Las investigaciones revelan que no son las situaciones estresantes en sí las que nos producen problemas sino la manera o la actitud que adoptamos para afrontarlas.
Las emociones están presentes en la vida de todas las personas, prácticamente en todo lo que hacemos y juntamente con el estilo de vida son factores esenciales para la salud. Ante diversas situaciones que se nos presentan en nuestra vida cotidiana podemos reaccionar con diferentes emociones como ansiedad, temor, tristeza, ira, pesimismo, etc. ¿Qué debemos hacer para equilibrar esas emociones?
Tal vez la forma más adecuada sea
expresando la alegría y el amor y colmando nuestra vida de estímulos y
motivaciones que nos hagan crecer. Lo más importante es valorar la vida
fomentando nuestras relaciones
familiares y sociales, de pareja, hacer cosas que nos hagan
sentir bien o estar más en contacto con la naturaleza.
Cuando experimentamos entusiasmo,
alegría y optimismo lo reflejamos en nuestras actitudes y de esa forma
mantenemos altos nuestros pensamientos y será mayor nuestro bienestar, pero
las emociones
negativas intensas pueden provocar acciones físicas y de
esa forma perjudican nuestra salud. Hay estudios que
revelan que las personas con desórdenes emocionales presentan más problemas
físicos crónicos.
En la actualidad, para nadie es
un secreto el papel
que desempeñan las emociones humanas en la concepción de la salud integral
y, desde luego, en el desarrollo de las enfermedades. La Organización Mundial
de la Salud (OMS) afirma que más
del 90% de las enfermedades tienen un origen psicosomático; de
hecho, las características de personalidad, el manejo que tenemos de las
emociones y la manera de lidiar con el estrés, conflictos, fracasos y
frustraciones pueden potenciar o desarrollar varias enfermedades.
Las investigaciones revelan
que no son las situaciones estresantes en sí las que nos producen problemas
sino la manera o la actitud que
adoptamos para afrontarlas. Un gran ejemplo de esto fue la vida de Jesús cuya
estrategia de afrontamiento más importante fue siempre la esperanza junto con
el amor y la fe. El no permitió que sus emociones dictaran sus decisiones. La
práctica de sus enseñanzas constituye un pilar fundamental para el desarrollo
de la espiritualidad.
En mi experiencia personal, algo
que me ha dado mucho resultado es enfocar
la vida desde una perspectiva diferente, más elevada y
espiritual. Partiendo de la alegría y el amor y con un estado expectante de que
sólo lo bueno se manifestará en mi vida, aprendí a poner en práctica la certeza
de que el poder divino suple todas mis necesidades y es una gran ayuda para
mejorar nuestros rasgos de carácter y lograr armonía en todas nuestras
relaciones.
Para cambiar nuestros estados
emocionales es importante cambiar
nuestra manera de pensar. ¿Pero cómo podemos hacerlo?...
Cambiar desde adentro.... Dejar
de lado nuestros modelos internos y abandonar modos negativos de pensamiento y
comportamiento. Aprender una nueva forma de pensar elevando nuestra mirada
hacia lo verdadero, hacia un sentido más espiritual.
Si nuestros pensamientos están en
orden, nuestras emociones se alinearán y reflejaremos armonía, seguridad y una
mejor calidad de vida.
El Dalai Lama, maestro
espiritual tibetano, expresa: “Como las emociones son estados mentales, el
método para manejarlas debe venir de adentro nuestro. No existe otra
alternativa. No pueden ser liberadas por técnicas externas”.
Mary Baker Eddy,
escritora y pensadora estadounidense, expresa en un libro que relaciona la
espiritualidad con la salud: “Mantén tu pensamiento firmemente en lo
perdurable, lo bueno y lo verdadero, y los traerás a tu experiencia en la
proporción en que ocupen tus pensamientos”.
¡Comencemos hoy a dirigir nuestra
atención hacia todo lo bueno que está a nuestro alcance!
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