CONSTRUCCIÓN DE VICENTE LUIS MORA

Construcción. Vicente Luis Mora.

Pre-Textos, poesía.

poesía crítica


Pueden decirse muchas cosas de este nuevo libro de Vicente Luis Mora. Él mismo nos remite al final del libro a su página web con el fin de mostrar algunas de las claves teóricas y temáticas de su obra. Y es que Vicente Luis Mora no es uno de esos escritores que concibe su obra literaria como un discontinuo respecto a la reflexión teórica, y Construcción es un vivo ejemplo de ello. El libro arranca con siete poemas, lo que el autor llama Materiales de Construcción, poemas elaborados a base de citas tomadas de otros tantos autores y que más que un agregado disconexo consisten en auténticas estructuras poéticas que se mantienen firmes gracias a su poder de resonancia textual. Y es que el uso de la cita por parte de nuestro autor va más allá de la des(re)-contextualización o del apropiacionismo literario para erigirse en razonada opción estética. Por no decir metafísica. Su idea de la convivencia de los textos de todos los tiempos en un espacio literario atemporal y utópico hereda aquella tesis de Eliot de que toda obra literaria nos es estrictamente contemporánea. Eso sí, la cita de Vicente Luis Mora se aleja de cualquier ánimo museístico para convertirse en material con el que elaborar los versos del largo poema en que consiste Construcción. Vicente Luis Mora puede ser un nihilista (¿y quién no?) pero un nihilista de los llamados activos, que prefiere la atracción funambulística del vacío al huero conformismo. Mora sigue la estela de Mallarmé en la disposición espacial de los versos. Frente a la palabra en el tiempo de Machado, Vicente Luis Mora nos propone una palabra en el espacio, el espacio de la página como terreno donde disponer y componer el diálogo de voces que vertebra este libro (este es un arte de dejar espacios). Una pluralidad de voces se reparten no sólo el tiempo sino el espacio de Construcción. Derecha e izquierda, además de orientaciones espaciales, devienen hábitat de voces diversas y que paradigmáticamente consistirían en el  y el yo que orientan la enunciación lírica de todos los tiempos, desde los cantos a Isis hasta Paul Celan, pasando por la lírica trovadoresca. El tú en este caso puede ser la amada, pero es también -en la mayoría de las ocasiones- ese yo desdoblado del autor, de todo autor de poesía, que oscila entre la experiencia vital, entre la vivencia y la escritura. Y ambos residen y conviven en el poema separados por un muro cuyo epítome será la famosa muralla china de la que nos hablaba Kafka, aquella muralla china hecha a base de retazos y que sirve a Mora como idea unificadora de su libro. Muro que sirve de defensa y al mismo tiempo de frontera permeable por donde pueden penetrar en cualquier momento los bárbaros, ésos que a veces nos sorprenden portando nuestro mismo rostro: el Imperio ya ha caído/ y los bárbaros eran los nuestros, pues la muralla china es también el muro que nos separa de nosotros mismos (el consciente del inconsciente, el que vive del que escribe...) y, como en ese cronotopo kafkiano exhaustivamente tratado por Deleuze y Guattari en su análisis de El proceso, a veces basta levantar la trampilla de una buhardilla para penetrar en el corazón de los juzgados, porque el adentro y el afuera se confunden hasta hacerse intercambiables. Claro que finalmente el diálogo admite una síntesis dialéctica. Ocurre que al final del poema ambas partes, derecha e izquierda, tú y yo, se fusionan, y así tenía que ocurrir, porque es una vez abandonada la escritura cuando el Jano en que se había convertido el poeta vuelve a adquirir un sólo rostro, el del hombre de carne y hueso que carga con las glorias y miserias de su humanidad.


Sin embargo un libro como éste que acomete tantos riesgos no puede dejar de acarrear también sus peligros. En algunas ocasiones el conceptismo del autor pierde pie entre abstracciones. Asimismo una duda que nos queda como lectores es si una apuesta formal como la practicada por Vicente Luis Mora en Construcción no habría encontrado su cauce más natural alejándose de los patrones renacentistas (sobre todo del endecasílabo, base métrica de casi todo el poema). Ninguna de estas posibles objeciones impide, no obstante, que nos encontremos ante un libro estimulante, una apuesta vigorosa que hace pensar que todavía quedan cosas por hacer y decir en poesía.

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