Galicia, reflejos del Futuro

LA LUMINOSA VITALIDAD OURENSANA, EL ETERNO PAISAJE GRANÍTICO DE COMPOSTELA Y EL SALITRE ATLÁNTICO QUE AROMATIZA LAS CALLES DE A CORUÑA COMPONEN TRES MICROCOSMOS QUE SON TAN DISPARES COMO COMPLEMENTARIOS.

Cuesta imaginar mejor manera para descubrir Ourense de un vistazo que desde su viaducto ferroviario, privilegiada atalaya de hierro fechada en 1958 que permite divisar, apostados contra el cristal de los vagones, el imperial y perezoso zigzagueo del río Miño, el milenario puente romano, esa almendra central esplendorosa que esconde su extraña catedral entre callejuelas. Ourense tiene algo de portugués, pero también un porte adusto que rememora a las nada lejanas mesetas castellanas y un espíritu luminoso, vitalista, que tira por tierra el arquetipo de esa Galicia melancólica y ensimismada. 

Ourense

Entre otras razones, porque en la más atípica de las capitales gallegas no llueve gran cosa, el sol calienta a los bañistas de sus termas fluviales hasta bien entrado el mes de octubre y los rincones de la ciudad antigua son un hervidero donde se come y bebe sin que nadie parezca interesado en retornar al refugio del hogar.

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