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Sistemas políticos democráticos: Lijphart

Actualmente podemos hablar de diferentes sistemas políticos democráticos según atendamos a distintos criterios. En este sentido, si seguimos la línea de criterios territoriales encontraremos países mucho más centralizados frente a otros en los que sus diferentes componentes territoriales disfrutan de una mayor capacidad de decisión o autonomía, como puede ser el caso español. Si optamos por otro criterio como, por ejemplo, el régimen político imperante, podremos hablar de monarquías o repúblicas, etcétera.

Lijphart elabora una síntesis de todas las estructuras y variedades que podemos encontrar bajo el término o situación de democracia. En los años de la década de los sesenta, cuando Lijphart hace este trabajo, cuestiona que el modelo ideal de democracia fuese el británico, tenido por casi perfecto en aquellos momento por haber resultado el más estable de todos. Lijphart analiza otras democracias de pequeños países europeos a los que hasta entonces se les había prestado una menor atención pero que presentaban una peculiar característica: se trataba de sistemas políticos que presentaban una enorme heterogeneidad social, muy compleja por tanto, donde los problemas centro – periferia, las diferencias religiosas, los conflictos entre clases sociales y también los enfrentamientos entre el campo y la ciudad estaban muy presentes. Frente a ello, en Inglaterra, prácticamente la única línea de conflicto era la social (división entre la izquierda y la derecha). En base a ello, Lijphart se pregunta por qué estos sistemas políticos democráticos, a pesar de sus enormes, variadas y abundantes diferencias internas, se mantenían estables.

Algunos de los países a los que se refiere Lijphart, tan heterogéneos pero a su vez tan estables, eran, por citar algunos, Suiza, Bélgica u Holanda. Ésta es, por tanto, la cuestión que motiva el trabajo de Lijphart y que le llevará a establecer una tipología de sistemas políticos democráticos.

La respuesta que él ofrece es que en estos países se sigue un modelo de democracia diferente al modelo británico; con ello, también ofrece cuatro características básicas de lo que él denomina “democracia de consenso”:

1.      En todos y cada uno de los casos tratados por Lijphart se trata de sociedades presididas por la heterogeneidad social y profundamente divididas por diferentes líneas de conflicto que acaban por definir grupos cerrados.
2.      Todos estos países cuentan con una élite política con una clara orientación o actitud negociadora que siempre busca el consenso si bien, el hecho de que se trate de pequeños países favorece la cercanía de las élites políticas.
3.      El criterio de proporcionalidad. Semejante pluralidad social sólo puede ser gestionada eficazmente si en todas las instituciones políticas está también representada dicha diversidad de forma proporcional a su importancia numérica o cuantitativa social.
4.      La trascendencia del veto. Tomar una decisión mediante el consenso o acuerdo de todas y cada una de las partes implicada implica a su vez que, si al menos una sola de esas partes no está de acuerdo con la decisión mayoritaria, posee la capacidad de vetar tal decisión, Esto ocurre con las “grandes decisiones”; otras, sin embargo, son tomadas por mayoría.

En base a su observación y a todo lo anteriormente mencionado, Lijphart estable toda una serie de claras diferencias entre sistemas políticos democráticos mayoritarios (democracias mayoritarias) y sistemas políticos democráticos de consenso (democracias de consenso) que, grosso modo, son las siguientes:

·         En lo que respecta al grado de concentración de poder, la democracia mayoritaria tiende a gobiernos monocolor frente a los gobiernos de coalición que suelen presidir las democracias de consenso.
·         En las democracias mayoritarias, el poder ejecutivo suele primar sobre el poder legislativo ya que el primero controla al parlamento mientras que en las democracias de consenso el equilibrio es casi absoluto.
·         El parlamento en los sistemas políticos democráticos mayoritarios puede ser bicameral asimétrico o unicameral frente a las democracias de consenso donde el parlamento siempre es bicameral.
·         Por lo que respecta al sistema de partidos, el bipartidismo es la tendencia en las democracias mayoritarias pues suele “premiarse” al partido más votado con el fin de lograr “mayorías estables” sin embargo, el multipartidismo es la nota inequívoca en las democracias de conseso.
·         Del mismo modo, las leyes electorales de las democracias mayoritarias y de las democracias de consenso son mayoritarias o proporcionales respectivamente lo cual favorece bien los gobiernos monocolor en el primer caso, bien los gobierno multicolor o de coalición en el segundo caso.
·         Los sistemas de partidos se articulan, en el caso de los sistema políticos democráticos mayoritarios, en base a un único clivaje, el clivaje socioeconómico, mientras que en las democracias de consenso el sistema es mucho más complejo pues entran en juego otros clivajes como el étnico, religioso, etcétera.
·         Del mismo modo, la organización territorial será centralizada o federal según nos refiramos a democracias mayoritarias o democracias de consenso respectivamente.
·         Por último, la Constitución Las democracias mayoritarias (especialmente el ejemplo británico en el que se fija Lijphart, carecen de Constitución escrita mientras que las democracias de consenso poseen una Constitución escrita que refleja ese derecho o poder de veto de la minoría antes citado y tan importante para la consecución de consensos.

Como hemos podido observar a lo largo de este texto, una de las diferencias más trascendentales entre sistemas políticos democráticos mayoritarios o de consenso son esas “líneas de conflicto” en el seno de la sociedad de un país, los llamados “clivajes políticos” o líneas divisorias claras entre grupos sociales. Para que exista un clivaje es necesario que se den tres aspectos:

o   El elemento social (clivajes campo – ciudad, izquierda – derecha, etcétera)
o   El elemento ideológico pues cada lado de un clivaje desarrolla determinados valores.
o   El elemento organizativo ya que cada bando de un clivaje desarrolla también sus propias organizaciones políticas.

El único clivaje presente en absolutamente todos los países europeos es el clivaje sociológico izquierda – derecha. En España, por ejemplo, dos grandes clivajes articulan la vida política: el clivaje socioeconómico o sociológico izquierda – derecha y el clivaje territorial nacionalismo – constitucionalismo.

De esta forma, los tipos de clivajes presentes en una democracia determinarán el sistema de partidos de ese sistema político democrático de tal forma que, si sólo existe una línea de conflicto, surgirá el bipartidismo y los electores se alinearán en uno u otro lado de dicho clivaje en el caso de las democracias mayoritarias.
Por el contrario, la existencia de diversos clivajes como son el sociológico, religioso, territorial, etcétera, dará como resultado el multipartidismo en el que, en función de cada uno de esos clivajes, surgirán los distintos partidos políticos y los ciudadanos se alinearán en uno u otro de entre todas las opciones disponibles.

Para que se de un multipartidismo se precisa a su vez un sistema electoral proporcional, mientras que el sistema democrático mayoritario, además, refuerza a la mayoría, como antes ya mencionábamos, en la búsqueda de una mayoría parlamentaria estable y, por lo tanto, perjudicando a las minorías que, en muchos casos, incluso llegar a dejar de estar representadas en los parlamentos.

Ambos modelos de democracia constituyen sistemas parlamentarios es decir, será la mayoría parlamentaria la que elija finalmente al presidente del gobierno o primer ministro. En el caso de la democracia mayoritaria, uno de los dos partidos acabará por obtener mayoría absoluta (la mitad más uno, como mínimo) dando así lugar a un gobierno monocolor. Frente a ello, en los casos de multipartidismo (democracias de consenso) es el parlamento el que elige al presidente (sin mayoría absoluta) por lo que su legitimidad depende del propio parlamento el cual, podría retirarle su confianza llegado el caso.

Otra diferencia de gran importancia que antes mencionábamos entre democracias mayoritarias y democracias de consenso es la relación existente entre los poderes ejecutivo y legislativo. En el primer caso, bipartidismo, el primero (gobierno) domina al segundo (parlamento) al poseer la mayoría absoluta sin embargo en las democracias de consenso el equilibro es mayor dado que el gobierno multicolor (de coalición) precisa del apoyo del parlamento.

Lijphart también estableció la diferencia entre las democracias mayoritarias y las democracias de consenso en base a una serie de indicadores cuya mayor o menor presencia, según el caso, favorecen más a las democracias de consenso: la gestión macroeconómica, la violencia política, el porcentaje de participación electoral que concede mayor o menor legitimidad, la proporción de mujeres en los gobiernos, el nivel de corrupción, la “distancia” entre representantes y representados, el grado de satisfacción ciudadana con el sistema, la responsabilidad gubernativa (número de crisis de gobierno) o los tipos de políticas llevadas a cabo.

Distintos tipos de democracia, mayoritaria o de consenso, darán lugar a diferentes resultados.
En general, ¿hasta qué punto la estructura política de un país tiene efectos desde el punto de vista de su desarrollo económico?
El desarrollo económico provoca y fomenta la aparición y consolidación de la democracia, dicen algunos autores pero, la cuestión ahora es exactamente a la inversa: la democracia como instrumento que favorece el desarrollo económico.
Esta es la pregunta que se hace la literatura que versa sobre la “gobernanza” y en la que, el estudio de Lijphart tiene gran influencia: hasta qué punto la forma de gobernar incide en el desarrollo económico.

Tres elementos forman parte de la manera de gobernar o “gobernanza”, muy relacionados con el trabajo de Lijphart.
En primer lugar, el proceso mediante el cual los gobernantes son elegidos, controlador y, llegado el momento, sustituidos.
En segundo lugar, la capacidad de los gobernantes para manejar los recursos eficientemente y para tomar decisiones. En este punto la existencia de una mayoría absoluta monocolor o una mayoría multicolor de consenso tiene una gran incidencia.
Y en tercer lugar, el respeto de los ciudadanos por el Estado y por las instituciones que les gobiernan, es decir, situaciones en las que los electores tienen confianza en la manera en que funcionan sus instituciones.

Todo lo anterior tiene, evidentemente, un efecto sobre los diferentes indicadores de desarrollo económico como son el PIB (producto interior bruto) per cápita, la mortalidad infantil, la esperanza de vida, etcétera.
Así, nuestra pregunta anterior, obtiene una respuesta positiva: la forma de gobernar y, por tanto, el sistema político, incide en el desarrollo económico.

Todo este planteamiento responde a una multicausalidad: la elección, las medidas tomadas por los gobernantes (eficacia y eficiencia) y la propia cultura política son tres elementos que bien podrían darse, o no, por separado.

En conclusión, Lijphart deduce dos modelos diferentes de sistemas políticos democráticos, el mayoritario y el de consenso, a la vez que desentraña sus causas y también los elementos que los caracterizan todo lo cual, a su vez, índice de forma decisiva en el desarrollo económico de un país y, en definitiva, en su bienestar y estabilidad.

El derecho de la información y la invasión de la privacidad

El régimen jurídico del derecho de la información resulta extremadamente complejo en su aplicación al día a día y para ello se hace necesario el establecimiento de unos criterios – guía que, en líneas muy generales, permitan y garanticen a la vez que mantengan el equilibro entre la tolerancia hacia todo tipo de expresiones e informaciones, por inmorales que éstas nos puedan resultar, y la intolerancia con respecto a expresiones e informaciones que, sin causa plenamente justificada, deriven en cualquier tipo de daño evitable.

Esta ponderación, necesaria para la resolución de los casos prácticos, no es, como ya adelantábamos, sencilla pues cave preguntarnos si debemos tolerar las expresiones que apoyen, promuevan o inciten a la violencia, por ejemplo. U la duda es evidente ya que el instigador o apologista de la violencia defiende unos actos que previamente son considerados perjudiciales por la sociedad.

Esta ponderación a la que estamos haciendo alusión se complica, tal vez aún más, cuando tratamos de establecer un equilibrio entre el derecho de la información y el derecho de la privacidad, es decir, que prima más, ese derecho de la información que nos ocupa o el derecho al honor e integridad de la imagen, ambos principios recogidos por nuestro régimen jurídico.

En la jerarquía de expresiones e informaciones constitucionalmente protegidas, mientras que el mensaje político goza de la máxima protección, las palabras injuriosas reciben el nivel más bajo de protección. Prácticamente quedan excluidas de la libertad de expresión dando lugar a las responsabilidades penales y/o civiles para los que las emplean en sus críticas. Es el llamado “test de los insultos innecesarios”.
Este test no prohíbe en absoluto emitir juicios personales desfavorables a través de los cuales se traslade a la opinión pública una imagen determinada y negativa de la persona criticada. Tales valoraciones están protegidas por el artículo veinte de la Constitución española de manera que el carácter molesto o hiriente de una información o juicio de valor no constituye un límite de la libertad de expresión e información.

El límite de lo tolerable en el derecho de crítica son las palabras y expresiones insultantes y las vejaciones innecesarias dictadas, no con ánimo de informar, si no desde la enemistad personal o con la intención de desacreditar globalmente a la persona. La libertad de expresión e información no protege los apelativos y expresiones claramente difamatorias, y ello aunque se trate de una persona con relevancia pública. Dicha notoriedad pública permite una crítica mayor, pero no excluye el derecho al honor de esa persona. Un claro ejemplo de ello lo podemos encontrar en la sentencia del Tribunal Constitucional 105/90, también conocida como “el caso José María García”.

El test de los insultos innecesarios se completa finalmente con la consideración expuesta por el Tribunal Constitucional según la cual, en todo caso, para calificar a una expresión como vejatoria e insultante deberán tenerse en cuenta las valoraciones y criterios sociales vigentes en cada momento, así como el contexto en el que se produce la crítica. Ambos, son circunstancias que pueden matizar la existencia o no de responsabilidades por esta causa.

Así, la legislación actual concede una fuerte protección a los ciudadanos frente a estos insultos innecesarios imponiendo sanciones civiles y penales a aquellos informadores que incurran en insultos, bien entendido que, al aplicar estos preceptos legales, deberá ponderarse si la información y crítica han ido o no más allá de ese límite infranqueable.

Un problema muy próximo al anterior de las difamaciones y vejaciones lo plantean aquellas expresiones, juicios de valor y noticias que, sin poder ser calificadas como insultantes, lesionan el honor, la intimidad o la imagen de las personas, derecho garantizado por nuestra Constitución en su artículo 18. La solución en estos casos exige una ponderación de efecto delicado y compleja de ahí que nuestro Tribunal Constitucional se haya dedicado en múltiples sentencias a establecer una doctrina lo más exacta posible para guiar los juicios de estos casos en que aparecen en conflicto la privacidad y la libertad de información.

El conjunto de esta doctrina se puede entender en base al criterio de “relevancia pública”, muy similar al empleado por la Corte Suprema Americana, el “Public Concern”, y según el cual puede ser explicada en función a los siguientes aspectos.

En primer lugar, la referencia al artículo veinte. El punto de arranque de esta doctrina consiste en subrayar el carácter preferente de las libertades garantizadas en el artículo veinte de la Constitución española puesto que son condición indispensable de la opinión pública libre. Esta excepcional trascendencia para la vida social y para el Estado democrático exige una protección de tales libertades por encima del honor o privacidad de la personas.

Segundo. Sin embargo, y a pesar de ello, lo anterior no significa que todo juicio deba terminar subrayando esta prevalencia de las libertades. No de trata de un derecho absoluto de la información y de la expresión que debe hacerse valer en todo caso, más bien se trata de que, partiendo de ese carácter preferente, se encuentre un equilibrio que permita proteger la información y los juicios de valor necesarios para construir la opinión pública libre a pesar de que puedan lesionar la reputación, imagen o intimidad de las personas. Por lo tanto, la clave de esta doctrina consiste en la exigencia a toda información u opinión susceptible de lesionar el honor o la intimidad de que guarde una estrecha relación con la finalidad que la legitima, el interés general, o, con otras palabras, para proteger dicha información le será exigible que se desenvuelva toda la noticia en el marco del interés general para la comunidad.

En tercer lugar, criterios de relevancia pública para guiar mejor la ponderación y decidir cuando la información se mantiene dentro de los públicamente relevante a efectos de ser protegida frente al honor. Para ello, el Tribunal Constitucional ha establecido dos criterios de relevancia pública esenciales que pasamos a detallar a continuación.

Primero. La necesidad de la noticia. Según este primer criterio debe protegerse toda información o hecho divulgado necesario para construir la noticia sobre un asunto de interés público y, por el contrario, carecen de toda protección aquellas partes de la información o aquellos juicios que se refieran a hechos o extremos innecesarios o que simplemente entregan a la curiosidad de la opinión pública aspectos privados. En pocas palabras, este primer criterio puede resumirse en la exigencia del sacrificio necesario de la privacidad.

Segundo. La naturaleza pública o privada de la persona afectada. La ponderación sobre la relevancia pública o no de la noticia ha de tener en cuenta la condición de la naturaleza pública o privada de la persona sobre la que se informa, critica u opina, de tal manera que el derecho a la información y a la crítica se extiende en su lícito ejercicio cuando los protagonistas de la noticia son personajes públicos, viendo éstos limitados sus derechos a la privacidad de forma proporcional al interés público que suscitan, y es evidente que la vida y moral pública de estas personas participa con más interés del interés general. Es decir, las personas públicas o con relevancia pública están obligadas a soportar mayor nivel de intromisión en su privacidad y que su reputación resulte dañada por la crítica, tal y como podemos comprobar en la sentencia 105/90 del Tribunal Constitucional.

Personas públicas son para el Tribunal Constitucional tanto las que ejercen un cargo público como las que ejercen una profesión directamente relacionada con el público o las que difunden habitualmente aspectos de su vida privada.

Diferente es, en cambio, la aplicación del test de la relevancia pública para las personas privadas entendiendo por tales aquellas no definidas por lo anteriormente mencionado, pero que se han convertido en personas públicas por su participación voluntaria o involuntaria e un singular hecho de interés general.
Lo importante es que la persona adquiere  notoriedad única y exclusivamente en relación a dicho acontecimiento, pero no a nivel general en tanto que no asume cargo público alguno ni desempeña profesión directamente relacionada con el público. Para éstas, el Tribunal Constitucional exige una condición de necesidad de los hechos que sobre esas personas se divulgan o que esas personas reciben; el Tribunal Constitucional llega a afirmar que una correcta ponderación debe invertir el planteamiento, es decir, presuponiendo que los hechos o juicios de valor sobre las persona privada carecen en general de relevancia, debiendo demostrar el periodista o informador que los utilizados eran necesarios para construir su noticia en función de la relevancia del caso (sentencia del Tribunal Constitucional 170/94).

Y a modo general, el mismo tribunal estima innecesarios los juicios de valor irónicos o en tono de burla referidos a personas particulares diferenciado así la carga de mordacidad que, por el contrario, deben soportar los personajes públicos. (sentencia 112/2000).

La aplicación amplia y favorecedora en el derecho a la información del criterio de la relevancia pública para favorecer a la información debe efectuarse también cuando se someten a examen o enjuician reportajes fotográficos de las llamadas personas públicas. De hecho, la legislación vigente establece un a excepción al derecho fundamental de la imagen entendido como facultad de las personas para impedir la publicación de imágenes propias sin el consentimiento del titular y cualquiera que sea la finalidad con que hayan sido obtenidas, ya sea comercial, para la información, para la publicidad, etcétera.

Si las imágenes obtenidas se corresponden con una persona pública, es decir, que ejerce cualquier cargo público o profesión de notoriedad pública y dicha imagen se capta en un lugar también público o en un acto de carácter público, entonces la imagen obtenida, su reproducción y su publicación no constituirán intromisión ilegítima alguna en el derecho a la privacidad e intimidad de dicha persona. Iguales efectos tendrá además la publicación de una caricatura de ese personaje público.

Esta excepción, a fin de ser correctamente aplicada por los jueces, debe seguir, una vez más, un proceso de análisis y ponderación que el Tribunal Constitucional establece en las siguientes fases:

En primer lugar, la naturaleza de la imagen debe ser esclarecida con el fin de comprobar si se trata de un hecho o acontecimiento de carácter personal y que, por tanto, pertenece de forma clara e inequívoca al ámbito privado y/o familiar de la persona pública.

En segundo lugar, han de ponderarse las circunstancias que han rodeado la obtención de la fotografía de manera que su contexto, es decir, el lugar y la forma en que ha sido tomada, permitirán obtener una mayor certeza sobre la naturaleza de dicha imagen.

En tercer y último lugar, aunque la excepción perjudica a la privacidad de las personas consideradas como públicas, ésta no debe ser aplicada de tal forma que excluya el derecho a la imagen de tales personas, derecho que permanece más allá de lo que razonablemente constituye interés público sobre él.

De todo lo visto anteriormente concluimos que el derecho a la libre expresión y a la libertad de información no es en modo alguno un derecho absoluto si no que éste vendrá determinado no sólo por el carácter de las informaciones y juicios de valor expresados, si no también por la naturaleza pública o privada de la persona a la que hacen referencia y cuyo derecho a la intimidad, la privacidad o la propia imagen se verán “relajados” en mayor o menor medida en función de tal condición.




El derecho a la información y la teoría del máximo placer


Cuando hablamos de justicia del derecho de la información es cuestión ineludible recurrir a tres teoría principales que prestan su apoyo a convencernos de las razones por las cuáles el derecho de la libre información y expresión debe ser especialmente protegido. Se trata, en los tres casos, de teorías comúnmente aceptadas por las sociedades democráticas actuales y de una importancias sumamente trascendental no solo en los casos en que estas libertades resultan violadas, si no también en todos aquellos casos en que resultan protegidas puesto que sólo con ellas es posible juzgar tales casos como justos o injustos. De hecho, es en general el desconocimiento de estas razones lo que dificulta en gran medida la comprensión de esta liberta, un derecho fundamental.

Tal sea la última de estas tres teorías, aquella a la que hace referencia nuestro título, la que mayor impacto ha tenido en el derecho de la información hasta el día de hoy sin embargo, su correcta comprensión obliga a citar brevemente las dos restantes, de una importancia también altamente considerable.

La llamada Teoría del Autogobierno ha sido y es muy utilizada en la tradición anglosajona, así como en casos especialmente problemáticos. A. Meikiejohn es su máximo representante al afirmar que “las libertades de expresión e información constituyen una propiedad interna de la democracia indispensable para el autogobierno o soberanía popular”, lo que justifica un elevadísimo nivel de protección en la mayoría de los casos. La democracia es en esencia la opción que cada elector elige por una opinión política documentada y fundamentada; toda interferencia del gobierno en los electores obstaculiza dicha opción libre y la transforma en opinión manipulada de tal forma que la democracia se deteriora a la vez que se aniquilan sus bases morales.
En base a esta teoría, las libertades de expresión y de información permiten el cumplimiento de la democracia en un triple sentido. En primer lugar, el flujo o mercado de ideas políticas garantiza la consecución de la opinión política más correcta de entre todas las que compiten por vencer en las urnas. En segundo lugar, dichas libertades constituyen la justificación del principio de la mayoría y ello porque permiten a las minorías derrotadas la crítica a la decisión mayoritaria; democracia es el poder de la mayoría, lo cual no implica en absoluto la supresión de las minorías las cuales, deben poder participar en la vida política, una participación solamente garantizada en virtud de que las libertades de expresión y de información existan. En tercer y último lugar, el derecho de la información constituye el freno más efectivo a cualquier intento de abuso de poder en el seno democrático; tal y como decía John Stuart Mill, “un periódico basta para derribar a un tirano”.

La segunda de estas teorías que nos ocupan es la llamada Teoría de la Mayoría de las Masas o Teoría de la Ilustración siendo el filósofo Kant su máximo exponente al expresar que “la Ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre abandona su minoría de edad y se sirve con independencia de su razón sin la dirección de otro. La minoría de edad en que se quiere mantener a las minorías termina por convertirse en naturaleza de ello; por el contrario, las masas pueden por sí mismas ilustrarse [pasar a la mayoría de edad] y para ello tan sólo se necesita la libertad más simple e inofensiva que pueda pensarse, la libertad de palabra o el uso público de la razón. Por lo tanto, toda restricción, límite del uso público de la razón, impide a los hombres ilustrarse de manera que tal uso debe ser libre.”
Debe subrayarse que Kant limita las razones legitimadoras de este derecho a su uso público es decir, al uso que de la información y de la expresión hagan los hombres en tanto que se dirijan al público en general y ello porque sólo dichas informaciones y expresiones ilustran a los hombres. Por el contrario, el uso privado de la razón, es decir, la expresión e información que cada individuo haga desde el puesto de la  empresa o institución a la que sirve, debe ser severamente limitado (Kant).

Llegamos así a la teoría a la que hacíamos mención al comienzo de este texto, la llamada Teoría del Máximo Placer formulada por alguien a quien también ya hemos mencionado, John Stuart Mill, quien se pregunta si es posible que podamos encontrar la causa que hace a una acción justa, y otra causa que convierta a otra acción en injusta. Stuart Mill concluye rotundamente de forma afirmativa. Según él, “las acciones justas son aquellas que, considerados todos sus efectos tanto directos como indirectos sobre el que las hace y el resto de los hombres, produce una cantidad de placer superior al dolor”, siendo acciones injustas las que producen exactamente el efecto contrario.
Mill parte de un sentimiento común a todos los hombres con el que trata de justificar las libertades de expresión y de información. Se trata de una convicción absoluta que subyace en la esencia de su teoría y en base a la cual existe una vida que hay que vivir de la forma más placentera posible, tanto a nivel de calidad como a nivel de cantidad, y con el mínimo sufrimiento posible. Es decir, máximo placer y mínimo dolor. Entonces, a partir de dicha premisa, ¿hasta qué punto es lícito intervenir en la vida de un hombre aún cuando el objetivo final de dicha intervención sea lograr que su nivel de felicidad sea el máximo posible?  Las citadas libertades de información y de expresión resultan del todo fundamentales para lograr dicha máxima felicidad en la vida que todo hombre ha de vivir.

Es un hecho que la felicidad del hombre aumenta a mayor libertad. Esta moral que expone John Stuart Mill concluye que la bondad de ciertas acciones debe ser permitida mientras que la maldad de otras determinadas acciones ha de ser censurada, prohibida. Y esto es común a toda la Humanidad, al margen de nacionalidades, pueblos o culturas por ello, debe existir un criterio universal que sea capar de establecer una clara línea divisoria entre lo que es justo y lo que es injusto.
Sin embargo, esta Teoría del Máximo Placer también expone que una acción, aún siendo justa, no está exenta de causar dolor a terceras personas por ello.
Una acción será, o no será, justa en función de las circunstancias es decir, hay acciones que en principio pueden parecer justas pero que, para concluir efectivamente con dicha afirmación, tendrían que ser debidamente contextualizadas. Así, toda acción de expresión y de información es en principio justa, si bien es posible que cause dolor. Viene a ser algo así como la expresión “la verdad duele”: expresar la verdad es un acto en sí mismo justo sin embargo, en ocasiones, esa verdad puede también causar dolor, lo que no resta justicia al acto de expresión en sí mismo.

La convicción de la que parte la teoría de Stuart Mill es la de que no existe nada mejor que el libre desenvolvimiento de los hombres; la vida que merece la pena vivir es aquella en la que los hombres se ven sometidos al menor dolor físico y mental posible y a una existencia lo más rica posible en placeres. De esta forma, la libertad de información y la libertad de expresión constituyen el medio esencial para alcanzar dicho estado vital de felicidad. De lo que se trata es, por lo tanto, de calcular los efectos que las acciones incluidas bajo tales libertades tienen en orden a la felicidad general. John Stuart Mill señala con carácter general dos beneficios que las libertades de expresión e información causan en la sociedad. El primero de tales beneficios es que permite a los hombres cambiar errores por verdades. El segundo: aunque la opinión resultase errónea, el sólo hecho de escucharla nos concede el beneficio de poderla contrastar.

La consecuencia de lo anterior no es otra que el declarar toda opinión, por inmoral que pueda ser considerada, como opinión libre que la sociedad, en principio, debe permitir. No existe otro camino de progreso en el entendimiento humano que abrir al máximo la caja de las ideas de manera que cualquier opinión pueda ser escuchada. Es así como las creencias en las que depositamos la mayor de nuestra confianza no debieran tener otra garantía que la permanente invitación a la crítica. En definitiva, negarse a escuchar una opinión equivale a caer en el grave error de la infalibilidad es decir, creerse en posesión de la verdad absoluta.

Podemos pensar que no somos infalibles en nuestros razonamientos pero estamos seguros de que existen opiniones no necesarias para la sociedad porque causan malestar a la sociedad es decir, la no protección de estas libertades puede ser justificada sin embargo por la importancia social que tienen determinadas ideas, y ello a pesar de no ser infalibles, de tal manera que permitir que los individuos se manifiesten contra ellas pone en peligro el beneficio social que de ellas obtenemos.
La respuesta debe caer de nuevo del lado de la libertad individual de información y expresión porque, si estamos atentos, la infalibilidad no ha hecho sino cambiar de sitio: antes afectaba a las doctrinas, ahora a su utilidad. Si la mayoría justifica la persecución por su utilidad, ha decidido con carácter general qué es lo útil.

Las libertades de expresión y de información deben ser permitidas porque a su vez permiten el progreso intelectual de la Humanidad y, por consiguiente, una vida más placentera. El error de la existencia humana, afirmaba Stuart Mill, no reside en perseguir nuestras convicciones, si no en tratar de intervenir en los demás.

Pero el autor da ahora un giro que ya aventurábamos antes: a lo máximo que podemos llegar con estos razonamientos es al establecimiento de un principio máximo de justicia, pero no todo es siempre justo o injusto si no que la libertad de información y de expresión tendrá excepciones en función de las circunstancias es decir, será necesario dilucidar casa por cas la justifica de cada acción determinada si bien, el beneficio será haber alcanzado ese máxima universal.

Son estas las razones que permiten afirmar la justicia de la libertad de información y expresión pues se cumple aquí el supremo principio plural que se sitúa en los cimientos de los derechos humanos, el criterio de la mayor felicidad posible según el cual son justas las acciones voluntarias mediante las que puede asegurarse la mayor cantidad total de placer para los hombres.
Pero con ello, y como hemos visto, el autor no pretende afirmar que las opiniones e informaciones sean siempre y absolutamente justas, sino que dependerá de las circunstancias.

La libertad de expresión e información debe ser pues limitada ya que la justicia de una acción no depende sólo de la especie de acciones en que se ejecuta, si no también de las circunstancias en que se realiza, y dado que las circunstancias están en cambio continuo, una clase de acciones que en determinadas circunstancias pueden ser justas, en otras circunstancias, ya diferentes, pueden no serlo porque en ellas los efectos provocados resultan más perjudiciales que beneficiosos.
Lo justo y lo injusto de un determinado acto de información y expresión dependerá de las consecuencias efectivas y reales que dicho acto conlleve. De esta forma, afirmar que una noticia es justa o proporcionada es afirmar que produce las mejores consecuencias posibles en esas concretas circunstancias o, al menos, que produce mejores consecuencias en esas circunstancias que el acto de intervención social, ya sea este la censura previa o la sanción.

Es así como esta teoría permite afirmar que determinados tipos o clases de acciones resultan justas realizarlas en una inmensa mayoría de casos; expresar ideas de forma libre o transmitir información libremente constituyen uno de esos grupos de acciones por las razones ya apuntadas por Stuart Mill (producen el mayor beneficio), y lo mismo ocurre con el resto de derechos humanos, a cuya creación llegamos de esta manera.
Sin embargo, esta teoría cuestiona la no existencia de excepciones pues parece muy improbable que, dependiendo la justicia de un acto siempre de las circunstancias, la obediencia a la ley según la cual es justa la libre expresión e información, produzca en todos y cada uno de los casos concretos las mejores consecuencias posibles.

En definitiva, a lo máximo que podemos aspirar según el autor es al establecimiento de una máxima general, la libertad de expresión e información, con pocas pero justas excepciones, sin pretender por ello que resulte absoluta.

LA ESPECIE ELEGIDA


El individuo no hace la historia, sino la sociedad, que a su vez hace al individuo. Y digo yo, ¿no fue, es, y será el individuo antes que la sociedad y por tanto, que la historia? Bueno, El Filósofo también dijo que el hombre que viviese en soledad, sería bestia o dios, pero no hombre. Así me he sentido yo durante la, (y permítaseme los sinceros calificativos) calefaciente y desecante lectura del libro que da título a esta composición. ¿Y por qué? Pues porque no ocurre nada en absoluto, además de 300 millones de años de evolución, a lo largo y ancho de sus páginas. No hay ningún tipo de acción en lo narrado. Y eso, aburre un poco.

 El tema en cuestión de la obra me atrae, “la evolución del hombre”, ya que engloba muchas de las preguntas que me he ido haciendo a lo largo de mi aún breve existencia; pero considero que hay que ser un freaky paleontólogo para disfrutar plenamente de cada página engullida. ¿Bestia u hombre, en la soledad de su lectura? Soy la bestia que en quince días lee 300 páginas de evolución sin demasiado entusiasmo, por lo alienante que supone el hecho de que 150 de ellas trate de la musculatura, dentadura, fisionomía y demás curiosidades anatómicas del simio. Pero también soy el dios que gracias a la lectura del susodicho libro, dará al término de este ensayo su humilde, personal, única y tal vez pintoresca respuesta al interrogante por excelencia del campo evolutivo: ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? (Habrá de reconocer el lector, lo hábil de mi maniobra literaria para acaparar su atención hasta el final del texto)

Pero centrémonos en la temática dejando a un lado mi opinión personal sobre el encuadernado ladrillo; que sí, me ha gustado aún siendo bastante pesadito. Existen diversos puntos abordados que me han llamado la atención, y sobre los que he decidido pues, edificar mi crítica constructiva. ¿ Somos la cumbre de la evolución, o un mero escalón hacia la perfección? Aún tengo miedo a la oscuridad, me muerdo las uñas cuando estoy nervioso, y las hembras de mi especie me alegran el día cuando reparo en su caminar. Esto no puede ser perfección, sinceramente, me decanto por el hecho de que somos un mero escalón. Y de los que te hacen tropezar, ya que por cada logro que conseguimos, producimos una nueva miseria; es nuestro sino. Condenados a imitar lo bello mientras pudrimos lo hermoso. No somos la especie superior, quizás la más inteligente, eso es innegable, pero no somos mejores que el ave que surca los amaneceres.

            Otro aspecto a destacar, es el hecho de que no descendamos del chimpancé, es decir, que ambos tengamos un antepasado común. En algún momento tuvimos que convivir a la vez las tres especies, evolucionando cada una por su lado. Curioso sin duda. Tal vez nos toque convivir con la raza post-humana predestinada a sustituirnos. Más hermosos, inteligentes, perfectos. Estoy convencido de que por nuestra imperfección (léase envidia, miedo, odio, desconfianza…) acabaríamos por morir intentando destruirlos. ¿fuimos hombre-mono, o mono-hombre? Bueno, yo creo que los niños son una monada, y que las enfermedades degenerativas que sufrimos ya seniles, nos convierten en auténticos simios. También nos comparan los autores del libro con las demás especies, en la forma de nacer e infancia. Somos la especie más vulnerable al ver la luz por primera vez, y la que más tarda en madurar.

Para mí un ser humano joven se transforma en adulto en el mismo momento en que toma conciencia de que va a morir. Y esto no ocurre con ninguna otra especie hasta prácticamente su lecho de muerte, es decir, que a mi parecer crecemos mucho más rápido. El problema viene con el ámbito en el que lo hacemos, esta sociedad que no hace más que formar criaturas ineptas, que afrontan su destino sin ningún tipo de inquietud intelectual, filosófica, o mera curiosidad al respecto. Cada vez más débiles física y psicológicamente (ya no nos hace falta matar para alimentarnos, ni ser astutos para huír del depredador). No tenemos más que intentar entablar conversación con un individuo cualquiera (que, recordemos, no hace historia por sí mismo), en cualquier noche de viernes, de cualquier zona de copas. Pocos te podrían resumir su existencia en una frase, por ejemplo. Y Ya no me encuentro a ningún estudiante de mi edad en el Museo del Prado un sábado por la mañana. Los primates que pintaron las cuevas de Altamira tenían más sentido del arte que la mayoría de los componentes de mi generación, y ya no quiero ni pensar en las venideras. Mi hermana es una auténtica lechuga televisiva… Pero desvarío.

            Me ha parecido curiosa también la reflexión acerca de que la imperfección del movimiento de rotación de la Tierra, ha originado, sumando año tras año esa mínima alteración, toda la compleja realidad climatológica de la que somos testigos. Bueno, veo que no somos nosotros lo único imperfecto en este planeta. ¡Si hasta el propio planeta gira mal! Quizás acumulando dicho error, más los nuestros como especie, al final sí que se derretirán los polos, el Sahara devorará Europa, La falta de combustibles y recursos convertirá esto en “Mad Max”, o tendremos que abandonar el planeta una vez acondicionemos Marte. Tal vez. O simplemente un día nadie vuelva a despertar. Y ya que hacemos referencias fílmicas, me veo obligado a nombrar  “El Planeta de los Simios”, y “Contact”. Son las dos visiones de la evolución por las que más me decanto.

            Lo que no puedo negar es que gracias a la lectura de este libro, ahora me paro de vez en cuando a pensar que estoy respirando, o a intentar mover los músculos de las piernas cuando ando, racionalizando el movimiento que hace tanto tiempo aprendí a reproducir instintivamente. (Con tanto capítulo de  musculatura bípeda…) Me doy cuenta de que yo también he sido víctima del mismo “condicionamiento respondiente” al que se somete a los chimpancés en el zoo: cuando tengo hambre, sueño, o quiero algo, actúo tal y como aprendí de mis mayores al verlos actuar en dichas situaciones. Y cada vez que suena la radio de la cocina a mediodía, empiezo a salivar esperando que pronto esté la comida, como está acostumbrado mi estómago a que ocurra. O tal vez lo haga por mi herencia genética. E aquí otro de los temas a resaltar…nuestro ADN; que viene a ser el mismo, esencialmente, que tenía el hipotético Adán, con sus 23 parejitas de cromosomas; y que nos hace actuar tal y como actuaría el estómago de Adán al oír el canto de Eva a mediodía. Esto sí que me desborda, mi sangre es más anciana de lo que pueda imaginar; ahora hasta podría entender el culto que ciertas religiones o sectas tienen a la sangre. Y desde esta perspectiva, es lógico. ¿Tendré sangre de Picasso?

Lo más agradable de este epígrafe, es sin duda, leer a dos intelectuales desmintiendo la teoría de recuperación del ADN fosilizado que Spielberg nos presentó en “Parque Jurásico”. Teoría que con mis 14 añitos creí completamente viable, si existiera dicha tecnología. Claro, que en el largometraje no trataban el tema de la oxidación de los glóbulos rojos y demás hachazos que podemos darle al guión holliwoodiense. Tan solo se ha encontrado ADN, congelado en Siberia, de mamut, lo cual sigue siendo harto sobrecogedor. (Mamut; mucho, mucho más reciente que el dinosaurio)

            ¿Somos accidente, y no resultado de la evolución? Tal vez sea cierto que si rebobináramos la vida hasta el principio y la dejáramos evolucionar otra vez libre, hoy habría cientos de especies totalmente distintas a las conocidas en la Tierra (y nosotros no estaríamos entre ellas). Me gusta mucho pensar en esto de vez en cuando, pues tal como ha evolucionado la impredecible y preciosa vida, posiblemente nosotros no seamos la especie más poderosa del planeta. Si no recuerdo mal, son las cucarachas las únicas que sobrevirían a un ataque nuclear. Se pensará el lector que estoy para encerrar si me remito ahora a un capítulo de “Expediente X”. 

Es libre de hacerlo, yo lo haría, pero creo que en un discurso medianamente inteligente cualquier cosa que enriquezca la idea que se quiere transmitir al lector, tiene cabida. Pues bien, hay un capítulo en el que tras diversas hipótesis sobre la vida alienígena (otro tipo de evolución biológica, de ahí el rebuscado ejemplo), el protagonista de la serie, Mulder, coge una cucaracha del suelo y la mira atentamente. A continuación se ve la imagen de él através de un prisma, simulando la visión del insecto, y se oye su voz diciendo “bienvenidos a nuestro mundo”. Con esto vengo a decir, que no hay una “especie elegida”, sino que cada especie es original en sí, y cada individuo de cada especie es fundamental en el total de su género. Tanto lo era Mulder para nosotros, como la cucaracha para su micro- sociedad. Imagínese que al final Mulder tuviera razón, y dicha criatura fuera el ultimo resto de vida alienígena en la Tierra. Entonces, ¿seguro que el individuo no hace historia? ¿Y por qué ciertos nombres permanecerán por siempre en la memoria humana?

Existe además otro aspecto que ha picado la curiosidad de este estudiante: nuestro método de comunicación, el lenguaje. A partir de un mismo conjunto de sonidos, cada grupo social ha definido su propio idioma, pero, ¿cuál fue el paso que los diferenció de los chillidos del simio? Un aplauso para el primate que lo dio. Considero fascinante esta ventaja que poseemos sobre los demás seres vivos, aún con el precio de ser los únicos mamíferos incapaces de beber y respirar a la vez, por lo muy desplazada que está nuestra laringe (en favor de las cuerdas vocales más desarrolladas). Expresar de un modo casi perfecto tus sentimientos y comprender a tus congéneres, ha conseguido que nuestras relaciones sociales sean mucho más complejas que las animales. De hecho es un gustazo escribir esto sabiendo que el lector lo comprenderá (al margen de que esté o no deacuerdo).

            Y para terminar daremos respuesta, tal y como habíamos prometido, al mayor interrogante de la evolución biológica:

¿Qué es antes, huevo o gallina?

Pues bien, conversando el otro día con un amigo, llegué a esta conclusión

            Resulta que hace tiempo se hicieron experimentos para tratar de averiguar el origen de la vida. En un compartimento de cristal se introdujeron exactamente los mismos gases que formaban la atmósfera prehistórica, y se bombardeó el conglomerado con rayos eléctricos, tal y como suponemos que ocurrió. El resultado fue increíble: agua, y en dicho agua, actividad biológica a nivel celular. ¿Y no es pues una célula, un minúsculo huevo?  

EL ORIGEN DEL TERCER MUNDO



FACTORES DE LA COLONIZACIÓN

Uno de los hechos capitales del mundo actual, es el acceso de varias docenas de países, en su mayoría del Hemisferio Sur, a la independencia política. Mil quinientos millones de hombres, pertenecientes a civilizaciones que parecen haber despertado de un sueño milenario, modifican sus formas de vida para ingresar en la era de la tecno-economía occidental. 

La emancipación supone también la confrontación de culturas, la eventualidad de la pérdida de identidad de los más atrasados materialmente, lo que ha provocado, al mismo tiempo que actitudes de imitación, fenómenos paralelos de repulsión. Tibor Mende ha señalado una dualidad de posiciones: imitación de la técnica occidental y rechazo de sus valores espirituales para afirmar otros continentes de su propia tradición. El Hemisferio Sur, en su conjunto, se enfrenta a su primera revolución industrial.

El mundo de hoy no puede entenderse sin la atención a un proceso que ha modificado las relaciones entre los continentes, cuya importancia ha sido resaltada por René Remond: “Si se quiere reducir la historia política de los últimos dos siglos a unos elementos constitutivos, habría que retener la Revolución de 1789, la Revolución Rusa de 1917, y la emancipación de los continentes sometidos desde hace siglos a la dominación de Europa y el hombre blanco.” Varias son las raíces de este proceso definidor de nuestra historia.

Habría que considerar factor estimulante el diferente ritmo de expansión demográfica. La expansión decimonónica está posibilitada por un ingente crecimiento demográfico europeo; el proceso inverso de la descolonización del siglo XX  se produce tras la revolución demográfica de los países del llamado Tercer Mundo, al disminuir sus tasas de mortalidad sin que para compensar descendiera paralelamente la tasa de natalidad. Partiendo del hecho de que la población mundial se duplica entre 1900 y 1950, Europa con 400 millones de habitantes a principios de siglo, y 600 millones de habitantes a mediados, señala un crecimiento que es tan sólo la mitad del mundial. Estos pueblos tienen consciencia de los niveles de vida europeos através de la radio, televisión y viajes, y quieren igualarlo, para lo que es imprescindible su mayoría de edad política. A una demografía galopante se une el afán de una mejor calidad de vida.

El nacionalismo, que ha sido un factor generador de estados en la Europa del XIX, es la gran fuerza que impulsa a la independencia a los países colonizados, medio siglo después. Los pueblos de Asia y Africa son conscientes de su retraso material respecto a las grandes potencias, pero también de sus diferencias culturales y originalidad de tradiciones. De esta manera surge al lado de un nacionalismo modernista, que con la imitación de Europa pretende la aceleración de su progreso, un nacionalismo xenófobo, que pone en primer plano el fortalecimiento de las creencias, costumbres y lenguas propias.

La coyuntura internacional es propicia a la hegemonía europea. En la Primera Guerra los pueblos coloniales aportan hombres o materias primas a la metrópoli; con el choque entre las naciones que africanos y asiáticos consideraban superiores el europeo pierde parte de su prestigio; por otra parte en la posguerra, en vez de compensar la ayuda de las colonias durante el conflicto, las potencias europeas se dedican resarcirse de sus problemas mediante una intensificación de la explotación colonial. Desengañados de Europa, los líderes nacionalistas se convierten en enemigos de sus metrópolis. El proceso se repite e intensifica durante la Segunda Guerra, con la novedad de que algunas colonias se convierten en escenario bélico y soportan su carga de sufrimiento y muertes.

La actitud de las grandes colonias es, por lo general, favorable al proceso descolonizador. Lenin acusa al capitalismo de la explotación de los pueblos atrasados, y su posición es continuada por Stalin; en Estados Unidos Wilson se pronuncia contra el colonialismo en un mensaje en 1913, y al formular los 14 puntos, y años después Roosvelt mantiene dicha postura en sus comunicados y actos internacionales. En conjunto, Occidente ejerce una influencia estimulante, incluso las potencias coloniales, ya que los estudios de líderes de las colonias en las universidades europeas y la recepción de la filosofía y la ciencia occidentales muestran que la pobreza y el atraso no son el resultado de decisiones divinas sino consecuencia de la organización social y de conquistas mentales de los hombres.

LAS RELACIONES ECONÓMICAS INTERNACINALES

Separación creciente.       

Las naciones altamente industrializadas exportan, sobre todo, productos elaborados, mientras que las economías reducidas no tienen más que para comerciar con productos agrícolas y materias primas. Gracias al progreso técnico, los primeros aumentan rápidamente de valor y encuentran suficiente mercado. Por el contrario los productos primarios provienen de países tercermundistas, y se ven sometidos a bruscos cambios de precio, muy lejos de esa plusvalía progresiva. De ahí provienen para las naciones poco industrializadas grandes dificultades, cuando han de contar con sus exportaciones para equilibrar su economía y realizar su plan de desarrollo.

Los pueblos pobres permanecen siempre pobres, mientras los ricos se van haciendo inexorablemente más ricos. Y seguirá siendo así, porque es lo que interesa al poderoso.

Más allá del liberalismo.

            Es evidente que la regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ella sola las relaciones internacionales. Sus ventajas son sin duda evidentes cuando las partes no se encuentran en condiciones demasiado dispares de potencia económica; es un estímulo de progreso y premia el esfuerzo realizado. Por eso los países industrializados ven en ella una ley de justicia. Pero ya no es lo mismo cuando las condiciones son demasiado desiguales de país a país: los precios que se forman “libremente” en el mercado pueden llevar consigo resultados no equitativos. Es, por consiguiente el principio fundamental del librecambismo, como regla de los intercambios comerciales, el que está aquí en litigio. El ejemplo perfecto viene dado con Gandhi y la India.

Gandhi se oponía resueltamente a todos los que pretendían que el futuro de la India dependía de su capacidad de imitar a la sociedad industrial y tecnocrática del Occidente que la había colonizado. Combatía casi todos los sistemas que habían arraigado en ella. La salvación de la India reside, afirmaba, en su facultad de “desaprender todo lo que había aprendido en los últimos cincuenta años”. La ciencia no debe regir los valores humanos, y ¿no es acaso la economía, una ciencia?, como tampoco debe la técnica dominar la humanidad; La verdadera civilización no es la multiplicación indefinida de las necesidades del hombre, sino, por el contrario, su deliberada limitación , a fin de permitir a todos compartir lo esencial. La civilización occidental había concentrado el poder en manos de una minoría, a costa de los interese de una mayoría. Ese era un discutible beneficio para los pobres de Occidente, y una amenaza real para las poblaciones de los países subdesarrollados.

Reparto de la renta mundial (1988)


Población (millones de hab.)
En % de la población total
Renta por hab. (en dólares)
Renta total (mill. dólares)
En % renta mundial
Tercer Mundo
Países de renta débil
Países de renta intermedia
URSS y países socialistas
Total de países pobres
3.952
2.884
1.068
365
4.317
77,4
56,5
20,9
7,2
84,6
584
320
1.930
1.930
721
2.964
922
2.61
702
3.666
17,7
5,4
12,3
4,1
21,8
Países de la OCDE
Otros países ricos
Total de países ricos
751
33
784
14,7
0,7
15,4
17.470
7.880
17.080
13.119
216
13.380
76,6
1,5
78,2
TOTAL
5.101
100
3.470
17.046
100


QUÉ ES EL TERCER MUNDO
           
La mayoría de los pueblos descolonizados se enfrentan a graves problemas de hambre, analfabetismo, carencia de industria; pero estos problemas también agobian a naciones cuya independencia política no es reciente. Para el conjunto de países que no han realizado la revolución industrial se ha buscado denominaciones varias; primero se habla vagamente de pueblos “subalimentados” (la palabra hambre se rehuyó durante mucho tiempo en la literatura política y sociológica hasta que rompieron el tabú las publicaciones de Josué de Castro), más tarde de naciones “subdesarrolladas” o en vías de desarrollo. 

El demógrafo francés Sauvy acuñó la denominación de “Tercer mundo”, porque veía en estos pueblos la prolongación del Tercer Estado de la Revolución francesa, lo que constituía una similitud bastante forzada, ya que en el Tercer Estado había también burgueses adinerados, pero la expresión tenía la ventaja de sugerir que era un bloque no integrado en los encabezados por Estados Unidos y la Unión Soviética; también se habló de países no alineados, pero en esta denominación política podían caber también países de economía potente. No sin resistencia, Toynbee prefirió hablar de proletariado exterior, Pierre Moussa de naciones proletarias, y la denominación de Sauvy se impuso y pasó al lenguaje internacional.

            El drama del subdesarrollo afecta a los tercios de la población mundial, a más de 3.000 millones de seres humanos; en pertenecer a uno u otro sectores de la humanidad radican las más profundas diferencias entre las naciones. Así lo expresó Nehru en 1958: “La verdadera división del mundo contemporáneo no se encuentra entre países comunistas y países capitalistas; sino entre países industrializados y países subequipados. 

Los especialistas más prestigiosos, Tibor Mende, René Dumont, Josué de Castro, Alfred Sauvy, Paul Bairoch, han ido desvelando a los occidentales la situación angustiosa en que viven la mayor parte de los hombres en una época legítimamente orgullosa de sus conquistas científicas y tecnológicas. El Tercer Mundo es mucho más que un tema, es la otra cara, a veces olvidado, ya no desconocida del mundo de hoy. Se han señalado como indicadores socioeconómicos que definen a cualquier país situado en esta órbita de la pobreza, los siguientes:

a)     Baja renta por habitante.
b)     Subalimentación. Niveles inferiores a 2000 calorías, carencia de proteínas.
c)      Alta mortalidad infantil y subsistencia de enfermedades endémicas y epidémicas.
d)     Alto crecimiento demográfico. Cifra superior al 2% anual.
e)     Escasa densidad de la infraestructura: inexistencia de una red de transportes moderna, de organización estadística, etc.
f)        Predominio del sector agrícola sin mecanización y sin modernización de los sistemas de cultivos y abonos.
g)     Industrialización mínima, con frecuencia de tipo extractivo.
h)      Analfabetismo en gran parte de la población. Carencia de cuadros dirigentes en la administración y técnicos en la producción.


Situación económica de algunos países subdesarrollados en 1990


países

Crecim.

Anual
Poblac.
Mortalidad Infantil
Esperanza
De vida
(años)
Renta
Per
cápita
Impor-
Taciones
(millones)
Exporta-
Ciones
(millones)
Deuda
Exterior
(millones
Brasil
Etiopía
Haití
India
Irán
Marruec.
Níger
Perú
2,1%
2,7%
2 %
2,1%
2,7%
2,6%
3,1%
2,1%
60%
129%
91%
93%
46%
75%
129%
82%
65
45
55
59
66
62
45
63
2.550$
123$
400$
350$
3.853$
960$
290$
1.090$
24.400
1.250
280
26.000
19.250
6.820
450
3.267
31.400
460
115
19.000
22.500
4.300
350
3.260
121
3
840
623
6
20.9
1.678
17.700


Hemos visto que algunos países iniciaron su industrialización en fecha tardía, Japón, Rusia constituyen dos ejemplos de este respecto; sin embargo los países  atrasados se encuentran en la actualidad con obstáculos casi insalvables no sólo por cubrir el foso que los separa de los desarrollados sino para iniciar un proceso auténtico de industrialización. La razón más evidente de dicho retraso económico sería la historia colonial; es una explicación  fácil, las metrópolis mantuvieron a las en una situación de atraso para poder aprovechar sus riquezas, en concreto para extraer sus materias primas.

Sin negar que esta situación se dio, es un factor insuficiente y, en todo caso, dejaría sin explicación al atraso de las naciones que son independientes desde el siglo XIX o antes. Bairoch a aportado otras explicaciones. Según este autor, las naciones que llegaron a 1900  sin haber iniciado su industrialización se encontraron con una complejidad técnica que dificultó su propia asimilación: De ser determinante este factor habría que Japón con la Meiji (1868) y Rusia con la emancipación de los siervos (1861) “acordaron a tiempo” su programa industrial, treinta años más de dilación les hubiera rezagado definitivamente.

La distancia sería otro factor; la revolución industrial se transmitió a países cercanos a Inglaterra, los europeos, y a Estados Unidos a través de un océano que se atravesaba con facilidad; a mayor distancia  la recepción masiva y contínua  de avances técnicos resultaba una utopía,  pero  Japón o es una excepción una refutación a este principio. También señala Bairoch diferencias de clima; los avances técnicos de la revolución industrial son aplicables a la zona templada, pero no a la tropical o ecuatorial. 

Finalmente es económicamente más difícil industrializar a naciones con densidad de población muy alta en relación con las densidades de los países europeos a principios del siglo XX y la mitad de vías de explotación de recursos. Las teorías de Bairoch han sido discutidas en sus pormenores, pero en conjunto no hay duda de que en el rastro del inicio de la industrialización complicó la posibilidad de las primeras fases de despegue y contribuyó de forma notoria  las diferencias de nivel entre los países industrializados y los no industrializados.

Coste de la mano de obra (comparación intercontinental)
Países

Total coste por hora

(En libras esterlinas)
Reino Unido
Italia
República Federal Alemana
Canadá
EE.UU
Portugal
Colombia
Brasil
Perú
India
Filipinas
2,678
3,259
3,551
3,596
3,134
1,076
0,950
0,840
0,611
0,342
0,276


LA TOMA DE CONCIENCIA: LA CONFERENCIA DE BANDUNG
     
En la O.N.U. se debatieron y decidieron ayudas técnicas a los países del tercer mundo en varias ocasiones; Gran Bretaña lanzó el denominado plan de Colombo, para el desarrollo del Sudeste asiático, ante la evidencia de que la zona que se extiende entre la India e Indonesia, es una de las más ricas del mundo, y sus habitantes se pueden incluir entre los más pobres. Pero los

líderes de los pueblos atrasados consideraban la guerra de los franceses en Vietnam uno de los estigmas del colonialismo, y determinaron que debían solidarizarse para salir de sus precarias economías (a veces reducida al trueque), en vez de confiar, al menos exclusivamente, en las grandes potencias y su ayuda.

En esta creencia el ceilandés Kottlawala convocó en la capital de su país, Colombo, una conferencia (abril 1954) de los primeros ministros de la zona, a la que acudieron además del anfitrión los primeros ministros de la India, Indonesia, Birmania y Pakistán; son los “cinco de Colombo”. Se hablaron de grandes proyectos que provocaron la ironía de Nehru, el más realista. En esos momentos se hundía la potencia francesa en Dien-Bien-Fu, lo que constituía un estímulo a la confianza de los países subdesarrollados. Pero esa independencia política acarreaba una dependencia económica; ya que los países y grupos de países del Tercer Mundo, comercian todavía con el país o los países capitalistas, de los cuales fueron colonias, semicolonias, o dependencias. 

Especialmente con Francia y el Reino Unido. Pero se está manifestando una tendencia cada vez mayor a la atenuación de esos lazos bilaterales. Si parece que África constituye una excepción, es que sólo se han tomado en cuenta  los cambios entre uno y otro grupo de países  del mismo grupo, ya que, al respecto, el estrechamiento de las relaciones bilaterales predominantes se ha realizado en beneficio de otros países del mismo grupo: una determinada colonia francesa comercia menos con Francia que con Alemania o Italia, y viceversa pues la asociación de 18 países africanos al Mercado Común Europeo ha favorecido esta dispersión anteriormente esbozada.

En una nueva reunión de los 5 en Bogor (Indonesia), en diciembre, se pensó en una gran convocatoria de una conferencia de los pueblos no-blancos. Tras una intensa preparación se reúnen en Bandung los 5 de Colombo y 24 países más, entre los días 18 y 24 de abril de 1955.  El poeta y político senegalés Senghor describe: “Bandung expresa, a nivel mundial, la toma de conciencia y la dignidad de los pueblos de color”. En Bandung se encuentran los dos gigantes asiáticos, Japón y China, países de independencia ya inmediata como Ghana, países árabes como Egipto o Arabia Saudí, los dos Vietnam, prácticamente todo el espectro político afroasiático e incluso observadores de países que luchaban en esos momentos por su independencia. Entre sus figuras destacan Nerhu, Chu En-Lai, Sukarno; la conferencia tiene sus propios grandes. La declaración final se resume en diez puntos:

  1. Respeto a los derechos del hombre, según recoge la carta de las Naciones Unidas.
  2. Respeto a la soberanía e integridad territorial de las naciones.
  3. Reconocimiento de la igualdad entre razas y naciones.
  4. Abstención en la interferencia en los asuntos internos de otros países.
  5. Reconocimiento de los derechos de cada nación en materia de defensa individual o colectiva.
  6. Abstención en acuerdos militares que sirvan a los intereses de una gran potencia.
  7. Abstención de toda presión sobre una nación.
  8. Arreglo de todas las diferencias internacionales por medios pacíficos.
  9. Esfuerzo de cooperación en materia cultural, económica, etc.
  10. Compromiso a respetar la justicia y las obligaciones internacionales.


Situación alimentaria de la población mundial (1980)

Muerte prematura por malnutrición (anual)……………...5 a 10 millones (aprox.)
Pasan hambre………………………………………………500 millones (aprox)
Están subalimentados……………………………………..1.000 millones (aprox)
Déficit proteínico……………………………………………1.850 millones (aprox)
Buena alimentación………………………………………...300 millones (aprox)
Sobrealimentados…………………………………………..1.000millones (aprox)
Consumo de alimentos (en Kg por persona y año)
Tipos de alimentos
Países industrializados
Países subdesarrollados
Cereales
Féculas
Azúcar
Carne
Huevos
Pescado
Leche
122,6
67,4
43,3
74,4
14,6
21,3
104,7
173,3
61,6
27,0
12,1
1,6
7,0
24,6

El tono en que se expresaron los participantes fue el de moderación, reconociendo la deuda que tenían hacia el humanismo europeo. Bandung (1955) fue tan solo el punto de partida de conferencias internacionales del Tercer Mundo, como la tricontinental de la Habana (1966), la de Argel (1973) o la de Colombo (1976), pero la solidaridad parece más difícil a medida que pesan sobre los acuerdos de cooperación las tensiones políticas o las diferencias ideológicas entre los regímenes. Ampliando lo anteriormente dicho, podemos profundizar en las resoluciones de la conferencia de Bandung.

     1º La conferencia afroasiática reconoce la necesidad y la urgencia de estimular el desarrollo económico de la zona afroasiática.

Los países participantes han expresado han expresado el deseo general de una cooperación económica sobre la base de los intereses mutuos y el respeto de la soberanía nacional. Las proposiciones que conciernen a la cooperación económica entre los países  participantes no excluyen el deseo y la necesidad de una cooperación con los países exteriores a la zona afroasiática, incluyendo las inversiones de capitales extranjeros.

2º  Se reconoce que la asistencia recibida por algunos de los países   participantes en el cuadro de acuerdos internacionales o bilaterales (asistencia procedente de estados exteriores a la zona afroasiática) ha presentado una contribución notable para la realización de los programas de desarrollo de los beneficiarios.

3º  La conferencia afroasiática recomienda el establecimiento, sin retraso, de un fondo de las naciones Unidas para el desarrollo económico. Y la asignación por el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo, de una mayor parte de sus recursos para los países afroasiáticos.

La Conferencia está persuadida de que el fomento de la cooperación cultural figura entre los medios más fecundos de entendimiento entre las naciones. Africa y Asia han sido cunas de grandes religiones y de grandes civilizaciones que han enriquecido a otras culturas y civilizaciones. Así la cultura asiática y africana está basada en fundamentos espirituales universales. La Conferencia ha tomado nota del hecho de la existencia del colonialismo en numerosas regiones de África y Asia…

Ciertas potencias coloniales han negado a los pueblos colonizados sus derechos fundamentales en el ámbito de la educación y cultura, lo que impidió el desarrollo de su personalidad, así como los intercambios culturales con otros pueblos asiáticos y africanos. Esto es particularmente verdad en el caso de Túnez, Argelia y Marruecos, donde el derecho fundamental de los pueblos es estudiar su propia lengua y cultura. 


Bibliografía:  “Historia del Mundo Contemporáneo” -Vicens Vives
                        “Enciclopedia del siglo XXI” -El Mundo
                        “Crónica de la Humanidad” -Diario 16