Vigencia y desaparición de concepciones calvinistas


1- Introducción:

El presente trabajo pretende adentrarse en la pervivencia de ciertas pautas y reminiscencias provenientes de uno de los movimientos religiosos surgido de la reforma le Lutero: El Calvinismo. Para comprender la problemática que se nos plantea, debemos en primer lugar, conocer quién fue Calvino, su contexto y repercusiones. En base a toda esta serie de conocimientos, intentaremos comprender las repercusiones de sus obras en el seno de la Europa del siglo XVI. Un concienzudo estudio de las teorías que afirman la repercusión del Calvinismo en un capitalismo incipiente, forman parte del bagaje necesario para vislumbrar cuales son las olas de memoria colectiva que pueden estar afectando al seno de nuestra civilización, sin duda asentada en el contexto occidental. Los objetivos del análisis, pasan por la presentación de datos estadísticos cercanos, que configuren una conclusión enfocada, aunque sea de modo parcial, a la confirmación de las tesis que se plantean. En vista de las consecuencias tangibles del Calvinismo, admiraremos tanto las formas de ahorro, como las tendencias de trabajo. No es posible, ni es intención, el confirmar empíricamente las tendencias que se aseveran, es ante todo un ensayo de tipo conceptual, que si bien se puede sustentar en datos precisos, no es con otra intención que la de afianzar lo suficiente las tesis como para que no pierdan un cierto rigor científico. El estudio pormenorizado de la realidad y sus circunstancias puede pertenecer al campo de la sociología, pero escapa a la profesionalidad y limitaciones de un estudio de estas características. La intención es pues la de ofrecer una perspectiva general de la historia de un pensamiento, de la historia de su análisis en épocas posteriores, y su validez como condicionadora de comportamientos en la presente sociedad.

La vía de transporte de las concepciones calvinistas es la economía, y más concretamente, el capitalismo, ya sea completamente liberalizado, o con una intervención por parte del estado. Hasta que punto el Calvinismo influyó en el avance del capitalismo, y como su refuerzo, se condicionó a partir de concepciones del trabajo y la economía propias de sus extremas consideraciones teológicas. La mayoría de sus intenciones en el sentido estricto, se han visto claramente alteradas por los valores modificados de una sociedad carente de un sentido religioso parejo al de aquellas épocas. Sin embargo ciertas formas perduran, y ya sea por inercia o por utilidad práctica, lo cierto es que el reflejo de lo que antaño fue un trabajo y un sentido de la culpa sin iguales, pervive junto a experiencias de todo tipo y desarrollos o libertades del hombre, antes inconcebibles.

  
2- Juan Clavino:

Calvino, cuyo nombre francés era Jean Cauvin, nació en Noyon, localidad de la Picardía, en el norte de Francia, el 10 de julio de 1509. Hijo del secretario del obispado de su ciudad natal, cursó estudios de humanidades en famosos colegios parisienses y más tarde de leyes en las universidades de Orleans y Brujas, donde tuvo como maestros a importantes pensadores de la época. En 1532, Calvino evidenció sus sólidos conocimientos de latín e historia con su edición del tratado de Séneca “De clementia” (Sobre la clemencia).

Poco después de publicar esta obra, Calvino se convirtió al protestantismo, pero cuando el grupo de teólogos reformadores al que pertenecía fue ilegalizado en Francia, abandonó París. A principios de 1535 se instaló en Basilea, Suiza, y allí apareció al año siguiente su obra fundamental, “Christianae religionis institutio” (Instituciones de la religión cristiana). Se trataba de un brillante resumen de las doctrinas protestantes, donde, entre otras cosas, postulaba la predestinación de los elegidos, rechazaba los sacramentos tal como los entendía el catolicismo y esbozaba un nuevo esquema de organización para la nueva forma del cristianismo. Con esta obra, traducida al francés en 1541, Calvino se convirtió en uno de los principales teólogos protestantes.

Todavía en 1536, tras un breve viaje a Italia -donde mostró su talento político para atraer el apoyo de los poderosos hacia el protestantismo-, al pasar por Ginebra fue invitado a permanecer en ella. La ciudad había adoptado recientemente el protestantismo, como consecuencia de una rebelión de los burgueses contra el obispo, pero carecía de una doctrina y una organización. Calvino permaneció allí dos años, pero elaboró un código litúrgico y moral tan severo que fue expulsado por el consejo ginebrino.

Desde 1538 hasta 1541 residió en Estrasburgo, donde creó una nueva liturgia y asentó nuevas instituciones parroquiales, al tiempo que dirigía personalmente una congregación. En esos años participó en varios concilios entre católicos y protestantes y conoció a importantes teólogos luteranos como Melanchton y Martín Lutero.

Mientras tanto, Ginebra se debatía entre el caos interior y la amenaza católica externa, y volvió a llamar a Calvino. Éste, a su regreso, aplicó sus ideas religiosas, de gran austeridad, y por medio de las Ordenanzas eclesiásticas organizó la iglesia de Ginebra, que sería la base de todas las iglesias del protestantismo reformado.

Durante los años siguientes, tras eliminar a todos sus opositores -sin dudar en ejecutarlos cuando lo consideraba preciso-, Calvino se convirtió en rector absoluto de Ginebra, tanto en el aspecto religioso como en el económico y político.

A partir de 1550 se dedicó sobre todo a apoyar a otros grupos protestantes afines a sus tesis y a proporcionar coherencia a su doctrina. En 1559 apareció la versión latina definitiva de las Instituciones -un año después vería la luz la francesa-, en donde establecía sus diferencias teológicas con el luteranismo. Bajo su influjo, y el de la academia que fundó en Ginebra, esta ciudad se convirtió en el centro principal del protestantismo europeo.

Juan Calvino murió en Ginebra el 27 de mayo de 1564, lo que no impidió la continua expansión de las iglesias reformadas.

 2.-1 El Calvinismo

Dentro del protestantismo, el calvinismo se caracteriza por llevar hasta sus últimas consecuencias lógicas la soberanía absoluta de Dios y por haber logrado una prudente, pero estricta, organización humana en sus iglesias.

- Una segunda Reforma:

Juan Calvino llevó a cabo una "segunda Reforma". Sus intenciones y sus esfuerzos se encaminaron a reunificar las diversas tendencias protestantes, y logró atraer a los seguidores de Huldrych Zwingli (también conocido como Ulrico Zwinglio) en el “Consensus tigurinus” (1549); sin embargo, consumó de hecho la ruptura con el luteranismo, y dio lugar, en paralelo con éste y con el anglicanismo, al tercer gran grupo dentro del protestantismo. En Europa, las iglesias calvinistas reciben por lo general el nombre de reformadas, mientras que en el resto del mundo se conocen como presbiterianas.

Organización de iglesias locales. Revestido de autoridad (tras su segunda llamada a Ginebra), hizo publicar las Ordenanzas eclesiásticas, que posteriormente sirvieron de modelo para la fundación de otras iglesias locales. Las ordenanzas confiaban la actividad eclesial a cuatro grupos: los pastores, elegidos por el pueblo, se encargaban de predicar la palabra de Dios y se reunían semanalmente en congregación y mensualmente en sínodo; los doctores se dedicaban a la enseñanza; el presbiterio -"ancianos" laicos- mantenía la disciplina; y los diáconos se cuidaban de las tareas asistenciales. El consistorio -que en Ginebra tenía carácter de consejo de la ciudad- estaba formado por seis pastores y doce ancianos; podía sancionar las faltas leves a la disciplina o pasar la acusación a los tribunales civiles.

La denominación de iglesia presbiteriana procede precisamente de la institución del presbiterio de "ancianos" laicos con gran poder disciplinar, en contraposición a la autoridad que otras iglesias conceden al obispo.

La "ciudad-iglesia". La supremacía del poder religioso sobre el poder civil granjeó a Ginebra la denominación de "ciudad-iglesia". El afianzamiento de la iglesia se debió al celo de la constante predicación de Calvino, a la prestigiosa Academia Teológica que fundó -basada en las humanidades grecolatinas y en la exégesis (interpretación) bíblica- y a la rigidez de la disciplina impuesta mediante castigos, destierros e incluso la pena capital. Se trataba de una organización de elección democrática, pero de férrea exigencia. En cuatro años, Calvino hizo desterrar de Ginebra a 76 descontentos y ejecutar a 58 condenados, entre ellos el sabio español Miguel Servet (circulación de la sangre), que murió en la hoguera.

- La expansión:

Calvino acogió a los refugiados franceses de fe protestante, y entre ellos eligió misioneros que regresaran a fundar otras iglesias locales. Conforme al principio de autonomía, éstas fueron estableciendo sus propias bases doctrinales y organizativas: confesión galicana (1559), escocesa (1560), belga (1561), hasta que se redactó de común acuerdo la confesión helvética (1566).

Calvino se sirvió del poder civil para la expansión de su doctrina y de las iglesias, pero cuando éste le resultó hostil se alió con la oposición. Para él, un príncipe que combatía a la iglesia perdía su derecho como tal, y era lícito oponerle resistencia, incluso armada. En Francia, los calvinistas -denominados hugonotes- trataron de dominar a Francisco II en contra de la familia Guisa.

Las guerras de religión que se desencadenaron dejaron triste recuerdo en la noche de San Bartolomé (1572), en que murieron miles de hugonotes, y no terminaron hasta el Edicto de Nantes (1598).

En los Países Bajos, los calvinistas favorecieron la rebelión contra Felipe II de España. En Escocia, el calvinismo -o puritanismo, nombre que recibió por su rigor doctrinal- tuvo desde el principio gran apoyo gracias a la labor del reformador John Knox, que hizo del presbiterianismo la religión oficial. En Inglaterra, tras el período de la revolución puritana de Oliver Cromwell, la iglesia presbiteriana fue prohibida por el anglicanismo oficial, y sólo en 1688 se le permitió de nuevo libertad de culto.

Los puritanos ingleses exiliados llevaron la iglesia presbiteriana a Nueva Inglaterra, colonia de la costa atlántica de los posteriores Estados Unidos. Los propios ingleses y los holandeses extendieron el calvinismo por diversos países de su imperio colonial, sobre todo en lo que sería más tarde la República de Sudáfrica.

- Doctrina teológica

El hombre bajo el peso de Dios. La doctrina de Calvino se polariza en la soberanía de Dios: "Sólo a Dios la gloria". La justificación y la santificación del hombre son obra exclusiva de Dios, que predestina a unos hombres para la salvación "antes de tener en cuenta sus méritos" futuros, y lo consigue concediéndoles gracias eficaces e irresistibles que aseguran su perseverancia hasta el final. Cualquier contribución humana disminuiría la absoluta soberanía de Dios. En consecuencia, Calvino tuvo que admitir también que los pecadores, los condenados, no habían escapado a la eficaz voluntad divina: Dios los había predestinado a la destrucción antes de prever sus pecados y, en la doctrina calvinista más rígida, incluso antes de prever el pecado original de Adán en el Paraíso. De acuerdo con esta doctrina, sólo se admiten dos sacramentos, el bautismo y la eucaristía, pero su carácter es meramente simbólico y no proporcionan la gracia.

El conocimiento en el hombre no es sino las ideas puestas por Dios en él; Dios es la "única fuente de la verdad", y principio real de las acciones humanas. El hombre sólo es instrumento de los planes de Dios.

La palabra de Dios. La fuente de la verdad es la Sagrada Escritura, la palabra de Dios, iluminada por el Espíritu Santo e ilustrada por la predicación. Calvino aceptaba los primeros concilios y la doctrina de san Agustín contra el hereje Pelagio -que negaba la necesidad de la gracia divina en favor del libre albedrío-, pero rechazaba el magisterio de la Iglesia Católica y acusaba de idolatría a la jerarquía de Roma.

Iglesia y sociedad. La iglesia tiene "poder supremo para someter a la obediencia y al verdadero servicio de Dios a todos los cristianos, impidiendo y corrigiendo los escándalos. El cristiano santificado está en manos de Dios, no teme a ningún poder civil; su valor es un signo de su justificación, al igual que la prosperidad exterior y la riqueza. Estas ideas llevaron a lo que se ha denominado "la ética de la economía": "El oro y la plata son buenas criaturas a las que puede darse buen uso." El interés, considerado entonces como usura, era permitido hasta un 5 %.

La pequeña burguesía se sintió pronto a gusto con este arquetipo calvinista de ciudadano laborioso y ahorrador predestinado por Dios. En el ámbito político, la doctrina de la predestinación ha llevado en ocasiones a situaciones de segregación de aquellos no considerados "predestinados", mas por otro lado la adopción del régimen electivo calvinista ha favorecido la instauración de gobiernos democráticos.

3-Teoría:

Los encuentros entre la teología moral cristiana y la incipiente burguesía en el mundo Occidental, serían inevitables. Filósofos de la cultura y de la sociedad (como Weber y Sombart) examinaron y destacaron la influencia del catolicismo y del movimiento reformado en la ideología y el estilo de vida de la burguesía.

Max Weber

Este autor llevó a cabo una investigación sobre la influencia del protestantismo calvinista referente a la pequeña burguesía capitalista de la ciudad de Ginebra. Es destacable la concepción laboral, pues según la predestinación, el destino final del hombre, depende de un decreto eterno de Dios que, libremente, dispone la salvación o la condenación  sin que en la decisión divina influyan para nada los méritos personales de cada uno. También destaca Weber, la obsesiva búsqueda del burgués creyente de signos de salvación personal. 

Entre esos signos, se destaca el éxito en el trabajo, este es uno de los pilares de nuestra reflexión. Por lo tanto, el trabajo se transforma en una actividad apreciada como sagrada y no como profana.. Las virtudes que el calvinismo ginebrino juzga como las más relevantes del pequeño burgués están en armonía con el estilo vital de este; ellas son la modestia, la moderación, la justicia (en el sentido de dar a cada uno lo suyo)  y la religiosidad, que es el lazo que une al hombre con Dios. Destaca, pues, Max Weber la relevancia teológica, ética  y social que tal visión religiosa tuvo en la conformación del espíritu del capitalismo – sobre todo anglosajón - a partir del siglo XVI y en las centurias posteriores.

Destacar la reflexión de Adam Smith, pues aporta uno de los pilares que conformaron el capitalismo moderno, y siguen dominando en concepciones capitalistas del liberalismo anglosajón. Smith percibe las ventajas y los aspectos negativos de la nueva cultura económica, así como sus relaciones conflictivas con una concepción moral particular. Los afanes y esfuerzos del empresario capitalista(parece estar motivado por un completo egoísmo) aparentemente tiene por finalidad la ganancia propia e individual, aunque sin que él lo pretenda, promueve la riqueza y el bien común con más eficacia que si hubiera seguido los dictados de una planificación estatal de intervención económica.

No entraré a especificar sobre las concepciones de Marx ni Habermas  pues pese a su esclarecedora visión de las relaciones humanas en el campo económico, quedan fuera de las limitaciones a que este ensayo debe atenerse.

Gellner, al igual que Weber, no sugiere que el Protestantismo originó de manera directa o intencionada el capitalismo, pero si, que influyeron en la aceptación de ciertas formas como las virtudes del trabajo duro. Los efectos beneficiosos de estos comportamientos, no se preveían ni se esperaban y fueron una consecuencia indirecta de la circunstancia. Eso si, formarían un cierto habito que se extendería y perduraría a través del tiempo, una vez entendido el contexto de la economía moderna. Una de los elementos que Geller destaca, es la tendencia general por parte de los cristianismos, a terminar con las envolturas mágicas o míticas. Era esencial que desde un principio, una religión con estas características, como es; racionalista, monoteísta, centralizada, luchara contra la dispersión que puede producir las creencias mágicas. 

Así, insistió en la salvación a través de reglas mas que la adhesión a un patronazgo espiritual. El protestantismo en si, puede verse como una última tentativa en la búsqueda de una depuración de esta índole, es decir, en un último reconocimiento de la naturaleza alejada de las múltiples presentaciones de la concepción mágica. Este radical desencantamiento de la naturaleza y la realidad, supone una adhesión privilegiada a la sobriedad de la ciencia y la economía metódica. Otro argumento destacado de Gellner, proviene de la relación entre el estado y la religión. Dicha revelación, le sobrevino al sorprenderse de que la dimensión religiosa no invada, desde curas y reyes, todos los resquicios de la humanidad. Desarrollo la concepción de que esto sucedía, porque tanto la dimensión política como la religiosa llegaban a un entendimiento peculiar. Durkheim, ya clasificó las sociedades de manera útil, y dentro de esta estructura, la sociedad occidental dista de la situación de la India o China. La peculiar tensión entre el poder religioso y político es exclusiva de occidente, frente a la conjunción cesaro-papista de las otras.

Gellner propone que la intención de ambos poderes de obtener la primacía del poder absoluto les llevó a mantener una coexistencia enfrentada. Los calvinistas estaban lejos de la tolerancia. No obstante, en su batalla con sus co-religiosos de las iglesias nacionales y con el Estado, prefirieron finalmente un compromiso de singular tolerancia. La cuestión del surgimiento del único y moderno mundo occidental está aquí sutilmente expresado. Las criticas a las afirmaciones de Weber, en que “el calvinismo causó el capitalismo” se centran en; si el calvinismo hubiera sido tan exitoso, hubiese terminado con la libertad necesaria para el desarrollo capitalista. Fue entonces, cuando controlado y asimilado a las peculiaridades locales, establecieron las pautas necesarias, entrando en equilibrio de fuerzas durante un periodo mayor.

El capitalismo en si mismo, puede ser considerado una religión, y no una cualquiera, sino como el culto de la civilización moderna. No cumpliendo todas las exigencias que consideramos religiosas, los comportamientos que suscita, si son cotejables a las manifestaciones más piadosas que conocemos. Da respuesta a las mismas inquietudes y preocupaciones que antaño las religiones aportaban. La verificación de la estructura religiosa, no se limita a la adopción de ciertas formas (como afirma Weber), sino que en gran medida suple al fenómeno religioso. Aparece, no obstante, como mero culto sin un fondo, sin un dogma que lo inspire.

El Capitalismo desarrollado en Occidente, no es un producto exclusivo del Calvinismo, sino que parece ser una característica bastante definida en todas las formaciones ortodoxas del cristianismo. La conciencia de culpabilidad, trasladada actualmente a un cúmulo difuso de preocupaciones, es la evidencia de una vigencia interna del sentido del miedo a nivel comunitario y no meramente individual. La pobreza espiritual potencia esta vertiente del capitalismo hasta los limites que hoy conocemos como stress o patologías similares. En un primer momento para asentar la concepción religiosa del capitalismo. Habría que establecer las conexiones que a lo largo de la historia se fueron sucediendo entre el dinero y el mito, y más concretamente, entre los elementos místicos del propio cristianismo y este, para constituirse como unidad religiosa imperante. Es importante destacar, que en el cristianismo en general y en el calvinismo en particular, el afán económico-laboral, no nace con un interés trascendente, sino de puesta en práctica de los principios básicos. 

Es decir, no adquiere consciencia de su trascendencia y su sentido. El carácter de vacío moral que deja el capitalismo, la ausencia de dogma, facilita la significación de comportamientos en tanto estén en relación con el propio culto económico. El pragmatismo utilitarista adquiere así su significación casi religiosa. Otra característica, que hace del capitalismo quizá la más extrema manifestación del culto, es su carácter permanente. No hay un día concreto de celebración, pues todos lo son, impregnando con esta nueva sacralización todas las manifestaciones del hombre, llevando la tensión del adorante hasta sus máximas consecuencias. La culpabilidad trasformada que antes mencionábamos, no se expía a través del culto como pueda ocurrir en otras religiones, sino que se potencia y arrastra en una espiral constante. 

Es una de las claves para entender estainterpretación, la carencia de un medio de expiación de la culpabilidad, consigue o pretende extender su conciencia perturbada para hacerla universal y constante. Se busca pues esta desesperación absoluta y compleja, se espera y anima. Es una característica sin duda peculiar, que no pretende una transformación de ser, sino su desplazamiento de la órbita de la historia. Por último, únicamente hacer referencia al elemento divino en esta perspectiva de la realidad. El dios del movimiento debe ser ocultado y solo mencionado en el culmen de la culpa, pues mientras se celebra el culto, el objetivo divinizado en última instancia, está inmaduro, no tiene sentido y lesiona el objeto de su madurez; el cumplimiento consciente y reconocido de esta nueva religión.

Bien puede parecer que la abstracción de toda esta problemática carece de fundamentos verificables y sociológicos en nuestra sociedad, lo que me lleva a citar tres elementos que nos acerquen y garanticen cierta dosis de realismo necesario. Baste observar los nuevos templos de nuestro tiempo, edificios de monumentales diseños y dimensiones, en altura y tamaños colosales, de pulidas piedras y recientes sacerdotes: los bancos. Sea suficiente admirar el idolatrado metal que sustituyó el trueque, la herramienta por excelencia de la nueva sociedad, en si, la verdadera razón áurea que puede convertirse en cualquier elemento: el dinero. Alcance el mencionar al miembro no productivo (y capaz de ello) en nuestra sociedad, para encontrarnos pensando en tal singular sujeto como un ateo irreligioso o ácrata de estos tiempos.

4- Aplicación:

Las estadísticas que manejamos provienen del Instituto Nacional de Estadística. He centrado el estudio, en dos circunstancias que pueden resultar esclarecedoras para vislumbrar hasta que punto la herencia Calvinista ha dejado su impronta en nuestra sociedad. Por un lado, la posibilidad e intento de ahorro fue en gran medida, la pauta con que se medía los logros alcanzados, y medio para establecer la pureza o mérito con que acceder a la salvación. 

Por otro, el establecimiento de un horario de trabajo fijo, o su variación como consecuencia de la voluntariedad (aunque sea parcial) de acudir cuando se crea conveniente al medio laboral. Antaño el trabajo de horario no establecido, estaba potenciado por el sentido del deber. Ya sea por que ha desaparecido ese sentido, o porque se ha sustituido por un deber impuesto, el caso es que, la constancia activa del compromiso se ha hecho innecesaria; suplida por los condicionantes de necesidad física y no de conciencia.
5- Interpretación:


Nos interesa evidentemente, la creencia de cada núcleo familiar en sus posibilidades ahorrativas. Este impulso, esta capacidad de conservar el capital, pude bien provenir en cierta proporción, de una concepción Calvinista de la economía, eso si, modificada por las circunstancias específicas de cada región y tras la secularización inherente a la sociedad occidental moderna.

Por un lado, las dos primeras tablas, nos muestran una creciente consolidación del ahorro. Es muy probable, que la circunstancia económica de un año para otro, influya de manera decisiva en la creciente confirmación de la capacidad de ahorrar. Pero también parece acertado, mencionar el notable dominación del ahorro sobre la incapacidad de realizarlo. Es necesario aclarar el significado de la estadística, en el sentido que puede dársele. Toda estadística de esta índole, alude en gran medida a la opinión (doxa) de los implicados, y es precisamente este punto, donde puede resultarnos francamente útil. En primer lugar, debemos comenzar aceptando que en toda medida, el ahorro es posible. De igual manera que en cualquier época, hasta los más pobres tienen capacidad de ahorrar y por lo tanto, la percepción de la posibilidad es plenamente subjetiva. Ahora bien, si está o no en relación, la actual mención ahorrativa con la surgida de la reforma Calvinista, es únicamente perceptible en la finalidad con que se lleva a cabo dicha acumulación monetaria. Según parece dictar la intuición, las motivaciones que forjan el ahorro, distan de asemejarse de una generación a otra.

En nuestra sociedad, el ahorro en las capas más antiguas de población, parece surgir de dos vertientes. Por un lado, la singular circunstancia bélica que asoló el país, dejando una profunda huella en la personalidad de millones de seres que ven la previsión como un elemento de seguridad imponderable. Por otro, y esta si nos afecta, la herencia cultural, surgida en gran parte por la religiosidad adquirida. No cabe duda, que toda la cristiandad removió sus cimientos en la escisión de la reforma. Sus más altos valores, fueron puestos en duda y la influencia del Calvinismo no dejó indiferente a nadie.

Pero no es ese tipo de religión a través de la cual las capas más recientes de nuestra sociedad han adquirido la necesidad de ahorro. Resulta propicio mencionar que en otras sociedades, el gasto ha sido desde un principio el último lugar del dinero. Sociedades como la Norteamericana, donde el impulso ortodoxo llegó con fuerza inusitada, las formas del Calvinismo se mezclaron con otros impulsos entre los que se encontraba, una desconocida propensión al gasto y la inversión. Las empresas de alto riesgo, son un invento anglosajón, que puede dar lugar a grandes beneficios o grandes bancarrotas.

El calado de la cultura americana, resulta a estas alturas incuestionable, y con el, la motivación ahorrativa, sufrió y sufre un duro golpe. Japón, de por si una de las sociedades de tradición ahorrativa más asentadas, a sabido adaptarse a las necesidades que el actual mundo económico exige. El gasto, el enorme cambio de valores que ha conseguido modificar una elite racional, les ha llevado a cotas de producción desconocidas en el mundo asiático. En esta intrusión de valores, España no se queda al margen, y es del todo probable que conforme las capas sociales aumenten, la tendencia ahorrativa se invierta en una escala de débito que condicione nuevas formas de vida. Por lo tanto, elementos formales de la esfera Calvinista, como el trabajo concienzudo y la consideración de la importancia económica, se han asumido con mayor fortuna que otros como el del ahorro, claramente modificadas por las culturas locales o las nuevas necesidades que la internacionalización suscita.

En la tercera estadística debemos rendirnos ante la evidencia de que en nuestra sociedad, la consideración laboral, dista mucho de asemejarse a los valores realizantes que encontramos en otras naciones(incluso cercanas como la francesa o la alemana) El horario fijo de empleo, es una realidad tan ampliamente difundida, que nos es imposible plantearnos un mundo sin calendarios establecidos, un mundo sin reglas que no ayude a la previsión ni termine con las carencias individuales.

El “Vuelva usted mañana” no tiene cabida ya en la sociedad actual (por lo menos a esos niveles), pero la herencia intrínseca que cada sujeto posee si mantiene cierta carga de la “genuina” filosofía del español. En el fuero interno, si podemos apreciar una distancia, una diferencia importante. Las circunstancias climatológicas están infravaloradas en la perspectiva actual, cuando es innegable su trascendencia histórica. En este punto, la peculiaridad local (no solo el clima claro)  ha primado sobre las valoraciones calvinistas. No solo fue el fuerte rechazo a la reforma que se llevó en España (“El hereje”), sino una percepción de la vida en franca oposición con las concepciones ginebrinas. No se trata tanto de estudiar las diferencias entre el horario masculino y femenino, o sus libertades, sino tratar de comprender la perspectiva global que los datos nos aportan.

Especialmente dilucidador es el hecho de que  sea el trabajador del campo, el que pueda permitirse una libertad mayor a la hora de escoger sus horas predilectas de laboro. Lo que nos lleva a pensar, que la exigencia impuesta por la circunstancia económico-laboral de la actualidad, de inequívoca influencia anglófila, a perturbado la evolución natural de un pueblo con sus propias pautas y biorritmos, trasladándose (necesariamente) a la esfera de la internacionalización.

6- Conclusión:

Llegados a este punto, recopilaré las razones por las que la tesis parece de sobra demostrada.

La mayor parte de las concepciones calvinistas, nos han llegado, no por la vía de la conciencia religiosa,(como ha pasado en otros países) sino, por una ruta mucho más material y práctica. La necesidad de adaptar las relaciones sociolaborales, a una competición internacional, ha llevado a la búsqueda de optimizaciones propias de culturas donde el estricto orden y seriedad, lleve a niveles altos de producción. Hablamos por descontado, del capitalismo en su vertiente más específica. Es en este singular sistema económico, y mas concretamente en su formación, donde podemos seguirle la pista al Calvinismo en su primigenia forma. Algunas características del Calvinismo, como afirma Weber, dieron lugar a la formación, o al menos potenciaron al capitalismo moderno.

Descartadas algunas exigencias, y retomadas las más prácticas, nos ha llegado una filosofía del trabajo y la economía cercanos a las confesiones ortodoxas. La reflexión en torno a la instauración de una nueva forma religiosa, como es el capitalismo, acentúa la beligerancia que esta perspectiva del mundo nos ofrece. Esta nueva forma de secularización, apunta a que la sociedad y el hombre no quiere o no está preparada para desligarse de las concepciones místicas y estructuras definidas por pautas tan seguras como las de la fe. La evidencia, la encontramos en la constante alabanza que una tras otra, van asediando a las manifestaciones de la comunidad, ya sea en catarsis de tipo deportivo o manifestaciones colectivas de euforia o rechazo.

El ahorro, como pauta que puede provenir de herencia histórica o de imperativos religiosos, se está modificando a velocidades propias de nuestra época, lo que aventura un probable descenso del ahorro, a favor del crecimiento basado en consumo y el débito. Cómo bien aparece reflejado en cualquier ranking de masters, el horario, símbolo de resistencia hacia elementos culturales foráneos, nos muestra un cambio propio de las diferencias establecidas en la clasificación de Durkheim. España, un país que durante siglos fue eminentemente agrario y tradicional, ha modificado sus estructuras como el resto de occidente, primero en búsqueda de una industrialización pujante, y luego, esperemos, en pos de la valorada sociedad creativa y de información.

En cierto sentido, y apoyando de nuevo la concepción religiosa del capitalismo actual, vemos la valoración del éxito, como un elemento esencial. Bajo una perspectiva, que se acerca más de lo que creemos al dogma Calvinista, podemos admirar una clara necesidad del sujeto por trascender a través del reconocimiento social. Similar a la memoria artística o científica que menciona Weber, entendemos el reconocimiento social como una suerte de trascendencia cercana a la inmutabilidad histórica. Si el nuevo dios es el capitalismo, el logro alcanzado, será el reconocimiento de una salvación asegurada. No es tan crudo como parece presentarse, pero se acerca bastante, pues aunque la frialdad económica es incipiente, el reconocimiento de labores socialmente necesarias, y las posiciones de autoridad no meramente económicas, siguen causando respeto y admiración.

Podemos encontrar a la sociedad española como un grupo peculiar en varios sentidos. Por una parte, la tradición religiosa se aparta en algunos sentidos de las concepciones modernas, mientras que se acerca por otros derroteros. La cultura y hábitos se enfrentan al ritmo trepidante del mundo actual, mientras que la necesidad económico-laboral puja por establecer rigor y gasto crecientes. Definido ínfimamente menos por pautas centroeuropeas que el resto del mundo occidental, en España convergen toda una serie de factores singulares. No obstante, la desintegración de la identidad, a favor de una internacionalización es un hecho difícil de rebatir y aún más de detener. Las pautas anglosajonas que con más ahínco imponen pautas de calado Calvinista crecen enormemente mientras las generaciones octogenarias tratan de no olvidar el cercano pasado.

6.1- La felicidad

La cuestión que se plantea, da lugar a multitud de análisis en la búsqueda de una respuesta que no se limite al maniqueísmo de ideas y pretensiones. Nos centraremos en la concepción de felicidad aportada por el versátil Bertrand Russell, es decir, una felicidad entendida como un estado, una situación permanente, y no un instante efímero o banal.

Las virtudes del mundo capitalista son monumentales; el acceso de las clases medias y bajas a los productos, la educación y cultura generalizadas, la seguridad y libertad, en definitiva lo que se denomina estado de bienestar. Sin duda elementos que facilitan en mucho al alcanzar cotas elevadas de felicidad. Debemos tener en cuenta que las exigencias para una prosperidad aceptable de este sistema no son precisamente nimiedades. Debemos plantear un serio debate en tanto estemos dispuestos a recular o ceder como grupo y pueblo.

El cambio de valores, la perdida de identidad y cultura, la mimetización, las comidas, y sobre todo le serenidad y el silencio. No se plantea solo si podemos o no alcanzar el ritmo y las exigencias como potencia económica, sino también, si debemos hacerlo y a que precio. El hombre masa de Ortega, no es mas feliz en su ignorancia, pues los gustos más sutiles y elaborados, los mas placenteros no surgen de la reiteración y el exceso. El gasto como cambio de pauta es una de las características que más debiéramos tener en cuenta por su evidente influencia en los grandes grupos de población actuales.

El gasto, la búsqueda en la compra compulsiva que apague las carencias o exigencias del organismo anhelante de originalidad o posesión. La compra que no consigue llenar un vacío casi espiritual, en cabezas ya sin razón ni esperanza consciente. Por otra parte, la constancia de un trabajo bien hecho y esforzado, es uno de los valores que si conviene tener en cuanta a la hora de aceptar críticas sociales. La satisfacción del trabajo bien hecho, basta para mejorar realmente en el camino hacia la felicidad. La más ardua herencia Calvinista es sin duda la intangible; la concepción del pecado, eminentemente trastocada, pero participante de una difusa inquietud que no termina de definirse, y como he mencionado, parcialmente materializada en el compulsivo gasto.

El miedo a la opinión pública o la envidia, son sendas dificultades que para Russell tiene solución, tanto en la racionalización de la situación como en su asimilación. En cualquier caso, tiene una confianza interesante en las potencialidades ocultas y sutiles del ser humano. Lo que nos lleva a pensar que ya sea una herencia dogmática del pasado o una actual imposición de valores, la mente humana puede ser capaz, en una ponderada visión de la realidad, de encontrar la senda individual que confluya en el verdadero sentido colectivo.
  

Bibliografía:

- CALVINISMO y CALVINO
 N.A. Weber
Fragmentos de la Enciclopedia Hispánica

- LOS LÍMITES ÉTICOS DEL CAPITALISMO AVANZADO
Jorge E. A. Zubiri

- EL CAPITALISMO COMO RELIGIÓN
Walter Benjamín

- EL ÚLTIMO GELLNER: ANTROPOLOGÍA Y POLÍTICA
Alan Macfarlane

-EL POLÍTICO Y EL CIENTÍFICO

Max Weber

- LA CONQUISTA DE LA FELICIDAD

Bertrand Russell

- INEBASE (Estadísticas)

Instituto Nacional de Estadística




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