Insuficiente versión del clásico de Shakespeare que deja intacta la prevalencia de cualquier propuesta anglosajona.
Al entrar en la sala,
una luz roja inundaba todo y al sentarme en la butaca y mirar hacia arriba la
original escenografía de Paco Azorín a modo de pasarela
colgante sobre el diáfano escenario y una hilera de sillas a la derecha
hicieron que mis miedos se aplacaran. La primera vez que vi a Will Keen fue interpretando Macbeth a las órdenes de Declan Donnellan, me fascinó. Tuve el
privilegio de conocerle años después y comprobar que es un auténtico experto en
la materia. A pesar de todo yo me mantenía escéptica ¿se puede poner en pie a
Shakespeare en español sin el miedo a ser comparado con cualquier propuesta
anglosajona? Una de las razones por las que sus tres horas de duración no se
hacen insoportables es la acertada y respetuosa versión de María Fernández Ache que junto con la dirección de Keen
trasladan este archiconocido texto isabelino a la actualidad en donde los
trajes de época son sustituidos por trajes de chaqueta y los caballos por
aviones. Incluso está bien solventada la aparición del espectro del padre de
Hamlet gracias a un juego de luces y una voz en off.
Pedro Casablanc es Claudio, este actor habitual en casi todas las propuestas teatrales actuales siempre resulta convincente en cada personaje que encarna. Su contrapunto es Yolanda Vázquez como Gertrudis, actriz española afincada desde hace años en Inglaterra y que ha trabajado en la Royal Shakespeare Company, todo un descubrimiento. Secun de la Rosa como Guildenstern y Antonio Gil como Rosencrantz (además de interpretar otros personajes) insuflan aire fresco y por momentos ponen el toque cómico, pero sin lugar a dudas la gran sorpresa es Javivi como Polonio. Deduzco que queriendo introducir algún elemento para equilibrar la balanza de la tragedia que se va gestando, el padre de Ofelia y Laertes (ambas interpretaciones bastante flojas) se convierte en el personaje más completo y con más matices de todo el reparto.
Sorprendente que aún no me haya pronunciado sobre el protagonista, interpretado por Alberto San Juan. Su propuesta de Hamlet me ha resultado plana y exagerada.
Como actriz, creo en los
referentes que me sugieran abrir las puertas de mi propia expresividad, pero
nunca en detrimento de perder mi esencia ni convertirme en una copia. Ver como
un actor trata de imitar cada gesto, cada mirada, es realmente agotador. Me
asalta la duda de si su trabajo está marcado por la dirección y en ese caso la
responsabilidad sería compartida o ésta ha dejado a su libre albedrío al actor
y el resultado es un personaje que no evoluciona a pesar de
los innumerables giros dramáticos que se suceden a lo largo de la
historia y cuya relación con el único personaje que le es fiel, Horacio (interpretado por el genial Pablo Messiez) es inexistente. Sólo
la locura presente desde el comienzo se justifica en un final bien urdido en
forma de lucha de espadas, inteligente y coreográficamente bien resuelta. De
momento y a pesar de los aciertos del espectáculo, “to be or not to be” sigue
ganando por goleada.
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