LA ESPECIE ELEGIDA


El individuo no hace la historia, sino la sociedad, que a su vez hace al individuo. Y digo yo, ¿no fue, es, y será el individuo antes que la sociedad y por tanto, que la historia? Bueno, El Filósofo también dijo que el hombre que viviese en soledad, sería bestia o dios, pero no hombre. Así me he sentido yo durante la, (y permítaseme los sinceros calificativos) calefaciente y desecante lectura del libro que da título a esta composición. ¿Y por qué? Pues porque no ocurre nada en absoluto, además de 300 millones de años de evolución, a lo largo y ancho de sus páginas. No hay ningún tipo de acción en lo narrado. Y eso, aburre un poco.

 El tema en cuestión de la obra me atrae, “la evolución del hombre”, ya que engloba muchas de las preguntas que me he ido haciendo a lo largo de mi aún breve existencia; pero considero que hay que ser un freaky paleontólogo para disfrutar plenamente de cada página engullida. ¿Bestia u hombre, en la soledad de su lectura? Soy la bestia que en quince días lee 300 páginas de evolución sin demasiado entusiasmo, por lo alienante que supone el hecho de que 150 de ellas trate de la musculatura, dentadura, fisionomía y demás curiosidades anatómicas del simio. Pero también soy el dios que gracias a la lectura del susodicho libro, dará al término de este ensayo su humilde, personal, única y tal vez pintoresca respuesta al interrogante por excelencia del campo evolutivo: ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? (Habrá de reconocer el lector, lo hábil de mi maniobra literaria para acaparar su atención hasta el final del texto)

Pero centrémonos en la temática dejando a un lado mi opinión personal sobre el encuadernado ladrillo; que sí, me ha gustado aún siendo bastante pesadito. Existen diversos puntos abordados que me han llamado la atención, y sobre los que he decidido pues, edificar mi crítica constructiva. ¿ Somos la cumbre de la evolución, o un mero escalón hacia la perfección? Aún tengo miedo a la oscuridad, me muerdo las uñas cuando estoy nervioso, y las hembras de mi especie me alegran el día cuando reparo en su caminar. Esto no puede ser perfección, sinceramente, me decanto por el hecho de que somos un mero escalón. Y de los que te hacen tropezar, ya que por cada logro que conseguimos, producimos una nueva miseria; es nuestro sino. Condenados a imitar lo bello mientras pudrimos lo hermoso. No somos la especie superior, quizás la más inteligente, eso es innegable, pero no somos mejores que el ave que surca los amaneceres.

            Otro aspecto a destacar, es el hecho de que no descendamos del chimpancé, es decir, que ambos tengamos un antepasado común. En algún momento tuvimos que convivir a la vez las tres especies, evolucionando cada una por su lado. Curioso sin duda. Tal vez nos toque convivir con la raza post-humana predestinada a sustituirnos. Más hermosos, inteligentes, perfectos. Estoy convencido de que por nuestra imperfección (léase envidia, miedo, odio, desconfianza…) acabaríamos por morir intentando destruirlos. ¿fuimos hombre-mono, o mono-hombre? Bueno, yo creo que los niños son una monada, y que las enfermedades degenerativas que sufrimos ya seniles, nos convierten en auténticos simios. También nos comparan los autores del libro con las demás especies, en la forma de nacer e infancia. Somos la especie más vulnerable al ver la luz por primera vez, y la que más tarda en madurar.

Para mí un ser humano joven se transforma en adulto en el mismo momento en que toma conciencia de que va a morir. Y esto no ocurre con ninguna otra especie hasta prácticamente su lecho de muerte, es decir, que a mi parecer crecemos mucho más rápido. El problema viene con el ámbito en el que lo hacemos, esta sociedad que no hace más que formar criaturas ineptas, que afrontan su destino sin ningún tipo de inquietud intelectual, filosófica, o mera curiosidad al respecto. Cada vez más débiles física y psicológicamente (ya no nos hace falta matar para alimentarnos, ni ser astutos para huír del depredador). No tenemos más que intentar entablar conversación con un individuo cualquiera (que, recordemos, no hace historia por sí mismo), en cualquier noche de viernes, de cualquier zona de copas. Pocos te podrían resumir su existencia en una frase, por ejemplo. Y Ya no me encuentro a ningún estudiante de mi edad en el Museo del Prado un sábado por la mañana. Los primates que pintaron las cuevas de Altamira tenían más sentido del arte que la mayoría de los componentes de mi generación, y ya no quiero ni pensar en las venideras. Mi hermana es una auténtica lechuga televisiva… Pero desvarío.

            Me ha parecido curiosa también la reflexión acerca de que la imperfección del movimiento de rotación de la Tierra, ha originado, sumando año tras año esa mínima alteración, toda la compleja realidad climatológica de la que somos testigos. Bueno, veo que no somos nosotros lo único imperfecto en este planeta. ¡Si hasta el propio planeta gira mal! Quizás acumulando dicho error, más los nuestros como especie, al final sí que se derretirán los polos, el Sahara devorará Europa, La falta de combustibles y recursos convertirá esto en “Mad Max”, o tendremos que abandonar el planeta una vez acondicionemos Marte. Tal vez. O simplemente un día nadie vuelva a despertar. Y ya que hacemos referencias fílmicas, me veo obligado a nombrar  “El Planeta de los Simios”, y “Contact”. Son las dos visiones de la evolución por las que más me decanto.

            Lo que no puedo negar es que gracias a la lectura de este libro, ahora me paro de vez en cuando a pensar que estoy respirando, o a intentar mover los músculos de las piernas cuando ando, racionalizando el movimiento que hace tanto tiempo aprendí a reproducir instintivamente. (Con tanto capítulo de  musculatura bípeda…) Me doy cuenta de que yo también he sido víctima del mismo “condicionamiento respondiente” al que se somete a los chimpancés en el zoo: cuando tengo hambre, sueño, o quiero algo, actúo tal y como aprendí de mis mayores al verlos actuar en dichas situaciones. Y cada vez que suena la radio de la cocina a mediodía, empiezo a salivar esperando que pronto esté la comida, como está acostumbrado mi estómago a que ocurra. O tal vez lo haga por mi herencia genética. E aquí otro de los temas a resaltar…nuestro ADN; que viene a ser el mismo, esencialmente, que tenía el hipotético Adán, con sus 23 parejitas de cromosomas; y que nos hace actuar tal y como actuaría el estómago de Adán al oír el canto de Eva a mediodía. Esto sí que me desborda, mi sangre es más anciana de lo que pueda imaginar; ahora hasta podría entender el culto que ciertas religiones o sectas tienen a la sangre. Y desde esta perspectiva, es lógico. ¿Tendré sangre de Picasso?

Lo más agradable de este epígrafe, es sin duda, leer a dos intelectuales desmintiendo la teoría de recuperación del ADN fosilizado que Spielberg nos presentó en “Parque Jurásico”. Teoría que con mis 14 añitos creí completamente viable, si existiera dicha tecnología. Claro, que en el largometraje no trataban el tema de la oxidación de los glóbulos rojos y demás hachazos que podemos darle al guión holliwoodiense. Tan solo se ha encontrado ADN, congelado en Siberia, de mamut, lo cual sigue siendo harto sobrecogedor. (Mamut; mucho, mucho más reciente que el dinosaurio)

            ¿Somos accidente, y no resultado de la evolución? Tal vez sea cierto que si rebobináramos la vida hasta el principio y la dejáramos evolucionar otra vez libre, hoy habría cientos de especies totalmente distintas a las conocidas en la Tierra (y nosotros no estaríamos entre ellas). Me gusta mucho pensar en esto de vez en cuando, pues tal como ha evolucionado la impredecible y preciosa vida, posiblemente nosotros no seamos la especie más poderosa del planeta. Si no recuerdo mal, son las cucarachas las únicas que sobrevirían a un ataque nuclear. Se pensará el lector que estoy para encerrar si me remito ahora a un capítulo de “Expediente X”. 

Es libre de hacerlo, yo lo haría, pero creo que en un discurso medianamente inteligente cualquier cosa que enriquezca la idea que se quiere transmitir al lector, tiene cabida. Pues bien, hay un capítulo en el que tras diversas hipótesis sobre la vida alienígena (otro tipo de evolución biológica, de ahí el rebuscado ejemplo), el protagonista de la serie, Mulder, coge una cucaracha del suelo y la mira atentamente. A continuación se ve la imagen de él através de un prisma, simulando la visión del insecto, y se oye su voz diciendo “bienvenidos a nuestro mundo”. Con esto vengo a decir, que no hay una “especie elegida”, sino que cada especie es original en sí, y cada individuo de cada especie es fundamental en el total de su género. Tanto lo era Mulder para nosotros, como la cucaracha para su micro- sociedad. Imagínese que al final Mulder tuviera razón, y dicha criatura fuera el ultimo resto de vida alienígena en la Tierra. Entonces, ¿seguro que el individuo no hace historia? ¿Y por qué ciertos nombres permanecerán por siempre en la memoria humana?

Existe además otro aspecto que ha picado la curiosidad de este estudiante: nuestro método de comunicación, el lenguaje. A partir de un mismo conjunto de sonidos, cada grupo social ha definido su propio idioma, pero, ¿cuál fue el paso que los diferenció de los chillidos del simio? Un aplauso para el primate que lo dio. Considero fascinante esta ventaja que poseemos sobre los demás seres vivos, aún con el precio de ser los únicos mamíferos incapaces de beber y respirar a la vez, por lo muy desplazada que está nuestra laringe (en favor de las cuerdas vocales más desarrolladas). Expresar de un modo casi perfecto tus sentimientos y comprender a tus congéneres, ha conseguido que nuestras relaciones sociales sean mucho más complejas que las animales. De hecho es un gustazo escribir esto sabiendo que el lector lo comprenderá (al margen de que esté o no deacuerdo).

            Y para terminar daremos respuesta, tal y como habíamos prometido, al mayor interrogante de la evolución biológica:

¿Qué es antes, huevo o gallina?

Pues bien, conversando el otro día con un amigo, llegué a esta conclusión

            Resulta que hace tiempo se hicieron experimentos para tratar de averiguar el origen de la vida. En un compartimento de cristal se introdujeron exactamente los mismos gases que formaban la atmósfera prehistórica, y se bombardeó el conglomerado con rayos eléctricos, tal y como suponemos que ocurrió. El resultado fue increíble: agua, y en dicho agua, actividad biológica a nivel celular. ¿Y no es pues una célula, un minúsculo huevo?  

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