Hay quien dice que la patria de un
escritor es su biblioteca. Y hay quien, como el escritor y crítico Ricardo
Piglia, diagnostica como síntoma plenamente moderno (o postmoderno) la
impostura de la memoria personal, archivo lleno de documentos culturales, de
datos ajenos que ponen en cuestión la autonomía -también la creativa- del
sujeto ilustrado. En definitiva, un giro antiproustiano que señala a Borges
como epítome significativa pero que sin duda admite otros precedentes (baste
recordar al Eliot de La tierra baldía).
Pues bien, Siberia propia, de la poeta cordobesa Isabel Pérez Montalbán, es un
libro que profundiza en lo dicho anteriormente, un libro sorprendentemente
compuesto a base de retazos, títulos de obras (la última parte del libro está
integrada por un índice de los títulos citados, ordenados primero según su
aparición en la obra y más tarde siguiendo el orden alfabético) que configuran
el texto a la manera de un collage textual. La intertextualidad se halla en la
base de la concepción de Siberia propia, constituyendo, hasta un límite que rebasa lo
previsible, su esencia. Pero lo más sorprendente es que la autora consigue
aglomerar ese conjunto difícilmente enumerable de citas hasta componer un
relato poético cohesionado, un texto que supera lo fragmentario para lograr una
unidad, un giro relativamente novedoso en la abundosa bibliografía
contemporánea de la fragmentariedad. Así el mundo de lo cultural y la
subjetividad del poeta terminan por pactar un equilibrio. El yo poético tejido
con los mimbres de las citas ofrece al lector una imagen coherente y dotada de
una convincente belleza. En definitiva, el sueño de Walter Benjamin de escribir
una obra a base exclusivamente de fragmentos parece cumplirse en Siberia propia.
Una historia de amor, inspirada en Carta de una desconocida, de Zweig, parece bastar a la autora como
aglutinante, redundando en la idea de que el sentimiento amoroso es capaz de
aunar lo disperso hasta dotarlo de sentido. Una idea poética clásica revestida
con moldes radicalmente contemporáneos. La obra de Zweig parece estar en la base de la
secuencia narrativa (pues los poemas de Siberia propia componen sin duda un relato y emparentan de ese modo
con lo narrativo) y hace que Siberia propia posea cierto aire de familia con otros libros de
poesía aparecidos recientemente y que apoyan su estructura narrativo-poética en
obras precedentes, bien literarias, bien cinematográficas. Hablo, por ejemplo,
de Extracción de la piedra
de la cordura, de Martín López-Vega (inspirado, digamos, en la epopeya sumeria de Gilgamesh)
o de Conversaciones con Mary
Shelley, de Julia Piera (en este caso el hipotexto podrían ser
los filmes de Hitchcock o Ridley Scott). Quizás este reincidencia resulte algo
más que una casualidad y constituya un indicio de una cierta tendencia a la retractio (alejamiento de la idea romántica de la
creación, salvo que tomemos el romanticismo en su versión más irónica, la de F.
Schlegel, Tieck o Jean Paul) en la más reciente poesía española.
Es ese amor distante, al igual que ocurre
en la novela de Zweig, el que constituye el polo del imán que atrae las
limaduras/fragmentos que integran esta obra de Pérez Montalbán. La propia
autora se encarga de anotarlo en uno de sus poemas:
ANTES DE TI yo era singular en forma
plural, mujer en plural,
hormiga entre los sueltos caballos
blancos, armadura practicante
en la liturgia del desorden, el despojo
que resulta
de la extracción de la piedra de la
locura.
Estamos, pues, ante un libro de apreciable
riesgo, perfectamente solventado por la autora, hecho que concede un valor
añadido a Siberia propia. Un mérito a añadir a la belleza, a la sensualidad y
a la honda humanidad de estos versos dignos de ocupar un lugar reseñable en la
última poesía española.
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