“Juega, pero sin exagerar”. El consejo que el Estado Italiano parece que invita más a jugar de lo que pueda desincentivar. Las loterías invaden Italia y el Gobierno no está dispuesto a renunciar en tiempos de crisis a los 4.000 millones de euros que ganó en el primer semestre del año. Sin embargo, este consejo parece olvidar que en Italia hay casi 800.000 ludópatas, con dos millones de personas en riesgo. Tampoco se acuerdan estos carteles de que la mayor empresa del país se llama mafia, que se aprovecha de este vicio que supone el 4% del PIB.
Italia se ha convertido en un enorme casino con forma de bota. Un
paseo por cualquier bar revelará la existencia de tragaperras siempre con
clientes. En el estanco, en la administración de loterías e incluso en las
oficinas postales se puede contemplar cómo alguna persona ha desarrollado más
automatismos que la propia máquina. Moneda, pulsación de botón y música de
premio, si esto último se produce, se repetirá la operación hasta que se pierda
todo.
Sin necesidad de tener un Eurovegas en el horizonte, Italia fue en 2012 el
segundo país del mundo en lo referente al juego.
Una cifra, más de 70.000 millones en facturado legal, que dobla a lo que las
familias italianas gastan en salud, y que supone ocho veces la cantidad
dedicada a educación. El juego se hace fuerte en las loterías, los rascas,
internet y en las masivas slot machines, dejando
de lado otras propuestas como el bingo, perdidas en el maremágnum de una oferta
masiva. La magnitud del problema comienza a levantar cierta polvadera popular.
EL PUEBLO CONTRA LAS MÁQUINAS
Tutelada por los Alpes que se dibujan en el horizonte, Santena
es uno de los muchos pequeños pueblos que rodean a la industrial Turín. Marcada
por la crisis de la Fiat y del mercado automovilístico en general, a esta
pequeña población de apenas 10.000 habitantes se le ha sumado otro problema: la
proliferación sin fin de máquinas tragaperras que ha llevado a una rebelión
contra ellas dentro del municipio. La cifra de una máquina cada 300 habitantes
ha sido la espoleta de los hechos.
Un paseo por las calles no da la sensación ni de la crisis, ni
de la revuelta. Salvo por su polígono, algo más ajetreado, las calles de
Santena son una balsa de aceite, donde el único movimiento que se ve son gente
mayor en bicicleta intentando hacer frente al crudo invierno alpino. Su
alcalde, Ugo Baldi,
un veterinario perteneciente a la casta amable de políticos que verdaderamente
trabajan para la comunidad, tampoco demuestra ninguna agitación aparente.
“Acabo de recibir malas noticias – explica -, me han notificado
que la Prefectura no puede hacer nada para evitar la apertura una nueva sala de
juegos en la localidad”. Baldi hace referencia a la moción votada por
unanimidad para impedir la apertura de nuevas salas de juego en el pueblo.
Todos los grupos políticos se mostraron partidarios – “lo que sería el
equivalente de casi todos los vecinos de Santena”, recuerda Baldi -, pero la
Ley no puede hacer nada por impedirlo. Los habitantes de Santena se gastan en
ellas cerca de 1.300.000 euros anuales. “Si se suman las otras formas de juego
de azar legales se llega hasta los dos millones”. En definitiva, una cifra que
casi equivale a la cantidad anual que pagan de impuestos. “Pagan tantos impuestos como juegan”.
“Se ha
llegado a extremos de gente que no podía jugar porque tenía que trabajar, que
pagaba a gente que quería jugar, pero que no tenía dinero”,
explica Ugo Baldi, que se desespera ante la imposibilidad de limitar la
extensión de las máquinas. “Los caminos que nos quedan no son muchos, pero
habrá que tomarlos todos”. Estos pasan por hacer campañas de información a las
franjas de la población afectada – principalmente personas mayores – e intentar
incentivar el abandono de esta forma de lucro para bares, estancos y otros
establecimientos. La mente de este alcalde se acelera cuando explica las formas
que ha ido pensando para intentar limitar las máquinas, haciendo malabares con
sus cuentas. “No podemos
pedirles que las quiten todas porque eso es imposible. Les da demasiado dinero”.
“La administración no le tiene manía a los gestores, sino al
fenómeno del juego. Es triste ver una ciudad pequeña como la nuestra en la que
cierran las tiendas y abren salas de apuestas. Entonces, se entiende que hay
algo que no funciona”, explica este alcalde que vive su cincuentena
desviviéndose por su pueblo inmerso en una doble crisis. Y es que este es uno
de los puntos importantes. Según datos citados por Reuters, pese a que Fiat
(excluyendo su parte americana) y su entorno dan trabajo a un millón de
personas – diez veces más que el juego -, la empresa ganó la mitad del dinero
que la industria del azar el pasado año.
Aunque piense que limitando el número de máquinas se limitará el
número de jugadores, el alcalde cree que el origen de todo queda anclado a la
crisis que atraviesa el país y, especialmente, este pueblo piamontés y, ante
todo, teme el futuro ya que el Estado, como los bares, no puede renunciar a
este dinero. Pese a todo, el lamento es inevitable. “El Estado no puede hacer
spots en los que te diga juega con moderación, porque sabe a poco. No es lo
mismo que cuando te dicen que fumar produce cáncer”.
EL MONO DE LAS
LOTERÍAS Y EL MONO POR LAS LOTERÍAS
El lenguaje utilizado para prevenir el juego es ingenuo, como
indicaba el alcalde. En la página del grupo Lottomatica un simpático mono que
se frota las manos nos da unas reglas para asegurarnos la diversión – siempre sin exagerar -. No deja de ser curioso que tener el
mono, tenga el mismo significado en español que en italiano. La
publicidad, como el juego, se ha ido de las manos. “Una vez fuimos a hablar en
televisión del juego y en la pausa publicitaria pusieron anuncios de loterías”,
cuenta Simone Feder,
portavoz del movimiento No Slot Pavia,
surgido en otra población víctima del juego.
Pavía, una tranquila ciudad de la industrial Lombardía, ha
cambiado su referencia de capital de estudiantes para convertirse en la capital
del juego en Italia. Una máquina tragaperras cada 136 habitantes y 2.800 euros de gasto per capita en juego – la
media nacional es de 1.500 – han cambiado la cara de esta ciudad de 70.000
habitantes, donde el azar representa el 7,8% del PIB local. La presión social
no pudo contenerse y el pasado junio Pavía decidió salir a la calle: era el
nacimiento del movimiento No Slot en Italia.
“No podíamos más”, explica Simone Feder, psicólogo que lleva
años tratando problemas de adicción en la Casa del Joven de Pavía. “El movimiento llevaba echando raíces
desde hace mucho tiempo, desde que la gente empezó a llamar a nuestra puerta en
busca de ayuda. Sin embargo, es de 2006 cuando empezaron a proliferar
estos demonios de hierro”. Y
por aquel entonces, recuerda Feder, no había crisis.
Los datos dicen que este año los italianos se han gastado menos
dinero en juegos de azar,una verdad engañosa, ya que el facturado ha aumentado.
El ejemplo es sencillo, puede ser que un italiano se gaste dos euros en un
rasca y gana y que le toquen otros dos. En lugar de guardárselo, se lo vuelve a
gastar y lo pierde. En realidad han sido cuatro, aunque de sus bolsillos sólo
han salido dos. Y en los primeros ocho meses del año, este facturado sí que ha
aumentado. En 2011,
el facturado fue de 79.000 millones, un neto aumento frente a
los 61.000 de 2010 o a los 16.000 de 2003. Los premios pequeños son el caramelo
que sirve para atraer al jugador.
Feder dice que ante todo es padre de familia. Habla con la
indignación de alguien que se encuentra cada semana con casos que le hacen caer
el alma a los pies, pero que cuenta con la fuerza suficiente como para seguir
adelante. “Esta semana vino una señora a contarnos el caso de su marido, que
con poco más de 60 años se ha gastado 140.000 euros en rasca y gana”. Y así,
cada semana. Cada día. Sin perder las fuerzas.
Estaba claro que era de Pavía de donde provendrían las fuerzas
para lanzarse a luchar contra este problema. Italia lo padece con intensidad,
pero Pavía sufre la asfixia. “Nosotros no sólo hacemos frente a los
tratamientos. En el juego están metidos organizaciones de la mala vita – mafia
– y los
usureros, y ha habido alguna amenaza”. Las
infiltraciones mafiosas son un hecho: el 9% de las incautaciones realizadas a
los capos son bienes relacionados con las salas de juego, mientras que su facturación iría
cerca de los 15.000 millones de euros, repartidos entre 49 clanes. La usura, la apertura de nuevas salas de juego y las
apuestas ilegales son parte de las ramificaciones de la mafia en este negocio.
“Toda la vida trabajando en una ferretería para arruinarte jugando al rasca y gana” (Marco del Sorbo vía Flickr)
Técnicas como la máquina tragaperras trucada palidecen ante un
mal que crece en una vergüenza silenciosa. La usura se ha convertido en uno de
los problemas más graves ligados al juego. Una persona que entre en el círculo de la usura no podrá
salir nunca. El préstamo para salir del paso se convierte en
una trampa imposible de pagar. Todos ganan, menos los italianos, cuya única
salida es organizarse.
“Somos treinta asociaciones y nos estamos extendiendo por
Italia. Hemos bajado a la calle para decir que aquí estamos”, comenta Feder,
haciendo referencia al ruido cada vez mayor que el juego está ocupando en los
medios de comunicación. Un problema que ha pasado de las páginas de sucesos
locales para colocarse como un interés mayúsculo para los italianos. Cuando el
problema es tratado en televisión se alcanzan picos de audiencia.
Como muchos italianos, los exjugadores apuntan al Estado como
uno de los responsables de la situación. Fiorenzo, 54 años, jugó a las
tragaperras durante cinco años y ahora colabora con Simone Feder. Enfermo de
parkinson, los medicamentos agudizaron su adicción que llegó a un punto en el
que le bastaba sólo con poder jugar. “Evidentemente
que una persona no está obligada a jugar, pero el Gobierno juega a
favor del juego – explica -. Hay demasiado publicidad, hay demasiadas
máquinas y los débiles de espíritu encuentran allí una salida”.
Elvio, de 60 años, fue durante mucho tiempo un responsable en
distintas empresas. Su problema comenzó cuando fue jubilado. “Tenía demasiado
tiempo libre”, admite. Acabó durmiendo en su coche, y decidió que tenía que
poner punto final a su pasión destructiva con el juego cuando vio llorar a sus
hijos. “Creo que la gente que tiene mucho tiempo libre y no tiene hobbies está
en riesgo”. “Me sentía
atraído por los sonidos y los colores que salían de allí. Siempre jugaba a la
misma máquina. Llegas a un punto de creer que eres tú quién manejas a la
máquina”. Este jubilado, que ayuda a otros jugadores contando
su historia, señala al Estado como uno de los responsables: “Es el pez que se
muerde la cola. No son capaces de renunciar a la cantidad de dinero que
recaudan con el juego”.
UN DECRETO INSATISFACTORIO. UNA OCASIÓN PERDIDA
“El decreto ha sido un bluff”. Todos los entrevistados hablan
del decreto Balduzzi como del ratón surgido del parto de los montes. Dicha
norma estaba llamada a cambiar la faz del juego en Italia elaborada por el
Gobierno técnico, sin embargo, un recorte por aquí y un ajuste por allá
convirtieron las plegarias de Italia contra el juego en un globo
pinchado. El doctor
Bellio, psiquiatra y presidente de ALEA (asociación
para el estudio del juego de azar), explica que del primer boceto al decreto se
ha pasado de la noche al día.
El decreto Balduzzi, por ejemplo, preveía que no se situasen
lugares de juego a menos de 500 metros de escuelas, iglesias y hospitales, sin
embargo, el resultado final se ha reducido a 200 metros y sólo para nuevas
instalaciones. Por su parte, se regula principalmente sobre las máquinas
tragaperras, pero se deja de lado otros tipos de juego como el rasca y gana,
igualmente adictivo.
“Es muy difícil por parte del Gobierno tomar decisiones
restringiendo el juego de azar, pero también ha dejado muchas cosas en el
aire”, comenta Bellio entre resignado e indignado. “Las indicaciones son bastante difusas
y se invita a crear un sistema para tratar a los enfermos del juego sin hacer
ninguna referencia a dónde saldrá el dinero para ponerlo en marcha”.
Que impere la ley de la selva en el juego de azar es algo más que una
posibilidad. “Pasará como cuando se regularon las televisiones privadas: No se
partió de la creación de una realidad, sino que la Ley asumió una realidad que
ya existía sin ella”.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce en el juego. La baja
tasación (11% del IVA, frente al 21% de productos no alimentarios) ha hecho que
desde 2003 hasta 2011, los ingresos por los impuestos sobre este concepto hayan
aumentado sólo 3.000 millones, llegando hasta los 8.500 millones de euros.
Bellio, experto en estas lides, habla con una mezcla de realismo
y de conciencia. El psiquiatra es sabedor de la imposibilidad de la prohibición
total del juego, pero critica la labor del Estado en muchos aspectos: “No es posible que el mismo organismo
que controla los juegos sea el que luego te dice que no tienes que jugar”.
De hecho, el juego comenzó su proceso de desregulación en 1992, cuando Italia
se encontraba en una grave crisis y estaba necesitada de ingresos rápidos.
“En Italia se han alcanzado niveles sin igual en el juego. En
algunos sitios te devuelven el cambio, si quieres, en rasca y gana”. La crisis
no ha frenado el juego, mientras que esta continua invasión hace que el
problema no haya tocado fondo y con la misma facilidad con la que se juega a un
rasca y gana siguen apareciendo más y más casos, con el silencio cómplice de
las empresas (las sociedades contactadas para este reportaje no ejercieron su
derecho de réplica).
“La revolución parte desde
abajo. Tenemos la fuerza”, concluyen desde No Slot. Tanto
ellos como ALEA apuestan por la solución, aunque saben que todavía queda
bastante lejos: “La
esperanza es lo último que se pierde”. Incluso cuando las
máquinas tragaperras te ha robado tus posesiones materiales.
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