Los cortos de David Lynch


En la filmografía de David Lynch se puede apreciar claramente que el lenguaje cinematográfico se adapta siempre (a veces incluso de forma brutalmente anárquica) a las necesidades estilísticas de la particular visión del director, sin tener en cuenta el cruce de géneros, estilos o disciplinas artísticas. Aunque esto sea una constante, en sus primeras obras es más notable, de hecho, en algunos casos el único hecho que puede vincular sus producciones con lo que conocemos comúnmente por cine es la existencia de una cámara, por ejemplo, en sus dos primeros cortometrajes, Seis hombres enfermos (Six Men Getting Sick, 1967) y El alfabeto (The Alphabet, 1968). 

Lynch cortometrajes


En el primer caso estamos ante un experimento a caballo entre el cine y la pintura, donde el primero se doblega al otro prestándole su principal medio de expresión que es el movimiento. En realidad no se debería considerar un cortometraje, más bien es un cuadro en movimiento. Aquí Lynch trabaja con los colores, el movimiento, y el sonido para crear y trasmitir una sensación de angustia y de dolor muy directa por medios nada convencionales. En el caso de El alfabeto, parte de las mismas pautas pero con un argumento un poco mas desarrollado, es como si a través de sus cortos se fuera cambiando el peso de la balanza Cine-Pintura. Tenemos una serie de repeticiones (uno de los motivos preferidos de Lynch) dentro del sueño, utilizando de nuevo la pintura, pero esta vez más integrada en la imagen en movimiento que en el caso de Seis hombres enfermos. En palabras del propio director, está basada en un sueño que le contó su sobrina, que aquí es usado para mostrar el miedo al error en el aprendizaje. El siguiente corto La Abuela (The Grandmother, 1970) es todo un ejercicio de surrealismo relacionado en su estilo con el Buñuel de Un perro andaluz y La edad de oro. De nuevo, el lenguaje del cine y sus medios es utilizado de forma anárquica y nada convencional para mostrarnos algo primigenio como puede ser el concepto de una palabra o una realidad; en este caso se trata de abuela en todo el corto se nos habla de una realidad, en este caso protectora y aislante del terrorífico mundo exterior a la conciencia de un niño. Su abuela es una creación propia del infante, y para él únicamente, su desaparición le lleva al abismo de lo real y al desarraigo dentro de una familia en la que el maltrato va implícito. En La amputada (The Amputee, 1974)observamos ya un tratamiento más convencional del lenguaje, incluyendo diálogos y sonido ambiente. Lynch la rodó para probar el celuloide que tenía un amigo. El argumento es simple, una chica a la que han amputado las piernas, es curada por un enfermero mientras habla por teléfono. Está rodada en plano secuencia y en general es un ejercicio bastante realista (menos el vendaje que hace el enfermero interpretado por el propio Lynch). El vaquero y el francés (The Cowboy and the Frenchman, 1998) es una obra curiosa. Está narrada siguiendo todos los cánones de lo que el común de los espectadores llama cine, existen diálogos que acompañan a la imagen, existe una banda sonora, se respetan los movimientos de cámara, no hay saltos de eje ni se utilizan técnicas extrañas, pero tiene el inconfundible toque Lynch. Es una absurda historia ambientada en un oeste tópico; un grupo de vaqueros se encuentran a un francés en medio del campo y a partir de aquí se dan las situaciones más absurdas y descacharrantes. El tópico es la base del argumento, el francés lleva una boina y un traje a rallas, un maletín de viaje donde encuentran queso, vino, caracoles y una carta a su novia, además de fotos de la torre Eiffel. Los vaqueros: el jefe es sordo por un accidente infantil, otro repite lo que dice el veterano continuamente y para rematarlo todo, incluso aparece un indio que lleva diez días siguiendo al francés "porque tenía curiosidad". Costumbrismo cómico norteamericano. El último cortometraje es parte de una experiencia que se puso en marcha en el centenario del cine, el llamado Proyecto Lumière (Lumière et cia, 1995)en el que varios directores tuvieron la oportunidad de rodar con una cámara original de los hermanos Louis y Auguste. La condición era no rodar más de 55 segundos, con luz natural y sin cortes en cada toma de las que sólo les permitían tres. El resultado es un desasosegante corto que demuestra la maestría de Lynch cuando se le da libertad para hacer lo que mejor sabe, plasmar emociones interiores y rodar terror materialista pero que a la vez nos señala la dificultad de tratar la luz que tenían los primeros camascopios.

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