El diseño, en
sus múltiples vertientes, ha demostrado ser una pieza clave y esencial para la
buena marcha de los negocios. El gran éxito de muchas empresas y firmas, su
crecimiento y su prestigio de cara al resto de la competencia y, más importante
aún de cara a los consumidores, se encuentra íntimamente vinculado a la
importancia que tales compañía conceden a los procesos de diseño.
Desde la
creación de un logotipo y, de manera más amplia, de la identidad corporativa de
una empresa, hasta la creación del producto en sí mismo, sin olvidar el
desarrollo de todo tipo de elementos publicitarios e incluso del propio
embalaje de los productos ofrecidos, todo ello es fruto del diseño.
Cada año,
informes como los realizados por la Sociedad Estatal para el Desarrollo del
Diseño y la Innovación u otros organismos y firmas de análisis, concluyen que
las empresas que más crecen son aquellas que destinan una mayor parte de la
inversión a mejorar la calidad de los productos.
Siete de cada
diez compañías consideran que el diseño tiene una importante incidencia en el
aumento de su facturación, a la vez que el 62% de las empresas manifiestan que
el diseño es una de las piezas clave en la construcción de la imagen
corporativa y en la consecución de mejores resultados a través de esta.
Aumento de la
productividad, de la facturación, de los ingresos y de los beneficios, ampliación
de los mercados, mejora de la imagen corporativa, etcétera, son sólo algunas de
las ventajas que el diseño aporta a las empresas y que las ayuda a afrontar
mejor períodos de crisis e incertidumbre como el actual.
Como vemos en la Escuela de Diseño de Madrid, el diseño
requiere de inversión. Y aunque en la actualidad muchas de sus acciones están
accesibles económicamente para pequeñas y medianas empresas, son las grandes
compañías las que más invierten en diseño y las que cada día, precisan de más
profesionales con talento.
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