1.1. ¿Qué es el circulante en la empresa?
La
expresión circulante hace referencia a aquellas partidas del balance de
una empresa que circulan físicamente, es decir, que tienen movimiento.
Ahora bien, ¿qué
tipo de movimiento? El movimiento al que
nos referimos se refleja en el camino que recorren las partidas integradas en
el circulante hasta convertirse en dinero, de manera rápida y sin pérdida
apreciable de su valor.
La
mayor o menor rapidez con la que las distintas partidas se transforman en
dinero se denomina liquidez, organizándose de acuerdo con ella el balance de la
empresa. El activo según grado de liquidez y el pasivo según grado de
exigibilidad.
Del lado del activo,
las partidas que por tener una liquidez a corto plazo integran el circulante de
la empresa, son las siguientes:
·
Caja: dinero efectivo existente en
las cajas de la empresa.
·
Bancos: dinero depositado en cuentas
corrientes de bancos.
·
Clientes, deudores y efectos a
cobrar: derechos de cobro sobre
deudores por operaciones habituales o no, sin documentar o documentadas con
medios formales de pago.
·
Existencias: mercaderías y productos
vinculados con la producción.
·
Otras cuentas financieras: inversiones financieras a
corto plazo.
Del
lado del pasivo, aquellas partidas que pueden considerarse exigibles a corto
plazo y forman parte del circulante, son las siguientes:
·
Proveedores y acreedores: obligaciones de pago
respaldadas por instrumentos no formales de pago.
·
Efectos a pagar: obligaciones de pago
respaldadas con instrumentos formales de pago y que tienen su origen en
operaciones habituales o no.
·
Anticipos de clientes: cobros realizados a clientes
a cuenta de un determinado pedido a suministrar.
·
Créditos bancarios: préstamos a corto plazo.
·
Pagos al personal: deudas pendientes con el
personal.
·
Impuestos a pagar: deudas pendientes con
Hacienda.
Dentro
de la acepción global de circulante se incluyen aspectos muy distintos de la
gestión diaria, como se puede apreciar por las partidas que lo integran. Ello
hace que, en muchos casos, se hable de distintos tipos de circulante, según la
tipología de sus componentes. Así, podemos encontrarnos con:
·
Circulante
líquido: en dónde se incluyen las
cuentas que recogen expresiones de dinero efectivo en el balance, como caja,
bancos, otras cuentas financieras y créditos bancarios.
·
Circulante
financiero: que incluye todos los
derechos de cobro y las obligaciones de pago frente a terceros,
independientemente de la forma en que estén documentadas.
·
Circulante material: que recoge las existencias de
productos en la empresa, como la parte más tangible y menos líquida de todo el
circulante.
Adicionalmente, es posible que el lector se
encuentre, en algunos textos o publicaciones, la utilización de distintos términos
para referirse al manejo de las cuentas que integran el circulante, pudiendo
hablarse indistintamente de gestión del circulante, de cash management o de gestión de tesorería. Aunque los tres
conceptos están íntimamente relacionados, no son equivalentes, y cada uno
contempla facetas distintas de la gestión del circulante global.
La gestión de tesorería hace referencia
a la gestión del circulante líquido, mientras que el cash management
incorpora, además del circulante líquido, el circulante financiero. Por fin, la
gestión
del circulante integra, como parece lógico, la gestión de todo el
circulante, es decir, añadiendo al cash management el circulante material.
La
importancia económica del circulante es difícil de establecer en forma
absoluta, ya que depende de múltiples factores como el sector de actividad, el
grado de desarrollo de la empresa, el nivel de intensidad en capital, etc.,
pero, en cualquier caso, supone un volumen de transacciones mucho más elevado
que el asociado al resto de partidas del balance.
Por último, no deberíamos dejar de mencionar la
paradoja del circulante. Se ha dicho que el circulante está formado por
aquellas partidas que circulan, que
se mueven físicamente, lo que es totalmente cierto, pero, no es menos cierto
que su reflejo en el balance de la empresa representa una inmovilización de
fondos. Aunque los activos y pasivos que conforman el circulante de la empresa
no se mantengan estáticos en la misma, su valoración, reflejada en el balance,
se mantiene casi constante.
1.2. Algunos conceptos de
gestión
Una vez
definido el alcance de la gestión del circulante en la empresa, es conveniente
aclarar una serie de conceptos que forman parte del circulante y que, aunque
puedan ser conocidos, no es posible eludir su tratamiento en este artículo.
Período de maduración
De
forma general, se define el período de maduración como el tiempo que transcurre
entre el pago de la compra de materias primas a los proveedores y el cobro de
la venta de los productos a los clientes. Dicho período de tiempo refleja la
actividad operativa o asociada a la actividad habitual de la compañía.
Cada operación de cobro o pago tendrá unas
condiciones que pueden ser distintas de las demás, razón por la que, cuando se
habla de período de maduración, en realidad se está hablando del período
medio de maduración, como consecuencia de la ponderación de todas
ellas.
En la
figura 1 se representa gráficamente el período de maduración de una empresa
genérica. En ella podemos apreciar como las partidas del activo reflejan la
inversión o inmovilización de fondos que se produce como consecuencia de la
actividad operativa, mientras las partidas del pasivo incorporan la
financiación de esos fondos inmovilizados.
El
período de maduración está compuesto por los cinco subperíodos siguientes:
·
Período de aprovisionamiento: tiempo que las materias
primas se mantienen almacenadas hasta su incorporación a producción.
·
Período de producción: duración del proceso de
fabricación.
·
Período de venta: plazo de tiempo que los productos
terminados se mantienen en almacén hasta su venta.
·
Período de cobro: crédito comercial concedido a
los clientes.
·
Período de pago: crédito comercial obtenido de
los proveedores.
El período de maduración es una medida del dinamismo
de la actividad operativa de una empresa. Un período de maduración corto supone
un ritmo rápido de funcionamiento, produciéndose varias veces el ciclo de
actividad durante el ejercicio económico. El número de veces que se repite el
ciclo se denomina rotación.
Un
período de maduración largo supone una rotación baja; lo que implica una mayor
necesidad de financiación, con costes más elevados.
Por el
contrario, una rotación alta, es decir, períodos de maduración cortos, puede
incorporar problemas de funcionamiento como escasez de productos, rotura de
inventarios, cortes en la producción, etc., que repercuten negativamente sobre
la actividad operativa e incrementan el coste de operación.
El
dimensionamiento adecuado del período de maduración es uno de los puntos clave
de la correcta gestión financiera de una compañía. Los desajustes en la
dimensión del período de maduración son consecuencia de la actividad diaria, lo
que los hace difíciles de detectar, haciéndose necesario un control exhaustivo
de las partidas que lo integran en el día a día.
Fondo
de maniobra
Se entiende por fondo de maniobra el resultado de
deducir de las partidas del activo circulante las del pasivo circulante.
También
puede expresarse como la diferencia entre los recursos permanentes y el inmovilizado
neto.
El
fondo de maniobra, así obtenido refleja, el volumen de activo circulante que
está financiado por recursos permanentes, entendiéndose beneficioso que el
resultado sea positivo.
Un fondo de maniobra positivo, supone que activos a
corto plazo están siendo financiados con recursos a largo plazo, lo que
significa una cierta tranquilidad
financiera proporcionada por la mayor liquidez del activo circulante frente
a la exigibilidad del pasivo a largo plazo.
Por el contrario, un fondo de maniobra negativo,
supone que activos a largo plazo están siendo financiados con recursos a corto
plazo, lo que sugiere un cierto peligro
financiero producido por posibles situaciones de falta de liquidez ante la
mayor exigibilidad de la financiación a corto plazo frente a los activos
En
cualquier caso, todo depende del nivel de liquidez, sin pérdida de valor
significativo, de los activos inmovilizados -unas acciones pueden negociarse en
el mercado, produciendo liquidez inmediata, mientras que un edificio puede
tener un proceso de venta y cobro mucho más dilatado- y del nivel de
exigibilidad de los pasivos circulantes:
·
Financiación de proveedores, que se comporta como un
inmovilizado siempre que se mantenga estable el nivel de actividad.
·
Financiación bancaria, que en situaciones de
estabilidad también funciona como un inmovilizado, aunque necesite de las
correspondientes renovaciones.
Por lo
tanto, un fondo de maniobra positivo o negativo no supone un indicador absoluto
sino que debe relacionarse con la evolución de la actividad del negocio.
Como
ilustración de la problemática planteada acerca del fondo de maniobra
analicemos el caso de los grandes hipermercados.
Dicho
negocio tiene un fondo de maniobra negativo:
·
Bajo nivel de activo
circulante:
cobro al contado, existencias propiedad de los proveedores y bajo nivel de
fondos en caja y bancos.
·
Fuerte volumen de pasivo
circulante:
plazos de pago a proveedores dilatado (igual o superior a 90 días).
Sin embargo,
mientras se mantenga el volumen de ventas o se incremente, el riesgo de falta
de liquidez es nulo, puesto que la financiación de los proveedores se
comporta como un inmovilizado.
El
excedente financiero producido por dicha actividad se debe invertir
cuidadosamente para cubrir las contingencias de falta de liquidez,
repartiéndose entre inversiones financieras y expansión de la actividad (la
inversión más rentable).
|
Necesidad operativa de fondos
El concepto de necesidad operativa de fondos se
obtiene deduciendo del activo circulante necesario la financiación espontánea
total.
Por activo circulante necesario se
entienden la tesorería, el crédito a clientes y el volumen de inventarios
necesarios para la actividad a desarrollar por la empresa.
La financiación espontánea total es
toda aquella que se produce espontáneamente debida a la actividad habitual,
como son la financiación de proveedores y los pagos aplazados a la Hacienda y la Seguridad Social.
Podemos
apreciar es un cálculo teórico, que expresa el volumen de fondos que deben
aportarse para desarrollar la actividad de la empresa.
Aunque
existe una gran similitud, hay diferencias entre las necesidades operativas de
fondos y el fondo de maniobra, que se deben fundamentalmente a dos motivos
distintos:
·
En
el fondo de maniobra se incluye la financiación de proveedores y la
financiación bancaria a corto plazo, mientras que en las necesidades operativas
de fondos solo se contempla la financiación espontánea.
·
Las
necesidades operativas de fondos suponen la expresión de un objetivo, mientras
que el fondo de maniobra es una medida real sobre los datos contables.
La comparación
entre las necesidades operativas de fondos y el fondo de maniobra pone de
manifiesto las diferencias entre lo que debería ocurrir y lo que realmente
ocurre:
Si FM > NOF, existen excedentes
de fondos.
Si FM < NOF, existen
necesidades de financiación adicionales
que deben ser cubiertas.
|
1.3. La visión financiera del
circulante
Desde
el punto de vista financiero, la gestión del circulante participa de los
objetivos generales de la gestión financiera:
·
Obtener
la máxima rentabilidad.
·
Asegurar
la liquidez.
·
Disminuir
en lo posible el riesgo asociado.
Focalizándonos
en el corto plazo que representa el circulante, los objetivos de garantizar la
liquidez y minimizar el riesgo coinciden, quedando como objetivo alcanzar una
definición adecuada del binomio rentabilidad–liquidez, que pueden plantearse
como incompatibles en la mayoría de los casos.
¿Hasta
dónde ceder en liquidez para mejorar la rentabilidad? No tiene una respuesta
sencilla. En la mayoría de los casos habrá que analizar la sensibilidad del
negocio a las variaciones en alguno de los parámetros para tomar una decisión.
En el
ejemplo reflejado en el cuadro 1 se representan tres opciones de gestión del
circulante: conservadora, normal y agresiva.
La
opción agresiva de gestión del circulante supone una reducción drástica de los
activos circulantes que provoca una reducción de la liquidez, colocándola en el
límite, pero que genera una rentabilidad elevada.
Por
contra, la opción conservadora mantiene una situación de liquidez muy holgada,
a costa de reducir la rentabilidad casi hasta la mitad que en la opción
anterior. Se pone de manifiesto que mantener una liquidez excesiva (hasta tres
veces mayor que en la opción agresiva) puede llegar a ser perjudicial para la
rentabilidad.
La
opción normal representa una situación intermedia entre las anteriores,
poniéndose de manifiesto que la relación entre el aumento de la liquidez y la
reducción de la rentabilidad no es lineal.
¿Cuál
es la mejor opción? Habrá que analizar las alternativas posibles y escoger
aquella que mejor se ajuste a la situación
financiera, características y política de riesgo de la empresa.
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