjate cómo son sus zapatos, si su camisa tiene botones, qué cosas hay colgadas de las paredes”. En rigor, no era una orden de lo que debían fotografiar, sino una manera de que miraran todo, que estuvieran atentos a los detalles.

Cuanto más amplio es el tema corremos el riesgo de perdernos en su realización, o puede llevarnos mucho tiempo. Además, podemos descubrir que un Tema puede dar lugar a muchos otros, y entonces hay que tener la suficiente sensibilidad –y capacidad- para saber orientarse, modificar la propuesta original y cambiar de rumbo. No existen guiones de “hierro”, esto es, inmodificables.

Cuando se desarrolla un ensayo que involucra a personas en su intimidad como puede ser su casa, hay que ganarse su confianza y eso lleva tiempo. Una buena idea es la primera vez hacer pocas fotos, incluso convencionales, de la o las personas, luego obsequiarles impresiones de 10 x 15 cm o un poco mayores, y seguir en otro momento con las fotos. En general, se necesita ir muchas veces y solo cuando uno percibe que las fotos comienzan a repetirse, entonces es el momento de concluir el trabajo.

Aunque suene a verdad de perogrullo, siempre se debe trabajar con la máxima calidad posible. Si lo hacemos con una cámara digital, las tomas deben hacerse el formato RAW+JPG de calidad y tamaño medio. Los archivos JPG son fácilmente manipulables

A medida que el proyecto avanza, se sugiere ir haciendo ediciones parciales. Primero, para descartar todas aquellas fotos que presenten algún tipo de defecto técnico, como puede ser el enfoque o encuadre incorrecto, falta de nitidez (cuando el tema la requiere), etc. No vale la pena conservar esas imágenes si bien cuando existe una duda, entonces es mejor guardarlas para mirarlas más adelante. De esa manera, del grupo de fotos sacadas vamos separando en una carpeta las que sean de mayor calidad técnica y estética.

Esa revisión de lo que se ha producido permite analizar como avanza el proyecto, qué tomas nos faltan e, incluso, cuáles conviene intentar hacer de nuevo, por ejemplo en mejores condiciones de iluminación. Volver a visitar un sitio ya fotografiado no significa que vamos a hacer las mismas fotos, sino que gracias a la experiencia visual anterior podemos ahondar un poco más. Uno termina por fotografiar mejor aquellos sitios que mejor conoce.

La edición final


Es el paso fundamental, para el cual hay que estar muy compenetrado con el tema para tener bien claro lo que se quiere decir y la manera como hacerlo. La opinión de colegas y de amigos puede ser de una gran ayuda puesto que al no estar involucrados en la realización de las imágenes, en las cuales tiene cierto peso en el autor la experiencia vivida, tendrán una mirada sin aquella carga y apreciarán las fotos sólo en su propia dimensión.

De todas maneras, es bueno dejar pasar un tiempo, quizá algunas semanas, entre la realización de las fotos y su edición, porque eso nos permite tomar distancia de los hechos y ver las fotos de manera menos apasionada.

Con algún programa de edición, como el Lightroom o el que acompaña a la cámara, podemos hacer pequeñas impresiones de cada imagen, u ordenarlas en la computadora, para tener una idea del conjunto de fotos.

Es importante no cambiarle el nombre a los archivos, ya que si trabajamos sobre los JPG, al conservar la numeración proporcionada por la cámara tenemos la secuencia de realización y, lo que es más importante, la forma directa y rápida de encontrar luego los archivos RAW.

El primer paso es agrupar las imágenes por similitudes, aquellas que compiten entre sí porque son del mismo sujeto o circunstancia, eligiendo la que sea la más representativa del grupo. No hay nada más tedioso que se muestren dos o tres fotos parecidas porque el autor ha dudado en la elección. Es lo mismo que en un texto se repita una misma frase con sutiles diferencias entre sí: no tiene ningún sentido decir exactamente lo mismo de diferentes maneras.

Al tener elegidas las fotos que consideramos merecen ser mostradas como una obra, es decir, un Ensayo, lo siguiente es determinar la manera como serán mostradas. Las alternativas son varias: la edición de un libro, una exposición, proyección o, sencillamente, pasar a integrar un sitio Web. En cada uno de esos modos la cantidad de fotos puede varias desde un centenar en el libro, a pocas decenas en una exposición (la cual dependerá del tamaño de la sala y del formato de las impresiones), del tiempo disponible una proyección o del espacio en un sitio web.

En general, una exposición de 30 a 50 fotos se puede considerar adecuada y, para un sitio Web, alrededor de 20 imágenes.

Cuando tenemos el conjunto así armado, de fotos con el mismo estilo sobre un tema pero diferentes entre sí, en la cantidad que nuestro proyecto requiere, se debe pasar al siguiente paso en la edición, que es ver cuáles funcionan mejor al lado de la otra. La secuencia no tiene por qué ser cronológica, sino que su armonía debe estar dada por la estética y el contenido. Esta es la tarea que puede llevar más tiempo y que, a su vez, podemos ir modificando.

Si trabajamos con pequeñas impresiones de 12 x 9 cm sobre una mesa en la cual vamos armando la secuencia, podemos volver una y otra vez, haciendo modificaciones, quitando y poniendo fotos. Es un trabajo de varios días hasta que, finalmente, obtengamos un conjunto en base a una estructura que nos sea satisfactoria.

Debe tenerse presente desde un comienzo que un Ensayo no se puede realizar en una semana; en general es un proyecto de largo aliento, quizá de meses dependiendo del tema, al cual uno se debe entregar convencido de su importancia y con el necesario entusiasmo como para darle inicio y un fin. Muchas veces los ensayos se muestran a mitad de camino, en lo que los autores anglosajones definen como “Work in Progress”, que indica que lo mostrado no es la obra definitiva puesto que aún se encuentra en su etapa de realización.

Por último, es interesante escribir un texto sobre el trabajo presentado, para explicar aquello que las fotografías no pueden mostrar. La mayoría de las veces, los autores más afamados recurren a escritores. Así Jean Paul Sartre prologó ensayos de Henri Cartier-Bresson, Eduardo Galeano la obra de Sebastião Salgado, Mario Vargas Llosa la de Xavier Miserachs o Julio Cortazar la de Alicia D’Amico y Sara Facio. Salvando las distancias, un buen texto escrito por el propio fotógrafo, de manera sencilla, diáfana, completa la obra visual así que, por lo tanto, además de asistir a cursos se debería participar de un Taller de Escritura para enriquecer el propio trabajo.

No hay comentarios :