Ante la publicación de dos libros de antiguos cuentos japoneses traducidos por su bisabuelo, Gonzalo Jiménez de la Espada
JP: Fue
una rara avis. Recién casado, con un niño recién nacido, Eduardo, se fue en
1907 a Japón a enseñar español. Allí nació mi abuela, Ana, y otro hijo,
Ricardo. Todos fueron observadores y participantes del gran cambio de Japón de
primera mano, viviendo entre los japoneses como una familia más. Gonzalo sabía
inglés y francés y allí aprendió japonés. Tradujo y escribió sobre Japón, entre
otras cosas, estos dos libros de cuentos, “Cuentos del Japón Viejo” y “Leyendas
y narraciones japonesas”, dos joyas editoriales que mi abuela me leía de niño.
Lo hizo todo convencido de que Japón, en su plan educativo, podía ser un modelo
válido para España. Todo esto antes de la primera guerra europea. Fue un
“español por el mundo” ilustrado cien años antes de que existieran los
españoles ilustrados por el mundo. Fue también un adelantado del Instituto
Cervantes, lo que hoy llamaríamos un embajador cultural.
FGR: En cierto modo vino a tomar
el relevo de Lafcadio Hearn (1850-1904),
llamado allí Koizumi Yakumo. Ambos vivieron de lleno la incorporación del Japón
a la Modernidad, lo que conocemos como Era Meiji.
JP: Gonzalo
vivió en Japón mientras allí vivían Lafcadio
Hearn o Basil
Chamberlain, mientras Fenollosa lo visitaba. Más que tomar el
relevo, él fue un Lafcadio Hearn a la española. Podemos imaginar lo apasionante
de vivir en el Japón Meiji, posiblemente una de las transformaciones nacionales
más radicales de la historia. Japón pasó de ser un país vetado a los
extranjeros y que no permitía la salida de sus nacionales durante más de
doscientos años, a ser una nación empeñada en estar a la cabeza del pelotón
internacional más avanzado. La metamorfosis del Japón Meiji es digna de
un transformer del
siglo XXI.
FGR: Estos dos libros preciosos,
tanto por sus textos, como por sus ilustraciones, son reproducción de los
publicados allá en aquella época...
FGR: Son cuentos sin moraleja, muy
distintos de aquellos que constituyeron para algunos de nosotros la matriz
educativa del subconsciente. ¿Cuáles son sus características básicas y qué les
hace contrastar tanto con los cuentos de hadas que conocemos?
JP: Son
cuentos tradicionales y comparten aspectos de la estructura del cuento
tradicional, pero difieren en bastantes cosas: hay mucho animismo, los animales
tienen un mayor protagonismo, la moral que destilan es sintoísta (de carácter a
veces casi chamánico), confucianista y budista. Hay también bastante sentido
del humor y finales desconcertantes para un lector occidental. Como apuntas, no
estaría mal que estos cuentos colonizaran aunque fuera en pequeña medida el
subconsciente español para hacerlo más atento a la naturaleza, a los pequeños
detalles y extraños detalles.
FGR: Tu bisabuelo fue el primer
español en subir al monte Fuji y, al contrario que sus precedentes hispanos en
“japonología”, no era jesuita sino un regeneracionista amigo de Julián
Besteiro...
JP: Gonzalo
fue un regeneracionista. Estudió en la segunda promoción de la Institución
Libre de Enseñanza, con Antonio y Manuel Machado, Julián
FGR: Un poco de cotilleo, creo
que Millán Astray le “robó” una traducción...
JP: Mi
bisabuelo tradujo en 1909 para el editor Daniel Jorro El Bushido, un ensayo
sobre el espíritu japonés escrito por Nitobe en inglés, un libro
particular y muy popular en el mundo anglosajón. Tras la guerra civil, Millán Astray sintió
que la ideología del Bushido era de aprovechamiento para los jóvenes miembros
de la Falange y publicó una traducción en 1941 del Bushido en la que él mismo
confesaba en la introducción que, dado su desconocimiento del inglés y de la
cultura japonesa, en la traducción le había ayudado un erudito llamado Luis
Álvarez del Espejo. Hizo una curiosa translación de Gonzalo por Luis Álvarez
por Jiménez y Espejo por Espada. Este último cambio es particularmente irónico,
dada la importancia de la espada y del espejo en la cultura japonesa. Se pueden
cotejar las dos traducciones. Naturalmente, Gonzalo Jiménez de la Espada, que había muerto en 1936, no alzó su voz en señal de
protesta.
FGR: Una de las grandes
desgracias del siglo XX, de la que casi nadie habla por estos lares, fue el
enfrentamiento entre China y Japón que acabó dando al traste, tras la derrota
del Imperio del Sol Naciente y la implantación del aborrecible comunismo en el
continente, con la posibilidad de una unión de los pueblos de Oriente bajo un
estandarte que no fuese el de la barbarie...
Aquí y ahora vuelven a sonar
tambores de guerra entre aquellos que, por razones muy profundas de Cultura,
deberían tender a la fraternidad y a la colaboración. Como orientalista ¿cómo
ves esto?
JP: Dudo
mucho que se dé una confrontación bélica hoy en día entre Japón y China. Japón
tiene demasiados intereses comerciales e industriales en el otro país.
Mantienen un fuerte litigio por algunas islas, pero dudo que pase de la guerra
diplomática. Creo que un conflicto armado sería más bien como un escenario de
política-ficción, posible solo a un plazo muy largo. Eso sí, de lo que no me
cabe duda es que, de haber un conflicto internacional en la zona, tanto Japón
como Corea del Sur se alinearían con los Estados Unidos y una posible coalición
occidental antes que hacerlo con China. Son las secuelas de la era Meiji.
* “Leyendas y narraciones
japonesas” y “Cuentos del Japón viejo”.
Traducidos y versionados por
Gonzalo Jiménez de la Espada.
Ocho Islas. Cuadernos de Langre. San Lorenzo de El Escorial, 2013.
José Pazó Espinosa. Madrid,
1961. Escritor, traductor y profesor. Dibujante. Autor de "El libro de la
rana" (Langre). Traductor de "Botchan" (Impedimenta), "Kiki
de Montparnasse. Recuerdos recobrados" (Nocturna) y "Un occidental en
Japón" (Nocturna) entre otros
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