EL NIETO DE MOZART Y DARWIN ES UN ORDENADOR ESPAÑOL

El Bosón de Higgs preside el ranking de las novedades científicas más importantes de 2012, según la revista “Discover”. La única representación española en ese top 100 es “Iamus”, el primer ordenador del mundo capaz de escribir música sin intervención humana gracias a un algoritmo basado en la computación evolutiva. El compositor y pianista Gustavo Díaz-Jerez es su profesor de solfeo, las partituras de su discípulo electrónico son absolutamente indistinguibles de las que crearía un ser humano y son generadas a tiempo real. Diez minutos le lleva a la máquina crear una pieza de música clásica contemporánea para los cien instrumentos de una orquesta, una labor para la que él necesitaría varios meses.

Algoritmo bioinspirado: la gestación de una partitura

Gustavo Díaz-Jerez es investigador-colaborador del proyecto “Melomics” del Grupo de Estudios de Biomimética de la Universidad de Málaga. La Biomimética es una ciencia que aplica los métodos y sistemas de la naturaleza a la ingeniería y la tecnología, el algoritmo de Iamus para crear música está inspirado en la evolución genética. Cada composición surge a partir de un genoma inicial que almacena el ADN de la obra. El programa va desarrollando sucesivamente ese genoma hasta que se obtiene la composición final, de la misma forma que un embrión va evolucionando progresivamente en el útero y se convierte en un niño. La diferencia es que aquí en vez de un bebé hay una partitura en PDF.

 

Gustavo Díaz-Jérez. Compositor, pianista y “profesor de solfeo” del ordenador Iamus.

La misión de este tinerfeño es asegurarse de que los sucesivos desarrollos de esos genomas respeten la corrección gramatical y musical. Enseñarle solfeo a este ordenador implica transmitirles a sus programadores los límites que ha de tener en cuenta el algoritmo a la hora de componer. Esos límites pueden estar impuestos por los propios instrumentos, “Iamus conoce la nota más grave y la más aguda que puede tocar un violín y sabe que no puede escribir fuera de ese rango”, o por los intérpretes, “una tuba no puede tocarse con la misma agilidad que un flautín”. El ordenador también controla otras cuestiones musicales más teóricas: disonancia, consonancia y dinámica. “Sabe lo que yo le enseñaría a un estudiante de composición sin imponerle una estética determinada. Lo cual es increíble porque realmente es creativo”, asegura Gustavo.

Se dice que la generación de música es autónoma porque el ADN de las obras es generado por el propio Iamus. “La única información que se introduce desde fuera son los instrumentos para los que quieres que escriba y la duración de la obra, exactamente igual que cuando se le hace un pedido a un compositor”. El resto de genes que determinarán el sonido de la obra final son parámetros musicales como la melodía o el ritmo, que se generan al azar en el momento de comenzar el proceso. ¿Qué otros genes tiene el genoma? “Es secreto”. Tan secreto que solo cuatro programadores de las 30 personas que forman el proyecto lo conocen.

 

Iamus no lleva peluca ni escribe para la corte

Gustavo habla de Iamus como de un estudiante aventajado; el ordenador conoce el lenguaje musical igual de bien que un alumno de grado superior de música, pero todavía le queda mucho por aprender. Sus composiciones están a la altura de las de un joven autor, la ventaja de que el ordenador sea excepcionalmente prolífico es que le permite explorar ese conocimiento limitado a través de millones de obras.“Lo interesante es que a los humanos, cuando nos gusta una idea, nos cuesta mucho desecharla. Por eso Bach suena como Bach, porque hay una serie de elementos que utiliza más que otros. En cambio, si el ordenador hace mil millones de obras con todo lo que sabe, unas sonarán de una manera y otras de otra. ¿O sea que Iamus no tiene un estilo propio? “Exacto”.

 


Wolfgang Amadeus Mozart

A día de hoy, entre esas infinitas posibilidades que tiene Iamus a la hora de componer, sería imposible que surgiera de manera espontánea una obra de Mozart: “Iamus no puede escribir como Mozart porque para eso hay cosas que tendría que saber que todavía no sabe, como reglas de la tonalidad o de encadenamiento de acordes”. Aunque esta computadora malagueña también puede hacer cosas que el maestro de Salzburgo no sabía: “Multifónicos en el clarinete o los armónicos en la cuerda. Y el uso de la percusión, ¡Mozart usaba timbales como mucho!”.

Iamus ha nacido en el siglo XXI y escribe melodías de su época, es decir, música clásica contemporánea. Esto implica que su repertorio no siempre es accesible para el público no especializado. Muchos de los que se acercan por primera vez a Iamus se decepcionan porque esperaban escuchar algo que hubiera encajado en la banda sonora de “Fantasía”. “Hubiera sido un reto imitar la música de Mozart, pero artísticamente no tendría mérito. Ya hubo un Mozart. Si tú analizas la estructura de Mozart y codificas la tonalidad del siglo XVIII, al final, con mucho trabajo, logras que el ordenador haga una obra que suene como Mozart. ¿Pero qué valor artístico tiene eso? Eso no es crear nada, estás copiando”.

Iamus también compone para voz. “Lo que no hace Iamus es escribir letras, claro. En la obra “Mutability”, para soprano y pianista, cogimos un poema de Percy Bysshe Shelley y lo adaptamos de manera automática a las notas y a la canción”. ¿Algún instrumento para el que Iamus todavía no pueda componer? “Algunos. La guitarra, por ejemplo, es muy complicada; se toca con cuatro dedos en la mano izquierda y hay muchas posiciones para las que se podría componer pero que son físicamente imposibles de hacer para un guitarrista”.

Ordenador Iamus. Se creó una piel específica con diseño es algorítmico y bioinspirado que permitiera asociar el ordenador con una imagen.

Libertad para componer… sin desobedecer

Muchas de las limitaciones a las que tiene que ajustarse Iamus están relacionadas con las capacidades del hombre. El ordenador no tiene permitido escribir algo que no sea “humanamente ejecutable”. Sin embargo, es interesante pensar en un tipo de música “alienígena” cuya ejecución sobrepasara el límite de la capacidad humana, pero que ciertamente se podría componer. “Nosotros de momento no le dejamos escribir cosas imposibles. Pero sí se podría, sería cuestión de quitarle filtros”, explica Gustavo.

De tanto pensar en Iamus como en un joven estudiante, uno acaba dándole una personalidad.  Y piensa en el típico joven que después de un largo aprendizaje desafía las normas que le enseñaron sus maestros y acaba cambiando el curso de la Historia del Arte. ¿Os habéis planteado darle un mínimo de posibilidad de que se desmarque de la norma? Igual que un estudiante brillante y rebelde diría “esta regla la conozco pero, mira, me la voy a pasar por el forro”? “Eso se podría programar, una pequeña probabilidad de que en un momento dado transgreda”. A priori, no es su intención.

Gustavo no escribe código para Iamus, pero ha sido una figura vital en el desarrollo del algoritmo. Él ha sido el puente entre el lenguaje musical y la programación más árida. Y si lo ha conseguido fue gracias a haberse pasado muchas horas de su adolescencia programando rutinas en las casetes ochenteras de su Commodore 64: “Eran jueguecitos tipo Arcade, un laberinto con enemigos y cosas así”. En paralelo con su carrera de pianista y compositor, siguió estudiando programación de manera autodidacta (“como los mejores”) y en el año 2000 diseñó un software llamado Fractmus capaz de generar música a partir de fórmulas matemáticas. Tener esos conocimientos le permitió hablar el mismo idioma que los programadores, quienes no tenían ni idea de solfeo, y ser capaz de traducir la teoría musical a estructuras que pudieran ser codificadas.

Un disco en el mercado

Para presentar en sociedad este proyecto se decidió seguir los cauces normales que habría seguido un compositor de carne y hueso: ofrecer un concierto y grabar un disco.  La primera composición completa de Iamus se tituló “Hello World!“, una obra para piano, clarinete y violín que se interpretó por primera vez el 15 de octubre de 2011. Sentado al piano, Gustavo Díaz-Jerez. El primer álbum de Iamus se grabó entre marzo y abril del año pasado. Producido por Mariano Díaz Guzmán y Melomics Records, algunos de los temas los interpretó la Orquesta Sinfónica de Londres.


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