Una de
las obsesiones de Lars Von Trier es su empeño por mostrarnos en sus películas
el lado más atroz de la realidad. Esta vez lo hace mediante un crudo contraste
entre la felicidad y magia de los musicales y la dureza y violencia de la vida
real.
Como siempre el director proporciona al
film una gran carga emocional, la cual sabe controlar con una gran maestría.
Una vez más, encontramos una fuerte crítica a la sociedad norteamericana
(aunque podría ser a cualquier otro país). Nos hace partícipes de la avaricia,
violencia y materialismo, poniendo en entredicho la eficacia de un sistema
judicial un tanto rígido. La protagonista, interpretada por la cantante Björk,
es una joven inmigrante que trata de sacar adelante a su hijo. Es portadora de
una enfermedad crónica y sin que apenas nadie lo sepa, se va quedando ciega.
Tiene por tanto todos los componentes de un gran drama, y ya sabemos de
antemano que a Lars Von Trier no le interesan los finales felices.
Si en Dogville lo más expresivo lo encontramos en la
puesta en escena, enDancer in the dark lo vamos a ver en los encuadres. En este sentido el
director danés contrasta, mediante diferentes puntos de vista, dos situaciones
del film. La primera es la que se basa en la realidad de la historia, para la
cual el director utiliza la cámara en constante movimiento, al estilo Dogma y
con grandes desencuadres. La sensación que nos produce es de desestabilización,
ya que además utiliza primeros y medios planos provocando esa típica sensación
de agobio ya conocida llegándonos a identificar con la protagonista al no poder
abarcar todo lo que nos rodea. El segundo es el que se refiere a la parte
musical y onírica. La cámara se queda fija, la escena pasa de una textura
oscura a adquirir un colorido propio de los musicales de Hollywood y un montaje
que nos recuerda a los de los videos musicales. Utiliza, además, grandes
angulares y planos más generales en los que podemos ver la coreografía.
Si Lars Von Trier consideraba como uno de
sus manifiestos Dogma la no utilización de música extradiegética, aquí va a
utilizarla de forma que dota al film de una atmósfera onírica (todo lo
contrario a lo que él siempre ha perseguido). Lars Von Trier se sirve una vez
más de su habilidad a la hora de manipular los sentimientos de los espectadores
con un buen guión y un aún mejor manejo del lenguaje audiovisual.
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