"FOLLIES”, el musical de la temporada

“La gran sorpresa de este espectáculo es Carlos Hipólito. Creí haber visto casi todo lo que es capaz de hacer, pero su recreación del personaje de Benjamin Stone me ha conmovido como pocos”

 Fue un día especial, no puedo negarlo. Mi abuela de noventa años estaba sentada a mi lado dispuesta a disfrutar de las casi tres horas que dura este espectáculo. Tras cierto retraso debido a problemas técnicos, cosa que no me importó (debe de ser por pertenecer al gremio), el telón se levantó y los primeros acordes del magnífico libreto escrito por Stephen Sondheim en 1971 inundaron todo el teatro. Es el cuarto musical de este compositor que pone en pie Mario Gas y he de reconocer que ha dado en el clavo. Con un elenco formado por 38 intérpretes y 18 músicos la ecuación parece sencilla pero el brillo y la potencia que desprende el escenario tienen un inmenso trabajo detrás.

Follies comienza con un reencuentro en el teatro que durante años regentó Dimitri Weissman, interpretado por el propio Gas, (en un guiño más que simbólico a ésta su última producción al frente del Teatro Español). En este lugar tan familiar para los personajes que cruzan el umbral de la puerta, se agolpan los recuerdos del tiempo pasado en el que las coristas llenaban la escena, el público, las luces, ante la proximidad de ser convertido en un parking. Como suele pasar en el teatro, la realidad y la ficción no siempre se distinguen con claridad. Vertebran esta historia las 22 canciones de James Goldman  (traducidas por Roser Batalla y Roger Peña) acerca de las peripecias vitales y los sueños de juventud entre Ben (Carlos Hipólito) y Phyllis (Vicky Peña) y Buddy (Pep Molina) y Sally (Muntsa Rius). Y a modo de flashback se entretejen las historias entre el pasado, el presente y en algunos momentos incluso simultáneamente en el escenario.

Hubo varios momentos que lograron sumergirme por completo en este universo creado por Sondheim a modo de homenaje al mundo de las coristas de los espectáculos de variedades que triunfaron a principios del siglo XX en Nueva York. Roscoe, el maestro de ceremonias que en la voz de Josep Ruiz abre el espectáculo, magnífico. Asunción Balaguer interpretando Broadway baby, 86 años y un encanto que rompe barreras. Vocalmente extraordinaria Muntsa Rius como Sally Durant, el contrapunto perfecto a Vicky Peña que a lo largo de la función va dotando al personaje de Phyllis del carácter insatisfecho y vengativo para desbordarse en la escalinata por la que desciende en “The story of Jessie and Lucy”. Soberbio el cuerpo de baile que hace las veces de coro dando a la trama la envoltura suficiente para que cada uno de los personajes se deslicen a modo de tobogán por sus respectivos conflictos vitales. 

Pero sin lugar a dudas la gran sorpresa de este espectáculo es Carlos Hipólito. Creí haber visto casi todo lo que este magnífico actor es capaz de hacer en cine, televisión y sobre todo teatro; pero la recreación del personaje de Benjamin Stone me ha conmovido como pocos. Un personaje lleno de matices que van desde el cinismo y el vacío más absoluto hasta la locura en “Live, laugh, love”.  Hipólito lo ha vuelto a hacer. Follies se ha reestrenado no por el empeño de su director, ni porque esta ciudad esté ávida de musicales, no hay más que pasearse por la Gran Vía madrileña, sino porque el patio de butacas se llena noche tras noches de aplausos inacabables. Para los rezagados que se lo perdieron en Febrero aquí está otra vez, a modo de segunda oportunidad. No se lo pierdan, consejo de actriz.

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