Babia - El otoño del mito

ALLÁ DONDE LEÓN GUIÑA UN OJO A ASTURIAS, UNA COMARCA SALUDA AL OTOÑO BAJO UN CATÁLOGO DE AVES QUE PESPUNTEAN LEYENDAS MILENARIAS. EL ESCRITOR LEONÉS JESÚS TORBADO RECORRE LAS RUTAS QUE DURANTE SIGLOS SIRVIERON DE AUTOPISTA A LA TRASHUMANCIA Y HOY SON TENTACIÓN DE SENDERISTAS. BIENVENIDOS A LA NATURALEZA CON MAYÚSCULAS. BIENVENIDOS AL MISTERIO.

La laguna glacial llamada de Las Verdes, cerca de donde nace el río Sil, pasa el invierno invisible, cubierta por el hielo, mientras que en verano se rodea de lujosa vegetación y florecillas innumerables. Se abre a los pies de una enorme peña cortada a cuchillo y llamada Picos Albos, de 2.186 metros. Es la más bella de las que puntean los prados de Babia, junto a la Grande. En las cercanías, ya en la vertiente asturiana pero muy accesible desde Babia, se abren otros lagos solitarios, como Saliencia, Del Valle y La Cueva. Numerosas ermitas, algunas de estirpe románica como la de Nuestra Señora de Prudena (derecha), resisten el paso del tiempo encaramadas en pequeños oteros o agazapadas en los valles. Son los más interesantes monumentos arquitectónicos de Babia, aparte de puentes, hórreos y algunas casonas señoriales, como el recuperado palacio de los Quiñones en Riolago de Babia. En tan solitarias alturas, los animales que mejor resisten son algunas aves especializadas, como el picapinos Pico Menor (Dendrocopus Minor), relativamente libres de los cazadores y amparados por la ZEPA (zona especial de protección).

Quiñones en Riolago de Babia


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