En 1990 Wild at Heart ganaba la Palma de Oro de Cannes, un premio que no
sólo fue bastante discutido, sino que supuso toda una sorpresa para David
Lynch, que había pensado y dirigido la película desde y para América y, aunque
creyera que esta pudiera recibir críticas relativamente favorables en el viejo
continente, no tenía confianza en que fuera bien entendida a este lado del
Atlántico; la distancia cultural se presentaba enorme y tal vez insalvable.
Puede que Lynch tuviera razón si no fuera porque Shakespeare, los Hermanos
Grimm o Perrault eran europeos.
En la película encontramos elementos del
cuento aleccionador medieval –revisitado a través de la historia del mago de
Oz-, de la novela cortesana medieval centroeuropea y de las tragedias
shakesperianas. Nuestro héroe, el caballero Sailor, profundamente enamorado de la princesa Lula, tiene que
huir precipitadamente de la corte en el Reino de Carolina del Sur cuando mata
en un enfrentamiento a otro caballero al que la malvada madre de Lula, la reina
Marieta -la bruja mala-, ha enviado para acabar con él por miedo a que revele
secretos de su pasado. Tras esta introducción comienza el primer capítulo, en
el que Sailor, después de pasar una temporada en las mazmorras –Pee Dee
Correctional Institution- emprende, junto con Lula, una huida hacia el reino de
California, pasando por la atrayente pero peligrosa Nueva Orleáns, en busca del
individualismo y la libertad personal -simbolizado todo ello por la chaqueta de
piel de serpiente que, cual si de una armadura se tratase, luce durante toda la
película-, escapando de la ira de la reina Marieta. Buscarán, por tanto, llegar
al otro lado del arcoiris, siguiendo el camino de baldosas amarillas –las
líneas discontinuas de la carretera por la que viajan son de este color-, como
ya hiciera Dorothy en El mago de Oz.
A través del recurso del flash back Lynch
comparte generosamente con el espectador su omnisciencia, acercándonos más y
más a la intimidad de los dos personajes. Lula pasó toda su juventud recluida
en su castillo tras la fatídica muerte de su padre (el rey), quien se inmoló
prendiéndose fuego cuando ella no era más que una adolescente. No obstante,
sabremos por Sailor, quien se encontraba cerca del castillo cuando todo
ocurrió, que lo que en realidad tuvo lugar fue un asesinato a manos de la reina
Marietta y de su amante, Marcello Santos –un particular y sanguinario rey
Claudio-, para apoderarse así del trono.
Llegados a este punto, el espectador ha
sido puesto por completo en antecedentes. La película, que ya ha mostrado su
cruda violencia y su gozosa sexualidad, rezuma fuego por todos sus fotogramas.
Este elemento (el fuego) sirve a Lynch para tender un puente entre lo simbólico
y lo estético, valiéndose de él de forma recurrente, ya sea con los constantes
insertos del plano detalle de un fósforo llameando, un mechero o un cigarro
encendidos; o mediante los micro flash-backs de la casa de Lula ardiendo,
pasando por el uso de las fuentes luminosas de tonos amarillos o rojizos
utilizadas durante el rodaje, o de los filtros de color que amarillean la
imagen y que se añadieron durante el montaje para dar ese tono llameante a las
escenas protagonizadas por Sailor y Lula.
Durante el segundo capítulo, en el que
multitud de dificultades se cerniránperniciosamente sobre ellos, tendrán que
enfrentarse a todos y cada uno de los emisarios de la reina Marieta: Marcello
Santos, Johnnie Farragut, Mr. Reindeer, Perdita Durango y su hermana Juana,
quienes de una u otra forma tratarán de impedir que lleguen a Oz.
Pero Marieta y sus secuaces no detentan el
monopolio del mal; en Big Tuna, Texas, un pueblo que parece estar maldito y del
que la pareja no consigue salir conocerán a un auténtico ángel negro, Bobby
Peru, quien irá tejiendo en torno a ellos su tela de araña y hará que los sueños
de la pareja estén a punto de quebrarse para siempre. Lula taconeará cinco
veces con sus zapatos rojos para invocar a la bruja buena.
La música de rock duro y las tiernas
canciones románticas de Elvis Prestley generan un contraste equiparable al que
hay entre lo grotesco de las imágenes y la pureza inmaculada de los personajes.
De igual forma que Walt Disney transformó los crueles cuentos medievales en sus
versiones cinematográficas, Lynch consigue dotar de inocencia y bondad a unos
personajes que, vistos desde fuera, son obscenamente sexuales y violentos.
El final de la película está marcado por la aparición de la bruja
buena, la misma que ayudara a Dorothy a regresar a casa. Este personaje, que
parece la encarnación de Lynch en la pantalla, hará que el desenlace que
aparece en la novela –y que en un principio también aparecía en el guión- se
reconduzca hacia el happy end. Sailor y Lula fueron felices, comieron perdices
y se amaron tiernamente por toda la eternidad.
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