Con esta película logrará hacer la que
para muchos es su obra más rara, aunque también es una de las más logradas en
todos los niveles. Sin embargo, y a pesar de que hay numerosos detalles que
confirman la repetición de motivos en sus diferentes películas,Carretera
perdida es una película bastante inusual y deslumbrante en muchos sentidos.
Coestrita con Barry Gifford (autor de Sailor y Lula, novela en que se basa Lynch para filmar Corazón salvaje), Carretera perdida es, además de un elegante y excelente ejercicio
estilístico, una historia que confunde y subyuga al espectador, hasta el punto
de no saber si estamos dentro de un sueño dentro de otro sueño; sin embargo,
sabida es la pretensión del realizador estadounidense por no desvelar detalles
ni explicaciones de sus películas, de manera que lo más importante para él es
la ambientación creada a partir del sonido y las imágenes, todo ello para crear
un ambiente que envuelva al espectador y se deje llevar por su poesía. El sexo,
los celos, la culpa y la (im)posibilidad de cambiar la realidad, junto a la
complejidad estructural, son los motores que mueven el sentido del filme, lo
que le acerca en gran medida a Mulholland Drive.
La película comienza con un plano de una
carretera completamente a oscuras al ritmo de I’m deranged de David Bowie; tan sólo vemos la línea amarilla
discontinua iluminada por los faros desde un coche en movimiento.
Paulatinamente, los faros del coche se apagan hasta que todo queda a oscuras,
en una transición que deja la pantalla en negro, a la vez que la música se
convierte en un ruido amortiguado y tenebroso, hasta que aparece la brasa de un
cigarrillo brillando en la oscuridad. Después vemos un rostro iluminado por el
cigarrillo al darle una calada. Se oye un pequeño ruido, y se abre la luz;
vemos el rostro de Bill Pullman con la mirada perdida envuelto en medio de la
penumbra. Lynch consigue con gran virtuosismo estético presentar el personaje
principal, por el que se filtrará el sentido de todo el filme, completamente
enajenado, sugiriendo que algo importante va a ocurrir. Mientras que en otros
filmes, como en Terciopelo azul el comienzo presenta una realidad idílica que se va a
ver frustrada por una fuerza mayor, aquí Lynch nos quiere introducir
directamente en un mundo pesadillesco.
El tratamiento del lenguaje es, junto a la
estructura, lo más interesante del filme. Es destacable a lo largo de la
película, el recorrido de la cámara por el interior de la casa, mostrando
esquinas, puertas, ventanas, objetos, realzando la sensación de hermetismo, de
manera que los personajes salen de esos espacios para aparecer de repente en el
umbral de una puerta (si bien esto es algo ya habitual en el cine de Lynch);
rostros que salen de entre la oscuridad; juegos de luces y sombras sin disimulo
de artificio; encuadres inauditos (como los dobles encuadres que focalizan al
personaje con marcos y sombras); utilización del cinemascope alargando las
escena, aislando a los personajes y mostrándolos en una especie de enajenación.
Todo esto son rasgos típicamente lynchianos que tal vez aquí logra sintetizar
mejor que en ninguna otra película para dotar ese aire de extrañeza y tensión
existencial.
También el uso del sonido llama la
atención, asemejándose en ocasiones al de Cabeza borradora, con chirridos, temblores, zumbidos, que ayudan a
marcar pautas o ritmos de las atmósferas, como en las secuencias de la cárcel,
y una magnífica banda sonora, con canciones de David Bowie, Rammstein o Marylin
Manson que se integran perfectamente en ciertas escenas.
Lynch se sirve de una estructura
anticonvencional para armar de nuevo la historia (similar en literatura a lo
que hicieron William Faulkner o Juan Rulfo) pero además para jugar con el poder
de sugerencia entre las distintas escenas. En sus obras siempre hay una
tendencia explícita a confundir y enredar escenas y argumentos, pero pocas
veces es de manera gratuita. Hay otro aspecto básico, indisociable del cine de
Lynch, y es el papel activo del espectador que debe estar siempre alerta y participar
en esa reconstrucción de la historia.
Otro de los rasgos típicamente lynchianos
es la nocturnidad y la ambientación siniestra que de ella de desprende. La
ambigüedad de la noche traspasa espejos y visiones que en un principio no
comprendemos pero que siempre tienen un sentido. Lynch varía muchos aspectos en
sus películas pero al mismo tiempo siempre conserva muchos de ellos. Y es que
el extrañamiento que producen ciertos ambientes e imágenes parece que ya las
hemos visto en películas anteriores, como Tercipelo azul e incluso en la serie televisivaTwin Peaks.
Lynch une todas sus películas por medio de imágenes, mucho antes que por
historias. Caso de la imagen en movimiento de una carretera de noche –imagen
que ya vimos en Terciopelo azul- que en mi opinión podría resumir o contener la
esencia del filme, gracias a su inexplicable fuerza y poder asociativo. De
hecho, el propio realizador lo ha reconocido en varias ocasiones, argumentando
que la idea del filme se fundamenta en el propio título “Lost Highway” y la imagen inquietante que produce.
En cuanto al sexo y el romanticismo tan
presente en sus películas, hay que decir que con Carretera perdida Lynch logra atenuar su lado más “romántico” (que
podemos apreciar en Terciopelo azul o Corazón salvaje) dotándolo de un tratamiento mucho más medido. Aún
así, sigue habiendo escenas de sexo rodadas a cámara lenta y con una
iluminación artificial que recuerda aCorazón salvaje.
Podemos hablar del cine de Lynch de muchas
maneras y seguramente nunca diremos suficiente. Pero hay dos cosas que son
incuestionables para quien esto escribe: la capacidad del realizador
estadounidense para combinar una serie de elementos que acaban enriqueciendo
las distintas capas del lenguaje cinematográfico (fotografía, sonido, historia,
diálogos, elipsis) y la inmersión al pasaje de los sueños y las pesadillas,
donde nada es lo que parece, pero todo –o casi todo- está conectado por una
extraña y sugerente lógica.
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