Sola entre indígenas siberianos, con 40 grados bajo cero afuera, Carmen Arnau estudia la vida, las costumbres y los ritos de estos pueblos del norte de Asia. Esta antropóloga madre de familia tuvo que esperar hasta los cuarenta años para poder dedicarse a su verdadera pasión. Hizo su primera expedición a Siberia en 1997 para acabar su doctorado sobre el pueblo chorse y, desde entonces, ha vuelto casi cada año. Ha abierto dos museos en Toledo y vive movida por lo que ahora considera su misión: dar a conocer todo lo que ella ha aprendido de los pueblos olvidados de Siberia
Ensayos y apuntes sobre Economía, Audiovisuales, Política, Creatividad, Comunicación y Marketing.
Álbum de familia versión 2.0
Todo empieza con una foto colocada en un corcho. Virginia Espa tiene prisa y la coge sin mirarla, pues conoce bien a la mujer, guapa, con lunar en la mejilla, que aparece mirando misteriosa hacia fuera del plano en la instantánea en blanco y negro. La foto va al bolso junto a otra en color, el retrato de un muchacho rubio. Las dos acaban sobre la mesa del taller impartido por el artista Mira Bernabeu en Visiona, un ambicioso programa en torno a la imagen y el álbum de familia organizado por la Diputación Provincial de Huesca. Virginia Espa, profesora de fotografía en la Escuela de Arte oscense, mira de nuevo al muchacho rubio, su hijo, y a la mujer del lunar, su madre. Y en su cabeza une las dos fotos, tan separadas en el tiempo, y descubre que le faltan muchas piezas en el puzzle de su biografía. “Al llevar estas fotos al taller me di cuenta de que no había elaborado el duelo por la muerte de mi madre, porque había coincidido con la adopción de mi hijo. Con la ayuda de Mira Bernabeu, que va a lo personal, a lo profundo, empecé a construir la biografía de mi madre a partir de materiales, cartas, notas y recuerdos que ella guardaba”, comienza Virginia.
Para empezar por el principio tuvo que remontarse a una rama más
alta del árbol genealógico, así que buscó una foto de sus abuelos. ¿Quiénes
eran? ¿Por qué no había conocido a su abuelo Domingo? ¿Por qué su abuela Basi
nunca hablaba de él? A partir de su investigación, Virginia ha conseguido
elaborar una biografía de su abuelo, construida “a fogonazos”, sobre las
circunstancias que rodearon su muerte. Su abuela nunca quiso hablar de ello,
como una forma de autoprotección o como mecanismo desencadenado por el trauma.
Los documentos encontrados en archivos oficiales, una caja de cartas que
Virginia recibió de manos de uno de sus primos en el entierro de su madre y las
pocas fotos que su madre guardaba de su abuelo le ayudaron a recomponer la
historia de Domingo, un republicano “de Azaña” fusilado en los primeros meses
de la guerra en Huesca. Una de esas historias que se repiten en todas las
ciudades y pueblos de España.
“Me gusta pensar en aquel
instante, cuando Domingo cogía a su hija por el brazo para sujetarla bien
derecha ante la cámara. Evocar aquel momento en el estudio del fotógrafo, que
Elena no podía recordar, la leve sonrisa en la cara de Domingo, su boina, sus
gafas, su abrigo, el cigarrillo en la mano, los zapatitos de la niña… Todo ello
me emociona”, escribe Virginia al pie de una foto de ambos. Una foto que
cualquiera puede contemplar hoy en Internet, pues el trágico álbum de Domingo y
el más alegre de Elena, las fotos que ella guardaba en una caja de bombones,
sus notas, recuerdos, cartas, tarjetas y anotaciones, están colgadas en
Pinterest, una red social que permite a sus miembros crear tableros con
imágenes propias o encontradas en la red, y hacerlos públicos para el resto de
usuarios. Su álbum de familia tiene ahora una versión 2.0. “Lo he elegido así porque mis principales espectadores
son mis hermanos. Tengo una hermana que vive en California y en una red de este
tipo ella lo puede seguir. Además, esta idea de los tableros me recuerda al
corcho y a la manera en la que trabaja un detective. Cada uno de estos ‘pins’
es una unidad mínima de memoria… Es una red social muy de moda, muy comercial…
creo que este contexto -Elena era hija de una comerciante que tenía una
importante tienda de modas en el centro de Zaragoza- le hubiera gustado
mucho a mi madre”.
A través de la biografía de su madre, Virginia está
reconstruyendo parte de la memoria colectiva de las mujeres de los años 40
en España.”Fue educada en pleno régimen franquista con todo lo que eso implica:
un adoctrinamiento, una manera de pensar… Pero también vivió la transición, la
cultura de los ochenta personificada en sus hijas. Ese momento en el que a las
mujeres de esta generación se les desmoronó todo lo que les habían contado.
Tengo 52 años y darme cuenta de cómo fue la vida de mi madre es demoledor: las
educaron única y exclusivamente para ser madres y esposas, en un ambiente de
religiosidad extrema”, describe Espa. La huida a Francia y la Bolsa de Bielsa, los años de la posguerra y el luto, dan paso a las
memorias más luminosas del veraneo en San Sebastian, la visita al Tibidabo con
los primos de Barcelona, la puesta de largo con vestido de princesa, las
primeras salidas nocturnas sin compañía de adultos y los peinados a lo Grace
Kelly. Son algunas de las memorias que Virginia va anotando en los pies de foto
de este álbum público de la vida de su madre, todavía en construcción. Entre
pin y pin, además, está llenando el hueco y las incógnitas de su vida y la de
sus antepasados.
PADRE FOTÓGRAFO, MADRE ARCHIVADORA
“El álbum familiar era ese objeto, espacio o documento que daba
sentido a fotografías aisladas, que contaba una historia”, dice Edgar Gómez, doctor en Sociedad de la Información y el Conocimiento
e investigador sobre la sociología de la fotografía digital. El formato del
álbum se consolida en los años 60 y 70 siguiendo las pautas marcadas por la
industria y también el cambio social. Kodak había popularizado la fotografía
personal o familiar, en la que, según los estudios antropológicos, cada miembro
de la familia tenía su propio rol: la madre era la guardiana, la archivadora,
la que se proponía como historiadora de la familia, mientras que el padre era
el que realizaba las fotografías. “Las cámaras eran esos objetos sacralizados y
que costaban mucho dinero, solo se tomaban fotografías en momentos muy específicos
y solo algunas de esas fotografías acababan en el álbum, siguiendo esa
narrativa de momentos felices y que celebraban la unidad familiar”, recuerda
Gómez.
Por supuesto, siempre hubo limitaciones, especialmente en
ciertos contextos económicos y sociales. El acceso a la tecnología y a los
materiales no estaba siempre al alcance de todos, igual que no lo estaba la
cultura visual, el saber utilizar una cámara fotográfica con un resultado
adecuado. Por eso resultan tan especiales los álbumes de familia de los
fotógrafos profesionales. Con motivo del curso organizado por la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo y Visiona el pasado mes de septiembre, la Fototeca de Huesca-que aúna archivo y biblioteca en una apuesta importante
por la conservación del patrimonio fotográfico de la provincia- realizó un
recorrido por sus fondos más relevantes en este ámbito.
“No tenemos ni una docena de álbumes fotográficos como objeto”,
explica Valle Piedrafita, la responsable de esta institución. Se fotografía el
continente y se digitaliza el contenido, pero la mayor parte de las veces los
álbumes vuelven a las manos de los herederos del fotógrafo “por su carga
emotiva y familiar”.
CONSERVAR EN
UN LUGAR FRESCO Y SECO
Montadas sobre un cartón, la imagen de la izquierda y de la
derecha parecen iguales, aunque guardan una sutil diferencia: apenas unos
milímetros en la posición de la lente que ha captado la imagen y que al ponerla
en el visor estereoscópico, hará la magia de convertir la foto bidimensional en
una imagen en 3D. Un efecto fascinante que hacía que para Federico Llanas la
fotografía tuviera una función lúdica: colocaba a sus hijos detrás de un seto y
a su madre en primer plano, hacía posar a su padre frente a los ordenados botes
de su farmacia, o a la familia al completo en ferias y plazas. La máquina que
tantas horas de diversión les proporcionó quedaría en desuso al morir el
pequeño Fafano, que cayó por el hueco de una escalera cuando tenía ocho años.
La producción de Llanas, 1.500 placas de vidrio y 237 positivos
en papel realizados entre 1918 y 1921, descansa por iniciativa de sus nietos en
los archivos de la fototeca, envuelta en materiales protectores y completamente
digitalizada, para que su consulta no requiera la manipulación de los
originales. Es una de las muchas colecciones de importantes fotógrafos de la
historia de Huesca que permanecen aletargadas en los fríos archivos de la
fototeca, cada una envuelta y almacenada en los materiales más propicios para
evitar su degradación: papeles con pH neutro, con o sin reserva alcalina,
fundas de polipropileno para los negativos en soporte plástico… Transcurren
solo cinco minutos antes de que suene la alarma que indica que nuestra
presencia está alterando las condiciones físicas de humedad y de temperatura y
con ellas, el ecosistema propicio -entre 12 y 14 grados y a una humedad
relativa por debajo del 50%- para estas fotos, que son la memoria gráfica de
toda una provincia.
LA IMAGEN
PERSONAL DE UN FOTÓGRAFO PÚBLICO
Para los fotógrafos profesionales o los amateurs más avanzados,
la fotografía se convirtió no solo en una manera de retratar los hitos de las
biografías ajenas y cercanas, sino también un objeto personal que les
acompañaba en su día a día. En el trascurso del curso organizado por la UIMP y
Visiona, Pilar Irala, la responsable de la colección de Jalón Ángel, fotógrafo profesional muy destacado en los cuarenta y
cincuenta, autor de retratos oficiales de Juan Carlos y Sofía como Príncipes de
Asturias o del Generalísimo y otros miembros de la élite militar franquista,
presentó una de sus facetas menos conocidas. “Uno de sus temas más
trabajados fueron los retratos de hijos. Es fácil encontrar a personas en
Zaragoza que tienen fotos del estudio de Jalón Ángel en su álbum familiar”,
aclara Irala.
Irala, que desde hace dos años gestiona en la Universidad de San
Jorge el archivo del fotógrafo navarro, ha encontrado en las fotografías
personales de Jalón “escenas a veces más espontáneas y a veces más teatrales”.
Unas fotos que el fotógrafo hacía exclusivamente para él. “Son prácticamente
desconocidas, han sido una gran sorpresa”, dice Irala. “A él no le parecía raro
sacar la cámara en cualquier momento y así ir construyendo esa identidad
personal y familiar, una trazabilidad de sus viajes, las personas a las que
conocía… su vida”. Gracias a su acceso a los materiales, que conseguía a bajo
coste, y la presencia constante de cámaras en su vida cotidiana, Jalón Ángel y
otros fotógrafos profesionales se anticiparon con sus instantáneas de paisajes
y reuniones en cafés al uso de la fotografía que se extendería más adelante y
que lo cambiaría todo: la fotografía se volvió ubicua gracias a la llegada de
los smartphones.
LA PEQUEÑA
SOPHIE Y EL PRIMER ‘CAMERAPHONE’
Es el 11 de junio de 1997 y Sonia Lee está en pleno parto, un
proceso complicado que amenaza con alargarse varias horas. Su marido, Philippe
Khan, no sabe a qué dedicar la larga espera que tiene por delante. Ha llevado
al hospital su ordenador y su cámara digital y se pone a pensar en lo
complicado que le va a resultar tomar la foto, transferirla al disco duro del
portátil y enviarla después a través de la lenta conexión a internet de su
móvil, de forma que la foto de su nueva hija llegue lo antes posible a sus
familiares. Khan, matemático e inventor residente en California, realiza un par
de viajes a RadioShack y como un auténtico manitas, crea un híbrido a partir de
su Motorola Starc y su cámara digital Casio. La foto de la pequeña Sophie,
dormida entre mantas, es la primera imagen tomada con un teléfono con cámara.
La historia de Philippe Khan y la invención del “cameraphone” le
sirve a Jordi
V. Pou, fotógrafo profesional que ha desarrollado
un trabajo de reflexión sobre la fotografía y el “álbum de familia 2.0” y
proyectos artísticos realizados con teléfonos con cámara, para explicar por qué
los smartphones han cambiado la fotografía digital, devolviendo la toma de
imágenes a la sencillez alcanzada en la era Kodak. Para Pou, la
integración de cámaras y teléfonos con sistema operativo que permiten su conexión
permanente con internet ha sido la clave de la popularización de la fotografía.
“La llegada de la fotografía digital supuso un incremento de la complejidad del
proceso fotográfico”, explica Pou, que ve en esa dificultad la causa de que
hayan disminuido las fotografías que acaban en álbumes familiares. “La
combinación de smartphone con cámara e internet es el punto de inflexión, el
fin de la complejidad. La fotografía personal encuentra su vía de salida en las
redes sociales y arrastra con ella la mayoría de la fotografía doméstica”.
Han cambiado el lugar donde se ven y se comentan las fotos y los
temas a fotografiar. “Se ha pasado de una cámara familiar a una en el bolsillo
de cada uno de sus miembros, y esto ha supuesto la multiplicación de imágenes,
algunas todavía en el ámbito familiar tradicional, pero la gran mayoría dentro
de un nuevo ámbito más ligado a las relaciones sociales”, explica Pou. “Ahora
la cámara es un dispositivo personal que, integrada en los teléfonos móviles,
tenemos constantemente en el bolsillo. Y si además es un smartphone, también
tenemos conexión constante, de forma que la idea de tomar fotografías solamente
en momentos específicos se ve completamente transformada y empezamos a tomar
fotografías de lo que algunos llaman ‘la banalidad de la vida cotidiana’:
porque estamos aburridos, como si hiciéramos listas de la compra, porque vemos
algo que creemos que le puede interesar a alguien que conocemos…” reflexiona
Edgar Gómez.
Instagram, Facebook y otras redes sociales como Flickr o Pinterest demuestran la importancia que está adquiriendo la
comunicación a través de fotografías. “Pero en estas redes sociales, es más
importante la novedad y lo reciente que el tiempo histórico”, considera Edgar.
“Ya no tomamos una foto de un niño para recordar dentro de veinte
años cómo era, sino para que tus familiares vean cómo es ahora. Es una fotografía
del presente para el presente, no del pasado hacia el futuro”, opina. Pedro
Vicente, el director del programa Visiona,
coincide con él. “Sigue habiendo una foto para la memoria pero ha surgido un
nuevo género de foto pasajera, efímera, una foto que se envía por Whatsapp, que
se consume y se desecha. Antes, las fotos eran preciosas, intocables, ahora
tenemos que deshacernos de muchas de ellas, no podríamos conservarlas todas. El
exceso de fotos nos lleva a un consumo mucho más rápido de ellas”, observa.
MISMAS FOTOS,
NUEVAS FORMAS
¿Significa esto que el álbum de familia ha pasado a la historia?
Según estos expertos, más bien parece que ha cambiado de forma. “Aún no somos
capaces de imaginar cómo será el álbum de familia de uno de los niños nacidos
en el cambio de siglo, pero sí creo que se están dando nuevas formas: ahora se
hacen llaveros, tazas, un póster o un calendario con las fotos del año
anterior. La tecnología permite que el álbum de familia esté en cualquier
sitio”, explica Pedro Vicente.
Jordi V. Pou sigue teniendo el suyo en papel. “Ante la duda de
la conservación digital y la seguridad de la copia química, sigo manteniendo un
álbum de formato tradicional con sus copias. No obstante, es solo un resumen de
otro mucho más extenso formado por archivos digitales y, además de tenerlo en
varias localizaciones, siempre está disponible para verlo en mi teléfono
móvil”. Edgar Gómez destaca también los múltiples nuevos formatos de
reproducción. “Lo cierto es que se siguen imprimiendo muchas fotos y que cada vez
existen más empresas dedicadas a la reproducción de fotografías que mandas por
internet y te llegan por correo. Moo Cards, libros de fotografía Blurb…”, enumera Gómez.
Otro ejemplo claro de que sigue existiendo un interés por
conservar copias de nuestras fotos es el proyecto de la marca Impossible
Project -la que rescató las películas Polaroid de su completa desaparición- de
crear una impresora que imprima de forma directa desde el iPhone: recaudaron el
doble de su objetivo inicial mediante preventas a través de la plataforma de
crowdfunding Kickstarter para su ‘Impossible Instant Lab’. En estos momentos de hibridación, cambios y
reformulaciones de la fotografía, parece claro que nos sigue gustando
aferrarnos a una imagen que nos diga quiénes somos y de dónde venimos. “Está
muy bien que pueda hacer cincuenta fotos de mi hijo, pero necesito salvar dos o
tres que me sirvan de referencia, ante este mar de imágenes necesito una que me
haga pensar”, dice Pedro Vicente. Seguiremos, pues, teniendo un álbum de
familia, aunque este pueda estar en un tablero de Pinterest o en el fondo de
pantalla del smartphone.
A la sombra de Saviano: los otros periodistas antimafia
“O para o le dispararé en la boca”. A veces, una felicitación por hacer bien el trabajo puede tratarse de una amenaza. Así comienza a conocerse el caso de Giovanni Tizian, un joven periodista precario italiano de un modesto diario de Módena que de la noche a la mañana se encontró bajo escolta policial. Uno más de los pequeños desconocidos para el gran público italiano, que concentra su atención en personajes más mediáticos como Roberto Saviano y deja en un segundo plano a los otros sufridores por la libertad de prensa.
Giovanni
Tizian escudriñaba en las páginas de La
Gazzetta di Modena cómo la Ndranghetta, la mafia calabresa, estaba penetrando en su región gracias
al aumento del número de los establecimientos de juego.
De la noche a la mañana, Tizian se encontró con una escolta después de una
interceptación de la policía de una llamada entre presuntos mafiosos: “O para
[de escribir estos artículos] o le dispararé en la boca”.
A sus 31 años sabe que estas amenazas no son exageraciones y que no hay que tomárselas a broma. El padre de Giovanni, un empleado de banca, murió asesinado por la mafia antes de que su familia dejase el sur de Italia. “Yo no empecé a trabajar en el mundo del periodismo por la muerte de mi padre – confiesa –, yo empecé escribiendo un poco de todo”. Como cualquier precario echando músculo en las galeras de cualquier redacción.
La familia de Giovanni fue al norte del país, donde todavía lo normal es negar la infiltración de la mala vita, igual que el niño que se tapa la cara escondiéndose de sus padres. Esta negación de la realidad tiene graves consecuencias, pues los malos de la película de Tizian no serán juzgados por asociación mafiosa. “Aplicar este tipo de delito en el sur es habitual, pero aquí todavía es complicado. A los jueces les cuesta comprender esta situación”, indica el joven periodista.
La sombra de su escolta le recuerda cada día lo que pesan las
verdades. “He perdido independencia. No puedo ir a dar una vuelta por mi cuenta
o con mi novia. Tengo que coordinarme siempre con ellos – se lamenta –. En lo
que respecta a mi trabajo me limita para muchas cosas”. Una situación
“increíble” en 2013.
Giovanni comienza a adquirir cierto renombre, aunque no al nivel
de Roberto Saviano, autor de Gomorra,
omnipresente por tierra, mar y aire. “Saviano ha hecho un trabajo óptimo, pero
en Italia tenemos el vicio de santificar. Esta santificación no conlleva
resultados contra la mafia, ya que un hombre solo no puede hacer nada”, indica
Tizian, otro soldado del ejército de hombres solos que combate contra la mafia.
UN TRABAJO POR EL
TERRITORIO
Aparte de Giovanni Tizian, hay otros solitarios periodistas que
intentan molestar a aquellos que hacen la vida imposible al resto del país.
Marilena Natale es una precaria de la región de Nápoles, donde por sus crónicas
contra la Camorra se ha ganado que le quemen el coche o que un mafioso esposado
le lanzase un beso ante las cámaras. Momentos de hielo que se derriten con
la pasión con que ella trabaja.
Marilena, de 40 años, se enroló en la cruzada periodística
contra la mafia a los 20. “Empecé a mirar a mi alrededor y no me gustaba lo que
veía”, explica. Y todavía tiene ganas de seguir adelante. “No pararé nunca. No
nos pueden matar a todos”, añade con una voz llena de orgullo. Pese a las
amenazas y agresiones, Marilena ha renunciado a la escolta, aunque todavía le
queda algo de vigilancia a la que no puede negarse. La motivación ha sido dar
valor a los demás: “Vi que la gente era más valiente cuando me veían a mí sin
escolta”.
Esta cronista especializada en la mafia de la zona, al igual que
Tizian, recibe las felicitaciones en forma de amenaza. Durante la cobertura de
la detención de un mafioso del potente clan de los Casalesi, el cuñado de
un boss se acercó y le dijo: “Vete de aquí. Sé quién eres y sé
dónde vives”. La respuesta de Marilena fue una crónica sobre los hechos y una
denuncia ante los Carabinieri.
Cuando el denunciado intentó atenuar con 1.500 euros la amenaza, Natale, impertérrita,
respondió: “Si cogéis 50 euros de mi cartera y los
estrujáis, del billete sólo sangrará mi sudor y el de mi padre. Si apretáis uno
de Panaro [el mafioso] veréis que sale sangre de la gente. Yo no cojo dinero de
la Camorra”.
Incansable, como si temiese que le alcanzase el aliento de la
precariedad y del peligro camorrista, Marilena recorre en su moto hasta el
último rincón de su provincia. Escribe prensa local para demostrar lo
importante que es construir la casa desde los cimientos. Desde estas rotativas
denuncia y consigue pequeños éxitos concretos, como lograr que se mantenga un cuartelillo
de Carabinieri cerca de la casa de un mafioso, pese al peligro de extinción que
le amenazaba. Y si se deja el cuartelillo, al final madurará el árbol de las
detenciones. Una lucha de pasos cortos y constantes en un camino con los pies
atados. “Yo voy cada día a los juzgados. Yo conozco mi tierra”.
Marilena anima a Saviano – a quien reconoce un gran mérito
– a pasearse sin miedo por Italia. “A la mafia no le conviene hacerle
mártir. Debe venir aquí”, cree la periodista napolitana. “No es necesario
amplificar el negativo”, se lamenta.
Al final, el legado de su ejemplo se pasa con el ADN y con el
orgullo de la herencia de la que dice que “si le pasa algo, no será en vano”.
Sus hijos, acostumbrados al peligro, pero agradecidos por el esfuerzo de “un
trabajo por el territorio”, ya han decidido su futuro laboral: uno será fiscal,
el otro, policía.
UN HOMBRO EN EL QUE
APOYARSE
La
vocación para el periodismo viene tras una experiencia con un libro, por el
afán de escribir… Alberto Spampinato quería ser ingeniero, pero cambió de
opinión el 27 de octubre de 1972, cuando la mafia mató a su hermano. “Decidí
hacer una investigación para saber qué había pasado. La muerte de mi hermano
fue una noticia incómoda para los otros periodistas que realmente sí sabían lo
que había ocurrido”, explica Spampinato, actual director de Ossigeno
per l’informazione, una organización que vela por los periodistas
amenazados, sea o no en el ámbito de la mafia.
Las
fichas de su organización diseccionan las amenazas a 222 periodistas en Italia
en lo que va de año, aunque calculan que tiene que haber 10 veces más… pero que
guardan silencio. Spampinato explica las múltiples maneras de aterrorizar
a la prensa, desde una carta con balas hasta entrar en la casa de uno sin robar
nada, solamente dejando notar la presencia con un gesto no violento y sembrando
un miedo que amordaza. El trabajo por parte de esta organización es
infatigable. Un escudo ante la amenaza poniendo una cara a los periodistas
perseguidos por la mafia, con análisis y propuestas para solucionar el grave
problema del silencio del cuarto poder. Como buenos periodistas, Ossigeno comprueba
hasta el último caso que se le presenta para ver si es real. Una lucha por
adivinar cuál silencio es más fuerte, si el de mafia o el de los anunciantes y
editores.
Además,
la presión a nivel local aumenta. “Es difícil esconder una noticia que se dé en
el centro de una ciudad, pero para evitar que se hable de algo que sucede en la
periferia basta con callar a un periodista”, explica Spampinato sobre los
mensajeros precarios como Tizian o Natale, que intentan atraer el foco de
atención sobre los problemas de sus ciudades. Este periodista cree que casos de
Saviano ayudan “a hablar de los otros. Se habla si le pasa algo a un personaje,
pero hay que contextualizar que se habla sólo porque es un personaje”.
UNA CULTURA MÁS ALLÁ
DE LA CAMORRA
Ciro Marino ronda los 30 y trabaja por la mañana dando clases a niños para poder pagarse el vicio de tener una editorial en Nápoles. Este joven profesor gestiona junto a otros amigos la editorial Ad Est dell’Equatore, un pequeño faro de cultura en una ciudad continuamente maltratada por los medios y asociada cuasi de facto a la Camorra o a las crisis de las basuras. “Nápoles es una ciudad marchita desde el punto de vista cultural”, se lamenta. Con fatiga y combatiendo contra el estereotipo, a Ciro le entristece del lazo inquebrantable en la mente de la gente que liga Nápoles y Camorra. “Si voy a cualquier país de Europa, automáticamente soy un mafioso”.
La
ferita – La herida – fue un
buen golpe de la editorial, un libro de hace cinco años que contaba con la
firma de Roberto Saviano, en aquellos años viviendo el boom experimentado
tras el estreno de la película Gomorra basada
en su popular libro. A pesar del respeto que tiene por Saviano, Ciro, desde su
punto de vista personal, se lamenta de que la vida cultural de la ciudad
también quede anclada sólo en la mafia. “El anticamorrismo también es
considerado por mucha gente como una cuota de mercado y no ve en ello un
beneficio social, sino un beneficio económico”, explica. “Detrás de la bandera
del anticamorrismo hay gente que hace dinero”.
“Saviano
tiene mucho mérito y ha tenido un gran valor, pero si luego tenemos que estar
ciegos ante el resto no va bien”, indica. Marino hace referencia al rodaje de
una nueva serie basada en Gomorra.
Una enésima cruz sobre los hombres de aquel pobre barrio. “Se combatiría mejor
la mafia invirtiendo el dinero que ha costado hacer la serie en proyectos para
ese lugar”, señala. “Reclamamos la libertad de ser políticamente incorrectos”,
indica Ciro que explica que su posicionamiento en contra de la mafia es
inquebrantable.
Y
es que lo políticamente incorrecto va haciendo poco a poco mella en la
sociedad. De este modo, desde otro punto del país ha llegado otra expresión
editorial que aborda con humor el San Saviano que ha sustituido a las
estampitas de Padre Pío en algunos lugares de Italia. Vito Manolo Roma se
ha lanzado de manera casi suicida contra el héroe catódico Roberto Saviano con
un cómic titulado Ròbert. “A lo mejor he tratado un tabú, pero en el fondo
sólo he hecho sana ironía. Sin embargo, muchos me han saltado encima como si
hubiese tocado a Pier Paolo Pasolini o a un tótem sagrado. Han tratado mi
ironía como si fuese algo vulgar. Como mucho es un poco trash, pero para una novela
del estilo es perfecto”, explica.
Vito
explica que fue el propio Ròbert el
que le pidió en una aparición ‘mística’ a través de la televisión que le
pintase en un cómic: “Saviano estaba en televisión, se giró hacia mí y me dijo
que yo era el único que podía tocar al ‘Intocable’. El autor hace referencia a
la omnipresencia de Saviano en televisión, que con un aire melancólico ha sido
erigido paladín de los movimientos antimafia.
Al
final, parece que por haber construido Saviano, se ha dejado a otros de lado.
“No tengo la sensación de que en la tele o en las redes sociales se dedique
mucho espacio a los que arriesgan su vida para combatir el sistema mafioso.
[Saviano] cuenta historias, teoriza y da su opinión, pero en su posición de
recluso más allá de los límites del mundo ‘normal’, podría osar algo más”. Con
el aire “fugitivo-melancólico” de Saviano, Italia todavía se mece en el
silencio del tabú de la mafia, ante el cual, un único altavoz poco puede hacer.
La participación: un concepto sobrevalorado
El sociólogo analiza tres facetas de la “fiebre participativa” que se propugna como “la mejor” sin apenas crítica.
Tal
vez una de las mayores rémoras de haber vivido en una dictadura y con las
libertades secuestradas sea la ansiosa proyección de expectativas y
demandas en esos aspectos que habían sido hurtados. De hecho, algo de
forma general y colectiva nos pasó cuando ya hace treinta años hablábamos
de desencanto, con gran película de Jaime Chávarri proponiendo
el término en los primeros pasos de aquella democracia débil. Estaba
extendida una extraña sensación que iba desde el “para
esto se ha luchado” al “hay algo que se nos ha hurtado”. Manifestaciones que
mostraban, con lógicas muy distintas, las distancias entre las
expectativas y la realidad del día a día.
Después, el desencanto dejó paso a la fijación regresiva en
algunos conceptos, casi como objetos valiosos que hay que conservar o
promocionar. A veces sin tener en cuenta que, lejos de ser objetos lisos,
tienen estrías y problemas. Incluso aunque estos queden por debajo de las pretendidas
ventajas de la propuesta. Es decir, hay una sobrevaloración del concepto.
Es lo que, a mi parecer, pasa con el concepto de participación.
Una sobrevaloración que tiene, al menos, tres caras o dimensiones.
Hay una
sobrevaloración del carácter ontológico de la participación.
Un dibujo de una inclinación del ser humano a tomar parte en los asuntos
públicos, en todo aquello que, aunque de manera lejana, pueda afectarle. Se
trata de una afirmación contra sociológica, en la medida que los clásicos de la
sociología fundamentan la existencia de eso que llamamos sociedad –a diferencia
de la comunidad- en la división social del trabajo de los individuos
que la componen. Una división cuya funcionalidad estriba en no
tener que participar en todo.
En segundo
lugar, hay una sobrevaloración ética que sitúa a la
participación por encima de la no participación. La participación como algo
intrínsecamente bueno. Así, nuestro arraigado sentido común actual nos dice que
si algo es hecho con la participación de todos es mejor que si lo ha hecho uno
solo o unos pocos. Seguramente tal concepción tiene como objetivo condenar a
los gorrones, a los que se aprovechan del trabajo de los demás, sin tomar parte
en ello. Pero la duda es si vale para toma de decisiones o acontecimientos
semejantes. Acaso puede considerarse condenable no participar en un referéndum
o en unas elecciones. Tal vez sea poco presentable la falta de participación en
la comunidad de propietarios, pues son decisiones muy cercanas y sobre aspectos
muy concretos que conviene tengan la máxima legitimidad, especialmente de cara
a los problemas específicos que puedan surgir después. Sin embargo, cabe dudar
de si son mejores los ciudadanos que participan en, por ejemplo, un referendum
sobre si una carretera ha de pasar por aquí o por allá, que los ciudadanos que
no participan.
Siendo
importantes las dos fuentes de la sobrevaloración señaladas, articuladas con
ellas está la que podría denominarse sobrevaloración
pragmática. En cierta forma surge de las dos anteriores, de que son más
humanos y mejores los que participan, y viene a decir que son preferibles los
procesos y resultados en los que hay participación, por el solo hecho de que
ésta exista. Así, en un reciente artículo en la prensa nacional –El País- el
líder de Podemos, Pablo Iglesias, venía a decir que la transición democrática
española había sido llevada a cabo sin participación del pueblo –ese término
que cuando es utilizado por los políticos hay que echarse a temblar, como
cantaba Carlos Cano– por unas élites de derecha y de izquierda. Por ello, estaba
condenada al fracaso, a toparse de bruces son sus límites. Para solucionar tal
desaguisado, llama a la participación general de las clases sociales
empobrecidas por la crisis. Eso sí, lideradas por su persona, como no podía ser
de otra manera, puesto que él no es de esas elites corruptas y vagas que han
gobernado el país. Pues bien, está por demostrar que procesos participativos
sean más funcionales. Y lo digo tomando incluso el beneficio que podrían obtener
de la propia experiencia de participación los individuos. Acaso no es legítimo
dudar que el resultado puede ser incluso peor con una amplia participación.
Hay mitos
sociológicos que parecen avalar la mayor funcionalidad de la participación. Por
ejemplo, el experimento –uno de los clásicos- en el que Kurt
Lewin comparó
el resultado final de tres tipos de dinámicas grupales. La vencedora, que era
la democrática o participativa. Dos perdedoras, la que podría denominarse anarco liberal –cada cual a lo suyo- y la dictatorial. Claro está, el
experimento está diseñado para avalar el régimen democrático.
Verano saludable
Las vacaciones nos permiten “romper” con rutinas, y también nos brindan la posibilidad de renovar nuestro ser
¿Quién no ha silbado alguna vez la pegadiza sintonía de Verano
Azul?,
la exitosa serie televisiva que relató las aventuras de verano de varios
amigos en una localidad andaluza.
Hablar del verano implica la llegada del buen tiempo, las noches
con amigos en las terrazas, disfrutar de la naturaleza, aventuras,
alegrías, el sol y comenzar a pensar en las vacaciones.
La palabra “verano” viene del vocablo en latín “veranum”, y se
define como: “el tiempo en que el terreno se mantiene siempre verde”.
¿Mantener el terreno siempre verde?
Es posible preservar lo exterior si se cuida el mundo interior y
la consciencia individual siempre estará reverdeciendo, rebosando en el
constante flujo de buenos pensamientos. El pensamiento correcto inevitablemente
se exterioriza.
El verano puede convertirse no sólo en una etapa de nuevas
experiencias, sino en una oportunidad para buscar la verdadera naturaleza de
cada uno, de encontrarse consigo mismo, una etapa de evolución mental, donde se
puede descubrir el potencial de cualidades de cada persona y sacar a la luz lo
mejor de uno mismo.
Muchas son las recomendaciones que se hacen referentes a la
alimentación, el sol, la piscina y el cuidado de los ojos para que no sean
perjudiciales. Pero, ¿porqué no enfocar al sol o a la naturaleza como algo
benéfico, ya que forma parte de la armonía del universo?
La luz solar es imprescindible para todos los seres vivos y aporta
beneficios para la salud.
Según Sandra González, médico especialista en Medicina Familiar de Sevilla, existe una creencia de fobia solar cuando en realidad se lo debe relacionar con el buen humor, la disminución de fatiga y la sensación de bienestar.
Pienso que es posible comprender que la única fuerza que existe es
el bien, la armonía, la salud. No se trata de exponer la piel para broncearla,
sino de despertar el sol interior que es el corazón. Esta etapa puede ser
considerada como un apogeo, o sea, la luz del sol es parte de un Todo que
irradia e ilumina la consciencia de cada uno.
En algunos casos, el temor acecha y uno no conoce la forma de
defenderse. Pero, sentir el Amor divino desecha el miedo.
Hace unos años estaba de vacaciones en una playa rocosa de Brasil
y tuve una caída que me afectó el tobillo. No podía moverme y el dolor era cada
vez más intenso. Por momentos me asaltó el temor de quedar inmovilizada. Traté
de calmar mi mente y cerrar la puerta a esos pensamientos negativos que me
susurraban.
Con la ayuda de mi esposo pude llegar al hotel, pero el dolor no
cedía. Una vez en reposo, me aferré a mi identidad espiritual, que por ser
espiritual, es siempre exenta de dolor. La oración afirmativa me dio mucha paz
interior. Si bien el dolor permaneció varias horas, ya no había dudas en mi
consciencia de que estaría bien. A la mañana siguiente pude afirmar el pie y
caminar sin dificultad.
Si bien las vacaciones nos permiten “romper” con las rutinas,
también nos brindan la posibilidad de renovar nuestro ser, un descanso y
renovación mental que promueve el bienestar y la salud.
Afirmar la conexión con la única Causa universal, con el Principio
de todo lo bueno, permite ser uno con el Amor y permanecer en sintonía con El.
¡Con esta visión podrás mantener tu terreno siempre verde!
ENTRADAS DESTACADAS
Secciones
- Creatividad ( 214 )
- Comunicación ( 171 )
- Educación ( 118 )
- Marketing y Comercial ( 104 )
- Economía ( 65 )
- Salud ( 39 )
- Política ( 29 )
- Entrevista ( 16 )
- Demanda de Empleo ( 1 )