Claves para la buena
comunicación
Para que nuestras relaciones personales sean exitosas resulta
necesario establecer una buena comunicación; entendiendo como tal, la facultad
que tenemos los seres humanos para emitir un mensaje y que nuestro receptor
reciba, valga la redundancia, exactamente aquello que queremos transmitir.
¿Te has fijado que a veces dices una cosa y la persona que lo
recibe lo interpreta de un modo distinto a lo que tú querías transmitirle? Lo
que se dice es importante pero no lo es menos la forma en que se dice, y mucho
menos lo que la otra persona percibe. El juego de la comunicación es en el fondo un juego de
percepciones. Por eso el marco que tengamos nosotros y el que
tenga nuestro interlocutor resultan fundamentales para entendernos. El Dr. Lair
Ribeiro dice: “De la misma manera que el marco de un cuadro puede cambiar la
percepción que tengamos de él, también el contexto psicológico de una
conversación puede influir decisivamente en sus resultados”
Y es que si escarbamos un poco, nos daremos cuenta que buena parte de la problemática que tenemos los
seres humanos se reduce en su esencia a una falta de buena comunicación.
Es esta la que crea nuestra realidad personal y social. Tan importante es la
comunicación, que el propio Daniel Goleman asocia en gran medida la
Inteligencia Emocional a la capacidad comunicarse con calidad, tanto con uno
mismo como con los demás. Pero claro, aquí el gran problema tal y como apuntaba
George Bernard Shaw es que “el problema de la comunicación es la ilusión de que
ha ocurrido”. Necesitamos por tanto, que nuestra comunicación sea efectiva.
Uno de los primeros errores
que cometemos en la comunicación es pensar que solo es
hablada. De hecho no es posible no comunicar, y según diferentes estudios
tan sólo cerca de un 7% de lo que comunicamos es a través de la palabra, es
resto cae en factores como el tono, el timbre, la postura y los movimientos.
Como diría Borges "nos entendemos a pesar de las palabras". Es decir,
en comunicación el «cómo» es más importante que el «qué». Muchas veces
prestamos atención al qué le voy a decir y se nos olvida que lo más valioso a
la hora de comunicar son los cómos. Y si tienes que elegir una característica,
elige la sencillez. No se trata de comunicar con palabras especialmente
rebuscadas, se trata de comunicar
idea a idea de
la forma más sencilla posible, siendo consciente de que
incluso el propio
silencio comunica y que si uno quiere convertirse en un
buen comunicador, también ha de ser un buen gestor de los silencios.
Aunque quizás uno de los aspectos más importantes a tener en
cuenta en la comunicación y que hará que lo comunicado tenga impacto en el
receptor, es que lo
que comuniquemos sea congruente. Si diferentes personas
empujan una caja en distintos sentidos, ¿en qué sentido se moverá la caja? Lo
mismo sucede con la comunicación, si nuestro lenguaje verbal dice una cosa y el
corporal otra, no transmitiremos nada. Del mismo modo sucede si no existe
coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, y aquí siempre nuestras
actuaciones hablan más alto que nuestras palabras.
También a
nivel interior la congruencia resulta clave. En caso contrario
no funcionará. Desde un punto de vista interior, una comunicación es
incongruente cuando tomamos una decisión y no actuamos en consecuencia, cuando
deseamos algo sintiendo que no lo merecemos, cuando perseguimos objetivos
contradictorios, cuando una parte de nosotros dice que sí pero otra que no. Y
así, la comunicación interior no funciona.
En definitiva, que la comunicación resulta clave tanto para la
felicidad como la consecución de nuestros objetivos, y aunque solamos echar la
culpa de nuestros malos entendidos a los demás. Un buen comunicador no se evade
de que llegue el mensaje tal y como quiere que lo haga.
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