La
elección del equipo fotográfico para emprender un viaje es el punto de partida
del éxito que pueda tener nuestra “excursión” lejos de casa, en particular
cuando no se tiene la posibilidad de adquirir nada, ni siquiera pilas. El
transporte, la movilidad, las disposiciones internacionales, son parte del
problema.
Un
principio bien conocido por los fotógrafos de prensa cuando son enviados a
cubrir eventos que suceden en regiones lejanas o inhóspitas, es que deben ser
autosuficientes y contar con la mayor autonomía que les es capaz de
proporcionar la tecnología. Eso supone realizar una correcta planificación,
pensando siempre que cuanto menos se dependa de los demás, las posibilidades de
éxito serán mayores.
Como en
toda planificación, se trata de reducir al mínimo, por un lado, los fallos, por
lo que muchos elementos deberían estar duplicados (tarjetas de memoria,
baterías, etc.) y, por otro, elegir los elementos (cámaras, objetivos,
accesorios) que permitan cumplir las metas propuestas. Un tema crucial en esto
es la actual dependencia a la energía eléctrica para el funcionamiento de todos
los equipos, pero eso no constituye un impedimento, ya que a todos, en todo el
mundo, les sucede lo mismo.
Que nos
ofrece nuestro destino
Lo
primero que debemos establecer son las facilidades, que desde un punto de vista
fotográfico, podremos tener en la región donde vamos a trabajar.
Si es en ciudades grandes –o pequeñas pero con una gran afluencia de turistas–, sabemos que la capacidad de Memoria Flash (tarjetas) puede ser más acotada. Con certeza encontraremos casas de fotografía en las cuales, por un precio accesible, pueden bajarnos todas las fotos a un DVD o CD, de tal manera de liberar memoria para seguir haciendo fotos.
Pero
si el trabajo lo realizamos en zonas más apartadas o en países donde el
desarrollo tecnológico es escaso, entonces también debemos pensar en lograr una
mayor autonomía llevando una Laptop con grabadora de DVD/CD.
Una
alternativa económica es un disco duro externo de estado sólido, para ir
pasando las fotos a medida que las tarjetas se vayan llenando, siempre que
podamos encontrar a alguien que pueda prestarnos una computadora como vía de
enlace.
Así
se lleve la computadora portátil o se piense en pedir una prestada, también es
necesario llevar un lector de tarjetas y los cables de conexión de la cámara a
la PC. Nos aseguramos así dos vías para descargar las fotos porque, bueno es
recordarlo, los lectores de tarjetas no son infalibles.
La
energía eléctrica es otro tema, si bien son muy pocas las zonas no
electrificadas, se debe considerar cuantas oportunidades tendremos de poner a
cargar las baterías de la cámara. Si todas las noches regresamos al hotel, no
hace falta pensar en otra cosa que no sea que los conectores (fichas) de
nuestros equipos sean compatibles con el sistema eléctrico del lugar. En este
punto, es bueno averiguar y llevar, llegado el caso, adaptadores para los
tomacorrientes. En Brasil y en Chile, por ejemplo, son diferentes a los que se
usan en Argentina.
Prácticamente
todos los cargadores admiten 110/220 V con ajuste automático, por lo que los
transformadores son ahora un problema menos a considerar.
En
síntesis: Cargador, dos baterías para la cámara cuyo uso debe ser alternado
para que ambas sufran ciclos iguales de carga/descarga, cables de conexión,
lector de tarjetas, dos tarjetas de memoria de gran capacidad, disco duro
externo o Laptop, y los adaptadores de fichas para distintos tipos de
tomacorrientes.
El
equipo que nos acompaña
No
debe ser excesivo pero debe contener todos los elementos que nos permitan
abordar una gran variedad de situaciones. Si la idea es hacer reportajes de lo
cotidiano, escenas urbanas, paisajes, en fin, fotografía en general, las cosas
se simplifican.
Una
cámara réflex provista de dos objetivos zoom que cubran un amplio rango de
ángulos de cobertura, equivalente desde un 24 mm a un 200 mm, es suficiente.
Pero si vamos para hacer fotografía de naturaleza, entonces tenemos que pensar
en mayores focales, de por lo menos 400 mm o más.
Un
trípode compacto, liviano, que se puede acomodar dentro de la valija mayor, es
esencial si nos interesa hacer tomas nocturnas en las ciudades. Eventualmente
un minitrípode puede salvarnos, ya que se lo puede colocar encima de una pared
o muro, en una silla, en una escalinata, etc., para así estabilizar la cámara
de manera aceptable. Es también útil para hacer autorretratos sin tener que
pedirle a los demás que nos saquen una foto.
Otro
de los accesorios recomendables es el Filtro Skylight para protección del
objetivo, y un filtro Polarizador Circular si queremos hacer paisajes en zonas
rurales, con cielos amplios o en ciudades modernas, que suelen tener grandes
superficies vidriadas. Parasol y las tapas de los objetivos, junto a sus
respectivos estuches, integran el equipo del fotógrafo viajero.
Además,
un kit de limpieza, consistente en una pera de goma para sopletear las
partículas de polvo, un pincel de cerda suave para las más rebeldes y un paño
con limpialentes de uso fotográfico, para las marcas como las huellas de los
dedos que no salen de otra manera.
Por
último, no está de más llevar una cámara “muleto”, porque algunas veces los
equipos tienen esa curiosa costumbre de dejar de funcionar, se pueden golpear y
comenzar a fallar, etc. Claro, esto no sucede con las cámaras nuevas pero si
con las que tienen algunos años. Una compacta de calidad, con sensor de unos 10
Mpx y que permita generar archivos RAW, con un zoom moderado de 3x, es una
buena alternativa.
El
transporte del equipo
La
elección del bolso, mochila, chaleco o maleta de aluminio, depende de las
condiciones y el medio de transporte, del lugar donde desarrollaremos nuestra
tarea, en fin, según el propósito perseguido. Así que las combinaciones
posibles son varias.
Para
el transporte, en el medio que sea, lo que otorga la mayor protección sin dudas
es la valija de aluminio, con sus compartimientos acolchados, que puede ser
estibada en cualquier lugar.
Luego,
le sigue el bolso de cuero con compartimientos acolchado en su interior, que
soporta algún peso encima.
Los
bolsos de tela, en cambio, no deben quedar debajo de otros bultos y se los debe
poner en un lugar que no esté sometido a vibraciones, como suele pasar con el
piso de los buses.
En
auto, el mejor lugar es el asiento trasero, siempre que el vehículo, cada vez
que se haga una detención, quede bajo nuestra mirada. Si no, es mejor ponerlo
en el baúl para no facilitarle las cosas a los “chorros”.
El viaje en avión constituye todo un tema en sí mismo,
pero siempre lo mejor es llevar el equipo como equipaje de mano y, en este
caso, se deben conocer las reglamentaciones que varían según el país e incluso
según la compañía aérea.
Luego
del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, el 11 de septiembre de 2.001,
las medidas de seguridad en los viajes aéreos cambiaron radicalmente siendo
ahora muy estrictas. En el equipaje de mano o en la vestimenta no se puede
tener nada que pueda ser “potencialmente peligroso” o que supere lo que sea
“necesario” para el viaje, además de las limitaciones de tamaño y de peso que
varían según se trate de vuelos de cabotaje o internacionales.
Como
norma general, cada pasajero puede llevar un bolso que no pese más de 5 kg en
vuelos locales pero se incrementa hasta 10 kg en algunos vuelos
internacionales. Hay compañías, como LAN, que lo limitan a 8 kg.
Sus
medidas no pueden ser superiores a 55 cm de altura, 35 cm de ancho y 25 cm de
profundidad. De todas maneras, lo mejor es consultar en la empresa aérea por la
cual se viaja cuales son sus disposiciones internas en relación al peso y
tamaño del equipaje de mano.
Los
servicios de seguridad, por su parte, son lo que controlan los contenidos y, de
acuerdo a normas internacionales, están prohibidos los elementos punzantes como
alicates, tijeras, cuchillos, cutters, limas, agujas, destornilladores y,
obviamente, las sustancias inflamables o explosivas, los recipientes con gases
(aerosoles, cartuchos de camping, etc.), pinturas, alcoholes, las sustancias
tóxicas, el material radiactivo, corrosivo o altamente magnético. Los geles o
cremas, desodorante, etc., deben estar adentro de una bolsa de plástico
transparente con cierre hermético. No se permiten, incluso, las botellas de
plástico con agua mineral.
Así
que en el bolso o valija de mano lo recomendable es poner únicamente la cámara,
los objetivos, las baterías, tarjetas de memoria, laptop o disco duro externo,
pero, el cargador, los cables, monopié o trípode, y el kit de limpieza, es
mejor despacharlo en el equipaje de bodega.
Luego,
ya en el destino, es bueno tener una mochila diseñada específicamente para uso
fotográfico, un bolso más pequeño para la cámara o un chaleco, todos elementos
que nos permiten desplazarnos y trabajar con mayor comodidad. Además, podemos
ir alternando los elementos según el tipo de fotografía que pensemos hacer.
Por
último, hay que considerar las condiciones ambientales, es decir, temperaturas
máximas y mínimas esperables, pensar si el medio es rústico, etc. Eso puede
condicionar que la cámara requiera de una mayor protección. También hay que
pensar en la seguridad, en particular en los países de la región. Un pequeño
bolso podemos sumarlo para su uso cotidiano.
Si
aún se trabaja con película, entonces una bolsa negra es otro elemento
imprescindible. El rollo de película puede desengancharse en la cámara y nada
mejor que tener esa bolsa, diseñada especialmente, en la cual se introduce la
cámara y mediante mangas se puede quitar el rollo y rebobinarlo sin necesidad
de un cuarto oscuro o tener que meterse debajo de las frazadas, en la noche y
con la luz apagada, como lo hemos tenido que hacer quienes no hemos sido lo
suficientemente previsores.
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