Historia del automóvil, de Ilya Ehrenburg


Publica la Editorial Melusina dentro de su colección de revulsivos [sic] una nueva recopilación de artículos cortos de Ilya Ehrenburg. Si en la anterior ocasión teníamos delante un fresco despiadado de los orígenes del cine como industria del espectáculo y como factor de dominación de masas, ahora Ehrenburg nos obliga a volver la mirada sobre otro invento que ha marcado el siglo XX de una forma bien poco inocente: el automóvil. Dada su orientación ideológica y su papel de encendido propagandista y agitador ideológico experto en el uso del vitriolo, Ehrenburg trata dicho invento dentro del contexto de la explotación de las masas obreras por parte del capitalismo salvaje y del consumismo adocenador. Aspectos ambos que, aunque modificados, no han perdido presencia en nuestro mundo actual abocado a una crisis que no queda mal retratada en el capítulo final, dedicado precisamente a la especulación financiera sin reglas, carente de otros principios que no sean el beneficio rápido de unos pocos.

automovil historia


Así pues, al igual que sucedía con La fábrica de sueños, en Historia del automóvil vuelve a sorprendernos la frescura y vigencia de casi todo lo expuesto. Qué actuales son las guerras desatadas con propósitos fútiles, pero tienen detrás firmes intereses petroleros; qué familiares nos resultan las batallas por abaratar precios y conquistar mercados a costa de los sacrificios de la mano de obra; qué sugerentes son los procesos neocoloniales descritos atizados en pos de materias primas baratas e indispensables (ayer fue el caucho extraído de las plantaciones de haveas para los neumáticos de una floreciente industria automovilística, hoy es el sacrosanto coltán de nuestra electrónica cotidiana)... ¿Qué decir, además, del episodio en que se trata la santificación del mercado bajo las leyes del liberalismo desregulado, junto con la intervención estatal para apoyarlo cuando falla, sin que nadie se quede perplejo ante la aparente contradicción? En más de un aspecto, y más allá del contexto concreto de la industria del automóvil, el libro da la impresión de estarse haciendo eco, en un ejercicio de anticipación visionaria, de las noticias económicas de las últimas semanas. Esto, aparte de reflejar el ojo certero de Ehrenburg como fustigador de problemas y vicios inherentes al capitalismo (de su tiempo y del nuestro), pone de manifiesto que el libre mercado arrastra problemas que en un siglo no han sido resueltos y que se perpetúan de forma asombrosa. Una vez más, al confrontar los escritos de Ehrenburg con nuestra cotidianeidad, vemos cómo la caída inevitable del socialismo real como forma de organización económica no hace necesariamente buena su contrapartida más descarnada... 

Por lo demás, los relatos de Ehrenburg se leen magníficamente bien. No pretendiendo hilvanar un documental, el autor se deja llevar por notables arrebatos de irónico lirismo, redactados con su estilo directo y preciso, al tiempo que se esmera en ir dosificando su venenosa carga de crítica ideológica. Es por ello que estas páginas son difíciles de clasificar, pues, si bien son claramente propagandísticas, no intentan constituir, ni de lejos, un libro de tesis, y tampoco se quedan en meros relatos ficcionales (aunque los episodios fabulen mucho sobre hechos, dichos y personajes). Son pequeños panfletos llenos de imágenes de gran eficacia, agitadores, conmovedores (y “movedores” a cierto esfuerzo reflexivo), incapaces de dejar a nadie indiferente. En ellos, Ehrenburg se muestra como un maestro indiscutible e indispensable de la ironía corrosiva. 

En resumen, Historia del automóvil constituye, al menos para el ciudadano de hoy, un documento lo suficientemente intemporal como para capturar su atención más allá del vago interés arqueológico con que a veces afrontamos obras de actualidades ya caducadas. Historia del automóvil contiene una pintura acertada (aunque forzosamente no exacta y, por ello precisamente, más potencialmente sugerente) de la organización económica de Occidente durante todo este último siglo, y donde quedan patentes vergonzosamente algunos de sus fallos fundamentales, de sus hipocresías más sangrantes y de sus abismos insalvables. No perdamos de vista, salvando las distancias, que el relato de cómo los intereses económicos lograron hacer que el automóvil haya tenido una penetración inusitada, difundiéndolo y extendiendo su uso y disfrute más allá de lo estrictamente necesario (echemos cuentas si no a día de hoy de cuántos conductores empedernidos realmente necesitarían moverlo en su vida cotidiana), ilustra estupendamente lo que ha ocurrido con la redes móviles y el desarrollo desproporcionado de los servicios relacionados que no responden a una demanda real más allá de los impulsos espurios del mercado puro y duro.

No hay comentarios :