JORDI SEVILLA: “NO GASTAR LO QUE NO SE TIENE ES LO MÁS ANTICAPITALISTA DESDE EL MANIFIESTO COMUNISTA”

Ex ministro de Administraciones Públicas desde la llegada de Zapatero al poder en 2004 hasta su cese en 2007 por divergencias de opinión ante el manejo de la incipiente crisis en España, Jordi Sevilla se ha querido mantener estos años en un segundo plano, sin dejar por ello de publicar libros de autocrítica sobre la gestión socialista en el Gobierno y ofrecer alternativas a las políticas del PP en la actualidad. El “señor Sevilla”, como se refiere a él continuamente su secretaria, nos espera en una sala privada de la torre Price Waterhouse Coopers, uno de los cuatro colosos que dan la bienvenida a Madrid desde el Paseo de la Castellana. Antes de empezar, este reputado economista, asesor de Zapatero durante su época en la Oposición -su frase “esto te lo explico yo en dos tardes”, pasó a todos los titulares en su contra- nos pregunta: “¿Cuál es el tono de la entrevista, vamos a hablar un poco de qué libros me gustan o vamos a ir al grano?”. “Vamos a ir al grano, me temo”, digo yo, y empezamos sin dilación porque hay que hablar de la falta de reacción del gobierno socialista ante la crisis, lo que supuso el 15-M, si en el PP hay más de Adam Smith o de Marx y todo en menos de una hora, que nos recogerán y nos volverán a enviar 75 pisos más abajo.

 
En “Para desbloquear España” usted afirma: “Debe de ser la primera vez en la historia de España que, ante dificultades serias de convivencia, la gente pide más democracia y no menos, más diálogo y no menos, menos confrontación y no más”. ¿Sigue suscribiendo eso?

Sí, creo que ese sigue siendo uno de los rasgos que definen esta crisis, que salvo voces muy minoritarias los ciudadanos piensan que de esta tenemos que salir con una mejor democracia y no al revés. Y creo que aún estamos en ese momento en el que las peticiones de la mayoría de los ciudadanos de mejor democracia, mejor diálogo y mejor acuerdo no están siendo adecuadamente interpretadas por una clase política que sigue enrocada en el “y tú más”.

Quizá uno de los problemas sea que durante muchos años en España la democracia se entendía como oposición al régimen anterior y ahora hay que definir exactamente qué tipo de democracia se quiere, de manera que surge la democracia asamblearia, participativa, representativa… y la gente sí, pide más democracia pero a veces no sabe muy bien qué está pidiendo.

Sí, pero no piden menos democracia. Quizá porque yo he vivido en la dictadura y sé lo que es una dictadura, me enfadé tanto con alguna gente que decía “Esto es como Marruecos”. No, mire, no. No es lo mismo una democracia que funcione mal que una dictadura. Yo creo que el propio hecho de que haya distintas definiciones de democracia es bueno. De la diversidad es de lo que sale la continuidad de la especie. La democracia es un buen sistema que te permite ordenar la convivencia y el trabajo conjunto de personas que no piensen lo mismo. No me preocupa tanto que haya distintas concepciones de la democracia como que hasta ahora nadie está diciendo “voy a imponer la mía por la fuerza” sino “voy a hacer valer la mía mediante el diálogo”.

Ortega y Gasset, en “España Invertebrada”, analiza la relación entre el ciudadano medio español y sus políticos en términos de odio porque para el ciudadano, el político simboliza el mediador y el principal vicio patrio es “la acción directa”, el “esto lo arreglo yo”. ¿Cuánto hay de eso en los 15-M, 25-S, la llamada “democracia real” y cuánto hay de verdadera mala gestión de los políticos actuales?

Yo creo que hay mitad y mitad. Es cierto que uno de los problemas de la clase política española es que no ha sido eficaz. La manera en la que ha abordado problemas muy concretos, como la crisis, no ha sido “voy a resolverlo” sino “voy a ver cómo me afecta lo menos posible, voy a ver cómo deteriora lo más posible a mi adversario y voy a ver si saco rédito político partidista de esto”, y ese es un enfoque equivocado que la gente ha percibido, criticado y sancionado. Por otra parte, cuando yo estaba en activo en política solía decir: “Desconfiad quien os diga esto lo arreglo yo en un rato, yo tengo la solución”.

Bueno, eso es muy español… muy taxista

Sí, muy taxista. Pero digo desconfiad porque nadie tiene la solución salvo que recurras a la imposición y tengas fuerza para ello. Los que te dicen: “El asunto del tráfico lo arreglo yo: prohíbo circular a los coches privados y…”. Oiga, ¿cree que la gente de los coches privados va a aceptar eso? Pues no, y entonces tenemos que llamar a la guardia civil y ya tenemos la confrontación y, por lo tanto, no es solución.

En España sigue habiendo un punto de desconfianza con las instituciones públicas como consecuencia de la historia de unas instituciones políticas que han estado siempre al servicio de las oligarquías… y los partidos no han hecho nada por mejorar esa percepción.

¿Y todavía siguen sometidas esas instituciones públicas?

Vistos ejemplos que se han enquistado en algunas diputaciones provinciales de este país creo que todavía hay restos de lo que llamábamos caciquismo, pero solo restos.

¿Cómo combatimos la corrupción y la mediocridad sin que eso signifique alimentar un populismo que puede ser peligroso?

Ahí lo que hay que hacer es tener muy claro que la barra de separación no puede ser entre “los míos” y “los otros”, sino entre los que respetan la democracia y los que la vulneran. Y para mí la corrupción es una manera de vulnerar la democracia. La idea esta de que los corruptos del adversario son intolerables pero a lo míos, presunción de inocencia, es injusta. Y creo también que en eso ha influido también el uso partidista que se ha hecho del poder judicial. Porque hay varios casos en los que durante años se ha arrastrado por el fango el honor de un político y luego se ha demostrado que no era verdad, y eso también hay que ponerlo en la balanza porque es lo que genera esa inprotección de la presunción de la inocencia y que tiene que ver con el mayor problema: la rapidez de la justicia. Yo no sé si alguno de los ahora mismo imputados son culpables o inocentes, pero ellos no pueden estar ocho años sin saberlo, ni ellos ni sus familias ni los ciudadanos ni las instituciones.

Hablando de velocidades… ¿hasta qué punto el hecho de que vivamos en un mundo exageradamente rápido en cuanto a acciones y reacciones, con Twitter como ejemplo, influye a la hora de pedir soluciones demasiado inmediatas, como si se pudiera uno bajar de Internet una solución para cualquier cosa como se descarga una película?

Por una parte tienes un mundo tecnológico que avanza a una velocidad enorme y por otra un mundo político cuyas instituciones siguen hundiendo sus raíces en la Revolución Francesa del siglo XVIII. Eso genera una cierta dualidad y ayuda a explicar ese alejamiento que mucha gente tiene del mundo de la política. También creo que hay problemas que no tienen soluciones fáciles y rápidas, pero sí estoy de acuerdo en que los políticos deberían transmitir la imagen de que los están abordando.

Cuando estaba en la Oposición, pasó a la fama por aquella frase que le dijo a Zapatero respecto a una cuestión económica: “Esto te lo explico yo en dos tardes”. Sirvió de titular durante días para ilustrar la improvisación y la falta de preparación del candidato socialista. ¿Cuántas veces se lo han recordado desde entonces?

Me lo han recordado tantas veces que al final lo conté en mi blog y hasta titulé mi último libro: “La economía en dos tardes”. Si lees la transcripción literal de la conversación, que está grabada, verás que no le digo que le voy a enseñar la economía en dos tardes. Es curioso porque hay quien me hace responsable de la crisis económica porque no fui suficiente buen maestro…

¿Una muestra más de inmediatez, entonces, esta vez del periodismo, buscando un titular sin contexto?

Hay otro ejemplo que todavía es más claro. Muchos se acordarán de un titular de una entrevista de Zapatero, cuando aún estábamos en la Oposición, que decía: “Bajar impuestos es de izquierdas”, que también es una de esas cosas que nos han echado en cara muchas veces. Si tú te lees la entrevista, lo que dice es: “Bajar impuestos a los trabajadores es de izquierdas”, que  es otra cosa. Sin embargo, el titular como es muy largo no cabía, se simplifica, y la imagen que se transmite es la que se ha transmitido, no la que quería decir. El mundo de la simplificación tiene mucho que ver también con un empobrecimiento del conocimiento: cada vez más los ciudadanos escuchamos solo lo que queremos oír.

Llegamos a recordar cosas que no se han dicho, sino que alguien ha interpretado por nosotros en una radio o una televisión.

Así es. Y esto forma parte de un empobrecimiento de la actitud humana. Uno no pone un medio de comunicación para ver si aprende sino para reforzarse en sus ideas, y eso es muy triste.

Usted se da cuenta de que España está al borde de una crisis económica cuando…

Mira, te voy a contar algo que nunca he contado. Recuerdo que cuando el presidente me anuncia que me va a cesar, que es en junio de 2007, ya se ha producido la crisis de la subprime pero no se ha caído Lehman Brothers, es decir, hay solo un runrún de que hay problemas con el crédito hipotecario de Estados Unidos. Yo me acuerdo de que en julio de 2007 me apunté a aconsejarle que adelantara elecciones a octubre de 2007 y le di dos argumentos: 1) Porque la economía no iba a ir a mejor sino más bien a peor. Veníamos de una larga temporada de magníficos resultados económicos, incluyendo el primer superávit de la historia de la democracia española y 2) porque pensé que el tema de ETA tenía peligro, porque había una importante posibilidad de que ETA volviera a cometer un atentado. Pero la economía ya estaba como argumento entonces, como riesgo. Tenía la intuición de que la bondad del ciclo había no solo llegado a lo más alto sino que estaba empezando a caer y una cierta idea de que la caída podía ser relativamente rápida.

¿Y por qué Zapatero no entendió eso? Cuando yo pienso en aquel momento, no percibo mala fe en el presidente sino convencimiento en que las cosas iban bien, que los datos que le daban indicaban que todo iba bien, que al menos estaba controlado…

En mi opinión, se montó una “coalición por el optimismo”. No fue solo Zapatero. Los grandes empresarios de este país, los grandes banqueros de este país insistieron en que no había crisis. Recuerdo cuando Solbes decía: “Pero, ¡cómo podemos hablar de crisis si estamos creciendo al 3%!” y es verdad, estábamos creciendo al 3%, lo que pasa es que estábamos cayendo. La imagen esta típica de que cuando estás cayendo de un rascacielos, pues cuando pasas por la planta 20 todo va bien, ¿no?

Lo peligroso no es la caída sino el aterrizaje

Sí, sí, recuerdo que uno de los primeros de los artículos que escribí en El Mundo cuando dejé el Gobierno se llamaba “El nombre de la cosa”, que iba en torno a si es o no es crisis, y yo decía: “Me da igual cómo lo llamemos pero el caso es que antes todo iba para arriba y ahora todo va para abajo”. Zapatero tenía el convencimiento de que lo que venía era una cosa temporal que pasaría rápidamente (y eso era algo muy extendido, y no solo dentro del partido), pero él creía que si el gobierno oficializaba la crisis, esta se agudizaría. De ahí toda esta broma de llamarlo “desaceleración”, igual que Rajoy y el rescate. Hay veces que no nombrar una cosa es como si no fuera a pasar.

Como los niños.

Exacto. O como esas relaciones de las películas en las que decir “te quiero” cuesta tanto porque lo recubres de un simbolismo y de unos valores… Hay palabras que cuesta mucho pronunciar, pero cuando la sociedad sabe que a esto se le llama ‘crisis’ y el Gobierno es el único que no dice “crisis” se genera una enorme desconfianza.

¿Y en su caso concreto como ministro, cuando recibe el cese en 2007?

Yo soy funcionario y por tanto estoy muy acostumbrado a los nombramientos y los ceses. Nadie me explicó por qué iba a ser ministro y nadie me explicó por qué iba a dejar de serlo, forma parte del juego. Me gustaría haber seguido más tiempo, sería hipócrita decir que no, creo que tenía todavía utilidad y saqué adelante bastantes proyectos del ministerio. Dicho todo eso, no te oculto que cuando salí del Palacio de La Moncloa, llegué a casa y se lo dije a mi mujer tuve una cierta sensación de alivio. Ya sé que esto que voy a decir puede ser no muy bien interpretado pero ser ministro en España es muy jodido: estás en el punto de mira de todo el mundo, todo el mundo opina sobre lo que haces…

… Y todo el mundo por supuesto lo haría mejor que tú

Y, no nos engañemos, nunca he ganado tan poco dinero como cuando fui ministro.

El mantra es “No se puede gastar lo que no se tiene”. ¿Cómo queda el concepto de “inversión” dentro de esa teoría?

Después de “El Manifiesto Comunista” de Marx, lo más anticapitalista que se ha dicho es esta frase. Si nadie se gastara más de lo que tiene, El Corte Inglés quebraría, Visa quebraría, nadie vendería un piso porque nadie podría comprarlo. Si todo lo que tuviéramos que hacer lo tuviéramos que hacer al contado, el sistema económico que hemos montado y que nos da trabajo -o debería dárselo a quien no se lo da- no existiría.

Otra cosa sí es cierta: el crédito tienes que incorporarlo sin que se te vaya la mano. Ni la niñería de “no gastar lo que no tenemos”, ni solo vivir a crédito, que es lo que hemos estado haciendo en los últimos años en España y en el mundo.

Eso entronca con el otro gran mantra. “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. ¿Cómo evitar la responsabilidad total sin dejar de señalar culpables concretos?

Si tenemos como país un volumen de deuda que equivale a 2,5 veces el PIB es evidente que alguien se ha endeudado mucho. Quizás cuando se endeudó estaba en sus posibilidades… pero yo no querría entrar en el tema moral, que es un poco lo que se trasluce de las actitudes de Merkel: “Estos latinos han despilfarrado, pues ahora que la paguen”. No creo que ese sea un buen enfoque porque ahí tan culpable es el que acepta un crédito como el que lo da sin tener en cuenta los riesgos. El problema es que vivimos en una sociedad que se basa en vender y en ganar dinero vendiendo… y para vender alguien tiene que comprar. Si la distribución de renta se hace más desigual y los más tienen cada vez menos, o les das crédito o no pueden comprar.

Volvemos a Marx.

Forma parte de la lógica de funcionamiento del sistema el recurso al crédito. En un sistema de mercado hay ciclos y hay crisis porque se te va la mano en un sentido o en el otro. En los últimos años se nos ha ido de la mano en incrementar las desigualdades sociales y en incrementar la necesidad de crédito para vender. El ejemplo de las hipotecas subprime en Estados Unidos es clarísimo: cuando alguien concede un crédito a una persona que no tiene trabajo ni activos, lo único que se quiere es vender el piso porque hay una serie de incentivos para él o el director de la sucursal a la hora de vender ese piso que superan el seguro de riesgo. Por tanto, cuando la gente me pregunta quién tiene la culpa de la crisis, yo recurro mucho al “entre todos la mataron y ella sola se murió”. Yo creo que ha habido un problema del funcionamiento del sistema, y en ese sentido, para mí la crisis no es una rareza que ha aparecido de repente. Tenemos un sistema económico que funciona con ciclos y genera crisis.

Volviendo a la posición de Alemania, ¿no hay algo de Capitán Renault en “Casablanca” y su “¡qué escándalo, en este local se juega!”¿realmente es posible falsificar cuentas sin que NADIE se entere durante años, sin ninguna connivencia política?

Pero no solo las cuentas públicas. ¿De verdad en España nadie era consciente que los pisos no podían subir toda la vida, que era irracional pensar que cada año podían subir un 10-15% eternamente? ¿Y nadie había pensado que el día que eso dejara de darse algo pasaría?

En el caso de las cuentas de Grecia es curioso porque los bancos que seguían prestando dinero, especialmente alemanes, lo hacían por los informes de las agencias de rating que decían que aquello estaba totalmente correcto. Se ha montado un conjunto de incentivos que ha hecho que esas cosas sean posibles, yo creo que hay que aprender y cambiar los incentivos.

Hablando de Grecia, el bipartidismo se hundió, bastaron dos años. Usted defiende acuerdos entre los dos grandes partidos españoles como parte de ese desbloqueo, pero, ¿no cree que esos dos grandes partidos y los dos grandes partidos nacionalistas han abusado de un alejamiento de la realidad que ya no inspira confianza?

Sí, es así. No son conscientes de que del carajal en el que estamos solo podemos salir pactando la mayoría de la sociedad a través de los dos principales partidos, que son los que formalmente nos representan. Para mí es la principal prueba de su alejamiento. Hay que seguir insistiendo. Yo creo que es un poco recuperar algo de lo que nos sentimos orgullosos, o por lo menos mayoritariamente, que fue la transición: y no solo hablo de la dictadura a la democracia o la constitución, sino también la entrada al Mercado Común; fueron tres grandes problemas de este país de los que salimos juntos. Que cada 40 años haya problemas gordos de convivencia, sea la crisis o el problema catalán, que requieren actualizar el pacto constitucional me parece lo más razonable.

En general, ¿cómo ve la situación en los países rescatados? Algunos comparan esto con la recesión de los años 30. ¿Hay razones para una alarma así?

Creo que hasta ahora no pero es de las cosas que hay que destacar: en primer lugar, cuando un país ha sido intervenido, la “troika”, que es la que maneja el rescate, ha exigido un acuerdo entre los grandes partidos. Es decir, unas ciertas garantías de que lo que estoy pactando va a ser cumplido: no solo por parte del Gobierno, sino también de quien puede ser Gobierno. Desde ese punto de vista, me dolería mucho que el pacto entre PP y PSOE al final viniera impuesto por parte de la troika como parte del rescate. Sería un fracaso de nuestra autonomía y de nuestro sentido común, porque yo estoy convencido de que si anunciáramos un gran acuerdo entre PP y PSOE en torno a 15 propuestas importantes para este país, la prima de riesgo bajaría muchísimo.

Aunque han crecido los partidos aparte de los dos grandes, no son exactamente antisistema, aunque puedan estar en el margen del sistema, pero no son lo que decíamos de los fascismos de los años 30.

O como “Amanecer Dorado” en Grecia

Crecen, pero no gobiernan, son fenómenos como Le Pen en Francia: fenómenos que, como el soufflé, suben mucho pero bajan mucho. Lo que me preocupa es el poso de insatisfacción que queda entre la ciudadanía, es decir, cuando en España tenemos elecciones incluso después de un fenómeno que fue tan importante como el 15-M, el 70% de los ciudadanos seguimos votando a los mismos partidos, aunque cada vez más tapándonos la nariz, cada vez más a regañadientes, con desconfianza… y eso está siendo mal interpretado por los partidos políticos, que se quedan con la aritmética: “A mí me han votado con mayoría absoluta”. Si no calibras lo que hay detrás del voto, sí que puedes estar abriendo espacios a que aparezcan partidos antisistema.

Después del 15-M, en Cataluña, por ejemplo, y en concreto en Barcelona, se celebraban unas elecciones históricas, las primeras en las que CiU podía conseguir la alcaldía, su sueño dorado casi desde la formación del partido. Eran unas elecciones decisivas y solo votó el 52% del electorado. ¿No hay un verdadero problema cuando casi la mitad de los llamados a votar deciden no hacerlo o lo hacen en blanco o nulo? Y no vale decir que estaban todos en la playa porque hacía buen día y les da igual la democracia… aun así, aunque fuera esa la razón, que no voten no quiere decir que luego no existan como parte de la sociedad.

Eso forma parte de lo que decíamos antes: no puedes recibir los resultados electorales haciendo abstracción del mayor o menor nivel de compromiso que hay con el voto. Todo eso son signos que alguien positivo y sensato debería de saber interpretar.

De todos modos, me da la impresión de que lo que está pasando no es ajeno al otro gran fenómeno del que todos hablamos: la globalización. ¿Hasta qué punto los problemas de los ciudadanos españoles, de Cataluña, de Sevilla o de Ciudad Real se pueden resolver de verdad por los políticos de Cataluña, de Sevilla o de Ciudad Real?, ¿hasta qué punto seguimos manteniendo unas estructuras de representación democrática basadas en el concepto de estado-nación, y en el concepto de ayuntamiento o comunidad autónoma, en un mundo en el que posiblemente Merkel decide mucho más sobre el copago en España que el Gobierno español. Y eso se nota cuando cada vez más tenemos presidentes como el señor Rajoy que dice: “Me veo obligado a hacer cosas que no me gustaría hacer”.

Nuestro segundo presidente consecutivo que dice eso, por cierto.

Claro, desde mayo de 2010 “me veo obligado a hacer algo” quiere decir que hay otro poder que tiene más fuerza que el poder de la ciudadanía y de los políticos. Esa reflexión te lleva a la conclusión racional de “bueno, pues entonces quítate tú de en medio y déjame que vote yo a Merkel”. Creo que hay un problema serio de falta de compatibilidad entre la globalización y la participación democrática. Todo esto afecta a los ciudadanos, que, en el fondo, entienden que el alcalde tampoco manda tanto y, total, para qué le voy a ir a votar.

 

Llamar “rescate” a lo que en inglés se llama “fianza” (“bailout”), ¿no le parece un hermoso ejemplo de neolengua?, ¿dónde surgió esa terminología?

Pues es curioso, no lo sé muy bien.

Lo digo porque rescate queda como algo heroico, normalmente desinteresado, mientras fianza, claramente, es otra cosa.

Es verdad, no había pensado yo en eso, no sé por qué se tradujo desde el principio como “rescate”. Supongo que tiene que ver con la idea de “me han secuestrado, doy algo a cambio de algo. Tú me das un crédito, yo te doy a cambio los esfuerzos que me pidas”.

La prima de riesgo baja porque Rajoy parece aceptar la intervención y Rajoy lo aprovecha para aplazar la intervención, ¿estamos siendo serios?

Si sigues el razonamiento lógico, si no aceptamos la intervención, pues volverá a subir la prima de riesgo, que es lo que yo creo que va a pasar. Aquí estamos jugando con fuego. Yo creo que España necesita un rescate, que el nivel de dificultades que tenemos para encontrar la liquidez que necesitamos para refinanciar las deudas y para pagar las nuevas que estamos generando requiere de ayudas desde fuera. La discusión debería ser cuándo, cuánto y a cambio de qué. Yo insisto en que al menos una parte de ese dinero de fuera debería dedicarse a reactivar la economía. O utilizamos una parte del dinero fresco del rescate para generar actividad e ingresos que nos permitan pagar la deuda o, si solo financiamos recortes de gasto público, que lo que hacen es hundir la economía y hundir los ingresos públicos, el rescate será una piedra atada a nuestro cuello.

¿Qué es lo que más miedo le da en estos momentos y más esperanza?

Lo que más miedo me da es la irracionalidad, el asalto a la razón, que creo que estamos viviendo una vez más en los últimos tiempos y que tiene su punta del iceberg en el fanatismo religioso.

Lo que más esperanza me da es que siga habiendo gente que a pesar de todo no se resigna, que a pesar de que yo pueda estar más o menos de acuerdo con lo que el otro propone, son conscientes de que lo que hay no nos gusta y que podemos cambiarlo. Yo creo que eso, que lo podemos ver en el 15-M, por seguir con el mito, a mí me genera mucha esperanza aunque, insisto, en muchas cosas no esté de acuerdo.



EL DIALECTO DEL BANDOLERO

Calza botas altas y empuña el trabuco. Un pañuelo a la cabeza colorea su abigarrada vestimenta. Este perfil de bandolero, de hombre armado que vive en el monte al margen de la ley, ha caracterizado a Jonathan Real durante los 18 meses que ha dado vida al Cabrerín para rodar una modesta película que hoy llena las salas de cine y cosecha premios nacionales. Literarios, libres y molestos eran los bandoleros del siglo XIX; risueños, vergonzosos y con un móvil en la mano son quienes les encarnan en el siglo XXI. “Lo jadis bordau”, se oye al final de la toma.

‘Territoriu de Bandolerus’ empezó como una actividad cultural más para promocionar el habla de Serradilla, un dialecto con influencia del asturleonés que viajó por los cordeles trashumantes y que permanece inalterable y sin contaminar desde el siglo XVI en este rincón de Cáceres, debido a su aislamiento geográfico. Los mayores del lugar aún lo parlotean de cuando en vez, sobre todo si hablan entre ellos, o durante el Día del Habla Serradillana, que se conmemora hace unos años. “En Extremadura el habla regional está tan viva como la andaluza o la canaria”, escribe el catedrático Manuel Ariza, quien estudió el dialecto de esta población.

Como quien acude al bar de la plaza a echar la partida, la cita para rodar se convirtió en una costumbre más entre la vecindad. En total, 220 serradillanas y serradillanos desempolvaron trajes y reliquias olvidadas, manosearon las expresiones de sus antepasados y se pusieron delante de la cámara para contar la vida de un bandolero paisano del siglo XIX, del que otrora apenas sabían en el pueblo y del que ahora todos son expertos.

¿Por qué no hacemos una película?, preguntó Pilar –a la postre productora-, y nadie supo decir ‘no’. “Esto fue una idea loca que surgió en una cena de amigos en la que hablábamos sobre cómo potenciar el habla serradillana”, explica Néstor del Barco, uno de los directores de la película, además del montador y responsable de la posproducción. La palabra es la esencia de un pueblo. Su significación y su sostén. Su diferencia y su tradición. En Serradilla, localidad de poco más de 1.500 habitantes y escondida en las entrañas del Parque Nacional de Monfragüe, entre sierras y canchales, se han empeñado, con todo lo que eso tiene de testarudez utópica, en promocionar su lengua. A golpe de claqueta.

Y lo han conseguido. “Estoy desbordado, la película no se hacía con esta pretensión, solo con la intención de dar a conocer el nombre de Serradilla”, expone el codirector seis meses después del estreno, al que acudieron más de 3.000 personas, “toa uma catervá de jenti”. Desde aquella puesta de largo los éxitos no han parado. La película se ha proyectado, entre otros lugares, en las cuatro sedes de la Filmoteca de Extremadura, teniendo que hacer tres pases distintos en alguna de ellas.

“No ha sido normal. Habitualmente una película la ven entre 70 y 100 personas… y solo en Plasencia la han visto más de 300”, explica Antonio Gil, director de la Filmoteca regional. Al éxito entre sus paisanos hay que sumar una proyección en el Teatro Goya de Madrid, que se llenó para la ocasión. “Lo de Madrid fue tremendo, la gente estuvo cinco minutos aplaudiendo. Estaba avergonzado”, apunta Del Barco, quien adelanta que también se proyectará en León y que se han reunido un responsable del Ministerio de Cultura para valorar las opciones de moverla en festivales y en los distintos Institutos Cervantes. “La gente está viviendo un verdadero sueño”, añade.

SIN PROFESIONALES

“Yo no tengo frase, yo soy de bulto”. Aquel hombre estaba allí, había esperado durante horas, vestido de agricultor del siglo pasado con la azada en la mano, para ponerse delante de la cámara apenas unos minutos. No hablaba, pero decía. Su presencia sostenía un relato escrito en un rudimentario guion cinematográfico del que se encargó José Ignacio Cobos, codirector y el único de los participantes con algo de conocimiento del sector: estudió Comunicación Audiovisual, aunque no ha trabajado en nada de la rama.

No hay ningún profesional en el equipo. El protagonista del rodaje, conocido en el pueblo como Jonhy, es empleado en el Servicio Municipal de Aguas de Serradilla. “Cuando voy a hacer las lecturas de los contadores a las casas hay veces que me están esperando con una libreta en la mesa para que les firme un autógrafo y se hacen fotos conmigo”, relata asombrado, incapaz de ocultar su satisfacción y sorpresa, y ya sin la barba que ha mimado durante los largos meses de rodaje.

Con nula experiencia en interpretación, y con mucha vergüenza inicial, Jonhy rápidamente se metió en la piel de Cabrerín. Tomó el relevo como protagonista de Alejandro Palacios, quien personificó al joven bandolero cuando aún vivía bajo el nombre de Juan Morales, un chico de 15 años que en el siglo XIX mató a un hombre en defensa propia mientras cuidaba su rebaño de cabras y que, antes de enfrentarse a una posible pena de muerte, decidió echarse al monte y convertirse en uno de los bandoleros más famosos de Monfragüe. Aunque su papel como actor acabó pronto, Alejandro participó en todo momento en el rodaje ayudando a los directores –Néstor del Barco y José Ignacio Cobos- en lo que hiciera falta: era habitual verle sosteniendo el micrófono por encima de la cámara de grabación.

Jonhy también fue una pieza clave en la parte técnica del proyecto. “Me leí el guion tres veces y ya me lo sabía de memoria” –recuerda-, lo que le convirtió en el mejor apuntador del rodaje. Allí todo el mundo aportaba cosas: ropas, elementos para el decorado, caballos, comida, otros buscaban localizaciones, actuaban o hacían de figurantes. Y es que, según los propios promotores explican, es “un proyecto único que nace de la voluntad y la ilusión de todo un pueblo, y que se alimenta del espíritu de solidaridad del vecindario y de una vena emprendedora difícilmente localizable en otros lares”.

 SIN MUJERES RUBIAS

“Aquí estamos, que nos han dicho que traigamos herramientas del campo para matar a los bandoleros… Y estamos esperando. Yo ya salí otro día segando”. Están y dicen. Participan en una obra coral convertida en todo un acontecimiento. “¡Que nadie mire a la cámara!”, se oye antes de cada toma. Una y otra vez. Se escucha. Se habla. Se piensa sobre una apuesta única que sorprende cuando más se hurga en ella. Horas de trabajo, de grabación, de investigación histórica, de aprendizaje, de montaje, de repetición de escenas, de hablar en serradillano. “Mu prontu no te va a dolel na”, espeta Cabrerín, una y otra vez, a sus ajusticiados.

“¡Por favor, fuera pulseras, relojes, anillos, pendientes….!”, era otro de los antecedentes de ¡acción! Pero las risas de los curiosos que acuden al rodaje o el ruido de un coche, que circula en una calle cercana, provocan un nuevo parón. En el siglo XIX tampoco había motores de gasolina y muy pocas mujeres rubias por la zona. “Yo no puedo actuar por mi color de pelo, aunque he hecho alguna figuración con un pañuelo en la cabeza”, explica una de las participantes.

El casting se hizo a ojo, pero ha dado muy buenos resultados y el visionado del filme pronto hace olvidar el cartel aficionado de la cinta. “Los directores han sabido repartir muy bien los personajes. La película tiene además una planificación académica, de plano contra plano: hay planos cortos, cámara fija y algún travelling. Está muy bien montada y el guion está muy bien estructurado y los personajes, definidos. Es un producto muy digno y factible de proyectarse en cualquier sitio”, apunta Antonio Gil.

“Aparte de su mérito artístico y cinematográfico, la película tiene un componente histórico y documental de primer orden y también un contenido didáctico y pedagógico, porque va a servir para enseñar, recuperar y poner en valor nuestra cultura, historia, tradiciones y, principalmente, el habla de Serradilla”, ha escrito en la revista del pueblo Eduardo Gómez, el  panadero y productor junto a su esposa, Pilar Cobos. Todo ello arropado por las singulares localizaciones del Parque de Monfragüe, caracterizado por dehesas, roquedos y los espectaculares azules del río Tajo, y con las pocas esquinas del pueblo que no tienen ni un trazo de los siglo XX y XXI: la zona de la Fuente Nueva ha sido exprimida desde todos los puntos de vista posibles.

El proyecto colectivo nació con presupuesto cero. No han recibido ninguna ayuda económica, pero sí han generado unos gastos de entre 30.000 y 40.000 euros: gran parte invertido en los viajes que Néstor del Barco hacía desde León hasta el pueblo cada dos fines de semana para grabar, también dedicados a la comida y la bebida para los días de grabación o a detalles con la gente que ha colaborado de manera gratuita, a hacer camisetas, en organizar el estreno. El dinero ha sido sufragado principalmente por los productores y por Del Barco. “Son muchas tonterías, pero al final van sumando”, agrega.

“¡Ese acento, por favor! Que parece que estás cantando. ¡Y no sonrías!”, insisten los directores, una y otra vez, a quien encarna al cura. Las anécdotas del rodaje son muchas. Como cuando Jonhy se rompió un diente antes del último día de grabación y hubo que hacer malabares para que no se notara. “Pero ya lo tengo arreglado”, adelanta antes de resumir la experiencia: “El resultado ha sido magnífico. A lo primero me daba cosa, porque yo no tengo ni idea y no había hecho nunca nada parecido, incluso cuando veía los primeros cachillos grabados me daba mucha vergüenza, pero una vez montado, con la música y demás, me gusta mucho el resultado”. Y es que, incluso tuvieron fingir que quemaban el pueblo.

 PREMIO REYES ABADES

Los elogios, por lo inverosímil del proyecto y por su singularidad, no cesan. También por la calidad del resultado. Tarea complicada es encontrar voces críticas. ¿Lo último? El ‘Premio Reyes Abades 2014’ del XXI Festival Solidario de Cine Español de Cáceres. El propio Reyes Abades, especialista extremeño en efectos especiales con nueve premios Goya a sus espaldas y quien tiene la última decisión sobre el galardón, vio la película y no tuvo dudas. “Reyes me llamó para comunicarme que había alucinado con la ambientación, vestuario, carruajes, con los efectos digitales y con el esfuerzo de todo un pueblo”, apunta Francisco Rebollo, director de la Fundación ReBross, organizadora del festival. “Si paci de verdá esi agujeru en mita de la frente”, alguien comenta un día de rodaje.

Las proyecciones continúan. “Yo ya les he dicho que esto acaba de empezar”, subraya el director de la Filmoteca de Extremadura, quien está ayudando a proyectarla en distintas latitudes. “Nos gustaría recuperar algo del dinero gastado. Canal Extremadura nos la ha comprado para hacer dos pases por televisión, pero antes queremos llegar a todas las salas posibles”, apunta Del Barco, quien valora que el objetivo principal está cumplido: dar a conocer a Serradilla, potenciar su cultura y generar impacto en el pueblo (algún turista ya ha aparecido preguntando por la película). Aun así no paran de soñar: ahora quieren crear una ruta de bandoleros, levantar una estatua de Cabrerín en un camino que sube a los canchales y hacer una especie de parque temático natural en la sierra Santa Catalina.

‘Territoriu de Bandolerus’ habla, pero no solo a través de la lengua y su encasillada gramática y dialéctica, sino también por boca de sus gentes, de sus actores y actrices improvisados. “Se jadi sabel, que Cabrerín…”, anuncia el pregonero. Porque la película, por el mero hecho de existir, ya es un canto a lo imposible. Nunca estar de bulto fue tan importante. Nunca antes un bandolero, de mirada penetrante, piel aceituna y rostro afilado, unió tanto a un pueblo. “Tienes que decir esta frase y salir corriendo. ¡Y no mires a la cámara!”, se oye al fondo. Acción.





 

EL HORÓSCOPO SEGÚN… KIKE GARCÍA

PISCIS Las fuentes que conducen al éxito pasan esta semana por acercarte a las 12:00 a la estación de Sants. Bajo las macetas de las puertas del McDonalds de la estación encontrarás unas llaves. Son tus llaves del poder: indica que eres favorable para los asuntos comerciales. Pertenecen a las taquillas 13 y 57. Ábrelas y déjalas entreabiertas. Luego márchate: estarás bendecido durante el resto de la semana.

ARIES Este día se encuentra bajo la influencia de la eficacia. ¡Sé ambicioso! A las 12:02 exactamente dirígete a la consigna de Sants Estació. La fortuna te sonríe: la taquilla 13 está abierta para ti. En su interior hay un maletín. Dirígete andando hasta calle Paral·lel 180 y déjalo en el contenedor del plástico. Este ritual te llenará de paz, así que márchate corriendo con los tuyos: precisas una conversación tranquila con tus familiares más cercanos.

TAURO Siempre en movimiento, vas a ayudar a cambiar algunas cosas de sitio. No temas al destino y dirígete con temperamento estable a Sants Estació a las 12:02 de la noche. La taquilla 57, misteriosamente abierta, esconde un paquete en su interior. Tienes menos de media hora para llevarlo hasta la calle Paral·lel 180 y tirarlo en la papelera que hay frente al banco de la gran estrella azul. Una vez lo hayas hecho vuelve a casa y disfruta del resto de la semana. No te olvides de hacer deporte.

GÉMINIS En tu relación personal será hora de que ordenes tus sentimientos. Intenta alinearte con tus aliados, tu signo estará paralelo al sol estos días. Para estar en consonancia date un paseo por El Paralelo a medianoche. A la altura del número 180 hay una papelera con un paquete. A las 12:30, coincidiendo con el tránsito de Neptuno hacia Virgo y con el cambio de turno de los guardias de seguridad del banco cercano, tendrás la oportunidad de coger el paquete y dejarlo en el interior de uno de los cajeros automáticos.

CÁNCER Este día te enfrentarás a un adversario temible. ¡No te preocupes!, los astros te acompañarán si tienes el coraje suficiente. En el cajero automático de la calle Paral·lel 180, a las 12:32, encontrarás un paquete. Acerca el mechero a un hilo que sale de su interior y sal corriendo. Oirás una explosión tras de ti: es la conjunción planetaria de que un nuevo amor llegará a tu puerta en los próximos días. Vete a casa a esperarlo. Tu misión en el plan astrológico de hoy ha terminado.

LEO ¡Es probable que sientas ganas de estallar! Tu entorno profesional te presiona mucho. No te sorprendas si sientes muchas ganas de gritar. La manera de librarte de esta tensión será acercarte a la calle Paral·lel 180 a las 12:33 de la noche. En el contenedor de plástico encontrarás un maletín. No mires en su interior: hay cosas que el Universo no quiere mostrarnos. La gran influencia de Marte en tu signo estos días quizá provoque explosiones cercanas, pero nada de lo que debas preocuparte. Dirígete al boquete y espera a un desconocido. Entrégaselo como un regalo y luego márchate. Con este movimiento tendrás más confianza en el trabajo próximamente. ¿Quizá un ascenso?

VIRGO Vas a sentir mucha alegría lanzándote en un proyecto que considerabas como un sueño inaccesible. ¡Es un excelente medio de generar riqueza! A las 12:33, en la calle Parallel 180, en medio de un humo espeso verás un agujero que conduce al interior del banco. Un desconocido te entregará un maletín. Es Leo, acepta su regalo como quien recoge el testigo de una misión estelar. y dirígete al sótano. Hay una habitación acorazada. Es real, pero también es una metáfora de tu interior, para abrirlo al mundo debes usar las equivalencias de la siguiente carta astral, reproduce los movimientos del Sol sustituyendo los signos por los números.

Una vez abierto deja el maletín en el interior y abandona el lugar con la calma de la confianza recién adquirida.

LIBRA Tienes proyectos que llevar a cabo que conseguirás sin problema. Dispones de las cartas para tener éxito. ¡Ten confianza en ti mismo! Este día se encuentra bajo la influencia de la eficacia y todo va a parecer sencillo para ti. Por ejemplo, si te diriges a Paral·lel 180 a las 12:34 de la noche verás que se ha abierto un camino para ti que conduce hasta el sótano. ¿La puerta de 5 toneladas de la cámara acorazada? Está abierta también. En medio de la sala hay un escritorio con el cajón lleno de unas piedras que parecen diamantes. Llena el maletín con estas “piedras energéticas” y sal del banco rápidamente. Un desconocido te estará esperando con el coche en marcha.

ESCORPIO Es hora de desprenderse de bienes materiales como única forma de expiar culpas y construir una nueva individualidad. A las 12:45 deja tu coche junto junto a la carretera del Hotel Miramar con las puertas abiertas y el motor encendido. Luego márchate: ayudarás a una persona que está pasando por momentos difíciles. Eres un buen amigo y en situaciones complicadas siempre estás ahí. Deshacerse del coche es duro pero no te preocupes demasiado, ¡al final hay mucho que ganar! Vuelve andando a casa, va a ser la única manera de acabar con esos kilitos imposibles.

SAGITARIO Tienes la impresión de dejarte llevar estos tiempos. Así que retoma las riendas: organiza un viaje para conseguir tiempo para ti. Dirígete a la calle Paral·lel número 180 exactamente a las 12:35. Un desconocido se subirá en tu coche. No temas y permítele entrar: es un Libra. Vigilad los cielos: esta noche la luna menguante permitirá disfrutar de la presencia de las estrellas como nunca y será fácil comprobar si os siguen helicópteros. Siempre en dirección opuesta a la constelación de La Osa, dirígete al sur por calle Lleida hasta adentrarte en los jardines de Montjuïc. En la carretera del hotel Miramar encontrarás un coche parado.Tiene las puertas abiertas. Acepta este nuevo regalo y no te olvides de introducir un pañuelo ardiendo en el depósito de gasolina de tu viejo coche para eliminar todo rastro de mal karma y huellas dactilares. Ahora, concéntrate y reflexiona sobre lo que quieres hacer en tu vida mientras te diriges a la gasolinera de la Zona C del polígono de La Pedrosa. No deberías tardar más de 25 minutos.

CAPRICORNIO La madrugada del 13 de marzo será un momento para poner cosas en tela de juicio. Las dudas serán necesarias para tu evolución personal. No te ensimismes, debes estar disponible para cualquier cosa. A las doce y media de la noche ve a la gasolinera abandonada de la zona C del polígono de la Pedrosa, a las afueras de Barcelona, y espera un rato. En algún momento llegarán un coche y un acompañante: debes ejecutarlos. No te preocupes, son  un Sagitario y un Libra, no son signos compatibles contigo. Vete de allí como has venido. Si te sientes débil el resto de la semana, ¡toma vitaminas!

ACUARIO Tienes mucha energía para llevar a cabo todos tus proyectos pendientes. Aprovecha de este día para hacer el mayor numero de cosas. ¿Qué tal un vuelo a Buenos Aires? En torno a la una de la madrugada ve a la gasolinera de la Zona C del Polígono de la Pedrosa, en el Prat de Llobregat. Encontrarás un coche con dos cadáveres en el interior. Uno de ellos tiene un maletín: en el bolsillo lateral hay un billete de avión a Buenos Aires. Tienes dos horas para llegar al aeropuerto. A tu llegada a Argentina dirígete a la dirección que aparece escrita en el reverso del billete de avión: es una casita a las afueras de la ciudad. Una vez allí te encontrarás con un desconocido inusualmente atractivo. No te voy a engañar: seré yo. Y te estaré encañonando con un arma. ¿Has hablado con alguien? Espero que no. Dame el maletín y nadie saldrá herido. Bendiciones y buenas noches.

El mes que viene, todos los Tauro que tengan un combate de boxeo deberán tirarse al suelo y fingir un K.O. al tercer asalto y los Acuario nos ayudarán a buscar compradores de piedras energéticas que parecen diamantes en el mercado negro.



El deambular de los vaqueros trashumantes

 “A mí me gusta mucho esto, ir de acá para allá”. Las primeras luces del sol anuncian el inicio del movimiento. Es la trashumancia del nuevo día, ese transcurrir cotidiano y vulgar, confundido y diluido desde sus límites, hasta conformar un deambular sincronizado que se repite una y otra vez, una y otra vez. Mientras recogen el improvisado campamento y preparan las monturas de los caballos, el desayuno apenas ocupa un segundo de tiempo y un par de galletas bañadas en leche en el estómago de los vaqueros. Suficiente para compensar el frío de las horas más tempranas.

El dolondón de los cencerros es la banda sonora que acompaña de fondo y sin descanso. Las vacas, casi 500 cabezas, emprenden una nueva jornada de trasiego por Extremadura, tierra predilecta para los trashumantes. Sera y Fede en la vanguardia, Félix, Carlos y Miguel en la retaguardia, todos al ritmo que marcan los animales, con sus paradas constantes y sus acelerones, con sus retrocesos y sus escapadas rebeldes. Cual ejército perfectamente uniformado de negro azabache, las vacas avanzan en un deambular sincrónico y anacrónico. La tradición manda sobre sus pasos, pero también las obligaciones del quehacer diario. Los bramidos de las veteranas evitan las deserciones y los despistes de las que hacen la ruta por primera vez.


Fede apresura a las reses más rezagadas a golpe de cayado. / J. Marcos

Aquí el tiempo real existe en la repetición del instante aislado. Es una vida sin horarios dedicada al ganado. Los vaqueros quedan expuestos a los vaivenes naturales que les exige la lógica de la productividad y la supervivencia. La ganadería desplazada adapta su espacio de interacción en función de unas zonas de nutrición cambiante. El movimiento en busca de los mejores pastos para el ganado es un ritual nómada, a medio camino entre la tradición y la modernidad, que se repite dos veces al año y al menos durante una semana o, en realidad, lo que tarden las vacas en recorrer cada kilómetro. Es el ir y venir de una forma de vida, pues el concepto de ‘profesión’ encoge demasiado para quienes siguen los pasos de su bucólico caminar junto al ganado, como lo hacían ya hace siglos.

El transporte en camión ha sustituido de manera casi completa al viejo hábito de la trashumancia. Pero los viajes por carretera suponen un trauma para los animales, más allá del sobrecoste económico. Los cuernos mochados de algunas vacas muestran las secuelas de esos trayectos a motor, tan poco amigables como estresantes. Pero la comodidad manda y el tiempo apremia, así que apenas un puñado de ganaderos, con sus centenares de reses, hace la alforja y duerme al sereno, a modo de una costumbre añeja que se acomoda a las necesidades actuales de sostenibilidad y convivencia pacífica con el entorno. Estas vidas pocas veces caben en las estadísticas por lo que, ante la carencia de datos oficiales, son buenas las estimaciones de Julio Grande, quien lleva documentando la trashumancia varios años y calcula que apenas cinco familias ganaderas recorren hoy largas distancias, las que implican avanzar unos 200 kilómetros o más, trasladando vacas, concretamente la raza negra avileña, dura, fina y acostumbrada al movimiento.

“A mí me gusta mucho esto, ir de acá para allá”. Insiste. Aunque en ocasiones la burocracia se tiñe de obstáculo y no queda otro remedio que gastar gasolina. Las normas sanitarias, que en ocasiones obligan a tirar de camión o a paralizar el ganado durante un tiempo, acompañan el trasiego. Papeles, seguros y guías (autorizaciones individuales para la movilidad del ganado) no pueden faltar en el macuto, junto con las viandas, el saco de dormir y la ropa de agua. “Hace unos años los del sindicato nos dijeron que íbamos a ir más detrás de los papeles que de las vacas”, explica Félix. El silencio posterior lo confirma.

De sur a norte o de norte a sur, el camino es una forma de vida. De acá para allá y de allá para acá. Durante la semana de movimiento –siempre para adelante, salvo cuando alguna rezagada o esquiva obliga al retroceso- la vida nómada toma sentido. La permanencia no es más que un arrebato de nostalgia. El ir y el venir son símbolos de apego a la tierra, que alimenta. El allende y el aquende concretizan sus formas en Extremadura, cuyos campos han servido durante miles de años como apetitoso menú para las ganaderías norteñas. Extremadura ha sido siempre una tierra de vocación ganadera, de experiencia vital de campo, de temperaturas cuasi extremas, de mucho sol sin abundante lluvia, de regadíos y de canchos, de valles y de desniveles, de primaveras y otoños. Una tierra de esquina que desde épocas pretéritas ha usado la trashumancia como método de cooperación entre territorios. Los fríos inviernos castellanos, helados, son enemigos de la verde hierba que lidera las dehesas extremeñas. Seis meses después, el sofocante calor veraniego de estas latitudes obliga a nueva migración; el regreso al norte en el conocido como ‘agostadero’.

Año tras año el camino, y su trasiego, se ha convertido en una forma de vida para hombres (esta tarea no es habitual entre las mujeres) que nutren su rostro y sus manos del aire del caminante, que viven a lomos de sus caballos y que osan empeñarse en mantener vivo aquello que aprendieron desde niños. “Yo empecé con nueve años y aún sigo”. Habla Federico, o Fede, durante uno de los innumerables ratos de sosiego. La espera. Esos momentos en los que las vacas dicen basta y paran a beber, a comer o a sestear. Porque en este fluir constante hay mucho de quietud. El desplazamiento como esencia. A velocidad cambiada. La lucha por la supervivencia. Y la novedad productiva de pastos y praderas. Costumbres. Trashumancia. Los contornos de los pastores nómadas quedan desdibujados y replanteados en cada instante de acción.

La luz del sol mide la longitud de cada jornada, aunque en realidad nunca se deja de ser vaquero. No es extraño recibir una llamada en mitad de la madrugada porque una vaca se ha escapado y alguien la ha visto cruzando la carretera. Tampoco es aventurado que la lluvia impida descansar durante las horas de luna. Incluso puede pasar que una de las perras que acompañan la travesía se ponga de parto en mitad de la noche. Cada día es diferente al anterior y dispar al posterior.

Carlos y Sera en un receso de la jornada / J. Marcos

“A mí me gusta mucho esto, ir de acá para allá”, dice Félix cuando se escapa a un pueblo cercano en busca de pan del día, un poco de agua y vino. Se acerca la hora del almuerzo, cuando los cuatro ganaderos y su fiel escudero Miguel conversan mientras sus navajas cortan el embutido. Van ligeros de equipajes, pues un coche conducido por el amigo que los acompaña en la travesía hace las labores de zurrón. En el interior del remolque acoplado, la comida y la poca ropa se mezclan con vallas metálicas por si hay que cercar a los animales y con otros tantos enredos básicos para la trashumancia, como un infiernillo para calentar comida, sacos de dormir y una lona para aislarse de la humedad del piso durante la noche. Un poco de todo, todo con sentido, el básico para la vida, su vida.

Cuando más pesado se pone el sol es que toca siesta. Y aseo. “Me voy a afeitar a y a cortar las uñas”, anuncia Félix mientras desaparece en el horizonte buscando un pequeño arroyo. La naturaleza es la mejor compañía de los vaqueros, que inventan su paisaje entre dehesas, encinas, llanuras y penillanuras, montes y la alta sierra de Gredos. El contorno de los vaqueros, siempre junto a sus yeguas y caballos, forma parte de la misma estampa. Su nomadismo es una gran fotografía, imposible de realizar como instante quieto. Las amplias dehesas extremeñas, ésas que dan la bienvenida (junto con las carreteras, los pantanos, las autovías, los raíles del tren convencional e incluso las obras de un AVE inconcluso, de todo hay en el camino), se tornan en un amplísimo y agotador cordel, para llegar a ser, a eso de mitad de la ruta, un estrecho camino rodeado de ventas abandonadas y, finalmente, ya en la sierra de Gredos, una calzada romana de las mejor conservadas del país. Las piedras de antaño siguen siendo el mejor sendero para cruzar el Puerto del Pico y llegar a casa: San Martín del Pimpollar, final de la ruta.

Las estampas, cuasi bucólicas, invitan a la reflexión, al cuestionamiento y al ensimismamiento. Pocos trabajos disfrutan de la virtud de amaneceres y atardeceres tan intensos. La trashumancia rompe los moldes restrictivos del presente y ofrece la esencia de la realidad, una esencia que se manifiesta sólo parcialmente en esa realidad. Los bramidos y los cencerros evitan que se pierda el hilo de la travesía y del reportaje. Iee-ieee-ieeee, vaaamos; también los gritos sirven para mover a los animales, para que aceleren o detengan el paso. La tarea no es fácil. “Estas vacas son más bravas, menos dóciles, obligan más al vaquero. Con otras es más aburrido”, explica Fede argumentando uno de los tantos porqués que surgen en las jornadas de marcha.

Las preguntas acechan con cuenta gotas. Y las respuestas van saliendo despacio. “Yo he elegido esto”, insiste. Lo podría haber dicho cualquiera de los cuatro. Félix, Sera, Fede y Carlos, hombres que entienden que su verdadera misión es trashumar, que no se trata de llegar sino de ir y venir. El más joven también ha sido el último en tenerlo claro. “Estudiar no es lo mío y, de todos modos, ahora estudias y estás sin trabajo. Y para meterme en la construcción… Esto me gusta mucho, desde siempre. Yo les decía que esperaran a hacer la trashumancia a que acabara el colegio”, reflexiona Carlos en voz alta. Al fondo, las cumbres aún nevadas de la ladera sur de Gredos se elevan para darle la razón. Y el pantano de Navalcán, inmensamente lleno para esta época del año, corrobora su discurso. “No me veo yendo a un trabajo de ocho a tres”. Lo tiene claro. “Si uno es feliz hay que dejarle. Y Carlos lo es”, respalda Félix, su padre.


El rato de la comida es de los pocos en los que se encuentran todos los vaqueros. /MAF

“A mí me gusta mucho esto, ir de acá para allá”. Cada uno tiene su motivación, pero ninguno de los cuatro vaqueros duda cuando se les pregunta por una vida que ha sido su elección. “Esto, como no lo mames, no te gusta”. En uno de esos ratos en los que las palabras salen solas, Félix cuenta que fue cocinero durante varios años, pero que cada vez lo llevaba peor. Hasta que decidió dejarlo y dedicarse a su pasión: las vacas. Y en eso anda, en ir de acá para allá. “¿Tú no eres feliz con tu trabajo?, ¿no te gusta lo que haces?”, intenta cambiar los roles. La conversación puede no tener fin.

Ahora es Federico el que recuerda que en alguna ocasión, quién sabrá cuándo, estuvo más de cuarenta días en el cordel, sin parar. Y Sera, Serafín, su hermano (ambos son primos de Félix y tíos de Carlos, formando esa gran familia de pastores trashumantes en la que en realidad caben todos y así lo hacen sentir), se extraña cuando la gente le dice que es un esclavo, “¡pero si tú trabajas en un bar!”, responde él con sorpresa, media sonrisa y esa bondad que descubre su rostro. Y así horas. Con anécdotas, recuerdos, risas e incluso chismes, que también los hay. “Antes era más duro”, añade Sera, quien vive mitad del año en su pueblo de Ávila y la otra mitad en Berrocalejo, uno de los municipios de la provincia de Cáceres donde pastan las vacas. Vida nómada.

Lejos de las ataduras de marcan los relojes y del desenfreno que impone la globalización, estos vaqueros trashumantes se sienten libres, por mucho que no puedan desatender a sus vacas ni un solo día. Tampoco si toca boda (que tocaba precisamente al final del camino), pues igualmente se levantan pronto para proveer de agua y comida a los animales, en una visita rápida antes de la ceremonia. El aire puro marca sus facciones y los casi 500 nombres de otros tantos animales que retienen en su cabeza demuestran no sólo control sino el amor que profesan hacia esta forma de vida. Golondrina, Extremeña, Cordobesa, Peinadora, Charolesa…. todas tan iguales para el foráneo y todas tan distintas para el vaquero. Muchas con sus crías de apenas unos días. Las veteranas con enormes zumbas marcando el ritmo y el camino. Varios caballos. Dos perros. Y tres toros, uno menos de lo esperado porque uno se murió el día antes de la partida, con la pérdida económica que eso supone.

Porque los vaqueros trashumantes también viven de números. Y de cuentas. Aunque a veces no salen. La paralización de 160 cabezas desde hace dos años supuso un duro traspiés económico aún sin resolver. Y como los guarismos también los entienden a su manera, no comprenden por qué “un chuletón de res cuesta tanto en la carnicería“, así que reservan algún animal suyo al año para autoabastecerse de carne.

“A mí me gusta mucho esto, ir de acá para allá”. No les falta compañía. Tantos años de trashumancia y de arrendar fincas en distintos parajes para que el ganado coma la hierba les ha llevado a cultivar muy diversas amistades, que no dudan en salir a su paso y echarles una mano durante un trecho de cordel. La tarea es ardua y la ayuda se agradece. Incluso para escapar a tomar un café a un pueblo cercano. Concesiones de la modernidad.


Las reses componen un ejército perfectamente uniformado de negro azabache. / J. Marcos.

Saben que son un rara avis, gente de antaño pero también de hoy. Son dueños de un presente que ahonda sus raíces en una época inmemorial, cuando las crónicas sólo hablaban de reyes vencedores. Incluso de antes de que Alfonso X el Sabio consolidara este nomadismo como una institución legal, allá por 1273. Desde entonces sus vías de comunicación son perennes. Cañadas, cordeles y veredas (el nombre varía según su anchura) suman unos 125.000 kilómetros de vías pecuarias. Casi el uno por ciento de la superficie del país está dedicado al tránsito de ganado, aunque la apropiación indebida, el uso fraudulento y su mal estado de conservación las convierten en motivo de queja y reivindicación. Han pasado por encima de las vías de un tren que parece no saber acerca de la existencia de puentes, han lamentado el uso de los cordeles como plato de comida para los animales de las fincas cercanas, han mostrado su enfado por la construcción que invade la vía pecuaria, y también han quitado y puesto los quitamiedos de alguna carretera con trazado desconsiderado. Todo, para que el ganado pueda transitar.

Preocupados y concentrados en su rutina, los vaqueros nómadas humanizan el hermoso espectáculo de formas líricas que les rodea: curvas, prados, descansar en un atardecer de verano y seguir con la mirada una cordillera en el horizonte, respirar el aura de esas montañas. Aprovechar de manera sostenible, respetuosa y extensiva los pastos parece ser también tarea del futuro. En una sociedad que cada vez vive más de espaldas a la explotación desmedida ambiental, la trashumancia es una práctica cultural, antropológica, económica y sostenible. Incluso una oferta turística está creciendo a su alrededor en las pocas zonas donde se sigue practicando de manera tradicional. Caminando.

Los teléfonos móviles (aunque nada de smartphones) son hoy una ayuda inestimable. “Antes era mucho más duro”, explica Sera a lomos de su caballo. Una llamada alerta de que cuatro vacas se han desprendido del grupo. Son pocos los ganaderos trashumantes que resisten a pie y todos se conocen entre ellos. A una jornada de distancia viene otro de esos ejemplos, quien les avisa por móvil de que han encontrado unas vacas descarriadas y que están con ellos.

El conteo, que se repite al menos tres veces por jornada, no había alertado de la falta de los animales, así que las especulaciones intentan buscar una razón: quizá fue durante la noche, quizá cuando pararon a beber agua, quizá durante la siesta, quizá. Seguro que Félix y Miguel retroceden para buscar a los animales. Seguro que el resto del grupo se detiene. Deben llegar todos juntos a casa. Los imprevistos nunca faltan. Y forman parte de la trashumancia. Sin ellos nada sería igual.

El desplazamiento como forma de vida, como vaivén. “Caminar es nuestro trabajo”. Y llegan, aunque a los pocos meses tengan que marcharse de nuevo, convirtiéndolo en una llegada sólo temporal. Allende y aquende. A su ritmo. A su tiempo, que se mide con otros parámetros a los del reloj. Las primeras luces del sol marcan el arranque y, cuando éste desaparece, la luna cobija a los vaqueros y a sus animales. “A mí me gusta mucho esto, ir de acá para allá”. Insiste. Quieto.